La OEA quiere a Cuba pero… ¿qué quiere Cuba de la OEA?

5809712wWashington, 25 ene (dpa) – La visita del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, a La Habana para asistir a la cumbre de la CELAC será histórica. Al fin y al cabo, hace más de medio siglo, desde la revolución que llevó a los hermanos Castro al poder, que ningún jefe de la Organización de Estados Americanos (OEA) ponía pie en la isla.

Pero tras la fuerza de esa imagen, surge la duda sobre el verdadero impacto del gesto.

¿Qué implicaciones tiene la visita? ¿Significa que Cuba podría volver a la OEA? ¿Es una muestra de apertura del gobierno de Raúl Castro en medio de sus reformas o no es más que un gesto de cortesía protocolaria tras el que no hay que buscar segundas intenciones?

Hace ya casi cuatro años que la OEA volvió a abrir las puertas a Cuba, tras eliminar en junio de 2009 la suspensión impuesta en 1962, a instancias de Estados Unidos, por su adhesión al «marxismo-leninismo». Desde entonces, sin embargo, La Habana ha dejado claro su total falta de interés, al menos público, en regresar a un organismo que considera superado, sobre todo desde que cuenta con el contrapeso de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que ahora se apresta a albergar.

Así lo reiteró una vez más el canciller, Bruno Rodríguez, en vísperas de la cumbre regional. «La posición nacional de Cuba con relación a la OEA permanece invariable, no volveremos a ella», zanjó y calificó la invitación a Insulza como un acto de cortesía diplomática.

«Lo gordo habría sido no invitarlo», coinciden en Washington círculos diplomáticos de la OEA, que también recuerdan que no es una invitación oficial a visitar el país.

Algo que sin embargo no acalla las expectativas de la visita.

En los pasillos de la OEA, se considera de hecho que una de las metas podría ser no menos ambiciosa -y desde luego más apremiante- que el regreso de Cuba al organismo: el problema de qué hacer con la isla de cara a la Cumbre de las Américas de Panamá en 2015.

Y es que ya en la edición anterior, en Cartagena de Indias en 2012, la mayor parte de los países de la región dejaron claro que esa debía ser la última cita continental en la que se excluía a Cuba.

En Colombia hubo una «discusión tremenda sobre Cuba», recuerdan las fuentes. «Hay necesidad de resolver ese tema» e Insulza, a quien le queda un año al frente de la OEA, es «consciente de que puede jugar un papel» en esta materia, sobre todo porque una de sus grandes apuestas fue, precisamente, buscar el acercamiento a la isla, dicen.

«No es un secreto que desde que asumió la OEA, Insulza ha estado tratando de buscar una forma de reintegrar a Cuba en las relaciones regionales», coincide el presidente del Diálogo Interamericano, Michael Shifter, para quien la visita de Insulza a Cuba es importante aunque sea de forma «simbólica» más que en términos reales.

Del lado cubano, la visita de Insulza puede aportar numerosas ventajas, sobre todo en momentos en que la Unión Europea estudia abandonar la «posición única» y que en Washington hay un presidente como Barack Obama que, aunque tímidamente, ha expresado su voluntad de acercamiento, acota el profesor Eusebio Mujal-León.

«El principal objetivo de Raúl (Castro) es normalizar las relaciones con Estados Unidos. Un acercamiento a la OEA y a la UE forman parte de ese exquisito baile, marcado por la falta de resultados con las reformas económicas y por el tiempo que apremia», considera este experto en Cuba de la Universidad de Georgetown.

Precisamente por esas eventuales ventajas para la isla, el viaje de Insulza ha sentado muy mal en los círculos anticastristas de Estados Unidos, que no carecen de influencia política en el país.

«Repugnante», calificó de inmediato la noticia del viaje la congresista republicana de origen cubano Ileana Ros-Lehtinen. No será más que una «gran victoria de propaganda para el régimen» de La Habana porque «otorga la bendición de la OEA sobre las atrocidades cometidas en la isla», insistió la reconocida anticastrista.

Para Shifter, sin embargo, Insulza no tenía más opción que aceptar la invitación, independientemente de que lo haga con alegría o no.

«Rechazar una invitación como esa iría en contra de su propia visión y compromiso (…) Insulza quiere mostrar buena voluntad y ser un actor en un tema clave en los asuntos hemisféricos», razonó.

En tono pragmático, el director para las Américas de Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco, dijo que, ya que va, espera que Insulza «como representante de un órgano cuya tarea es la promoción no sólo de los derechos humanos sino también de la democracia, aproveche la visita para colocar estos temas en la agenda de Cuba».

Por si acaso, los grupos de oposición en la isla anunciaron que ya le han pedido una cita.

Por Silvia Ayuso