NUEVA YORK (dpa) – La situación en Nueva York es grave. El número de muertos a causa de la droga en la metrópolis estadounidense aumentó en un 41 por ciento entre 2010 y 2013. Recientemente, las autoridades sanitarias locales dieron a conocer la cifra de casos ocurridos el año pasado, y los números asustan: 782, lo que estadísticamente significa más de dos por día.
La mayoría (un 77 por ciento) de los muertos por sobredosis eran adictos a los opioides, desde analgésicos a la metadona o la heroína. Y el barrio más afectado sigue siendo Staten Island, aunque según una campaña contra la droga en los dos últimos años la cifra de fallecidos haya disminuido en un 32 por ciento. Según el informe, en más de la mitad de los casos había heroína de por medio. Esta droga parece volver a reinar: en los últimos tres años los casos de muerte por consumo de heroína se han duplicado.
«Como a los jóvenes, que en realidad están sanos, les resulta difícil obtenerla por prescripción médica, acuden al mercado negro», señala Andrew Kolodny, director médico de organización para combatir las adicciones Phoenix House. Según calcula, allí la pueden conseguir por unos cinco dólares. Aunque la situación es peor en estados como Tennessee, Kentucky o Carolina del Norte y del Sur. «La crisis de los opioides es un problema de todo Estados Unidos».
La actual crisis tiene además una dimensión diferente que la epidemia de la heroína y el crack de los años 70 y 80, que saltaron a los titulares de todo el mundo, afirma Kolodny. En aquel entonces, los afectados eran principalmente afroamericanos de origen humilde que vivían en las ciudades. Pero hoy en día hay dos nuevos grandes grupos de dependientes: jóvenes de 18 a 35 años que a quienes durante un breve tiempo se les recetaron analgésicos y personas de entre 40 y 70 años pertenecientes a la clase media-alta. La mayoría son hombres blancos procedentes de áreas rurales.
Los centros para el control y prevención de enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) hablan de «la peor crisis de la historia» y critican sobre todo la actuación de los médicos. Y es que en 2012, los facultativos estadounidenses expidieron 259 millones de recetas de analgésicos, tantas que estadísticamente cualquier adulto podría tener una píldora en el armario de su casa. Según advierte Kolodny, la prescripción de opioides a largo plazo fomenta sobre todo la dependencia del segundo grupo de edad.
Ante esta situación, algunos estados han comenzado a controlar más de cerca a los médicos a fin de reducir el número de recetas y lograr una mayor concienciación. Además, se han puesto en marcha numerosos programas divulgativos sobre los riesgos de este tipo de dependencias, y parece que empiezan a cosecharse los primeros frutos. Según el CDC de Florida, las muertes por abuso del potente analgésico Oxycodon se redujeron a la mitad entre 2010 y 2012.
Nueva York también se esfuerza en dar la batalla: desde el pasado mayo, la policía tiene siempre a mano un preparado de nalaxona, que actúa como antagonista de los opioides y, en casos de sobredosis, puede llegar a salvar vidas. «Es una buena medida y un primer paso», apunta Kolodny. No obstante, el reto es sobre todo evitar la drogodependencia y posibilitar un buen tratamiento a quienes la sufren. «De lo contrario, habrá un mercado negro de heroína cada vez mayor».
Por Katrin Kasper
