Montoro (Córdoba), 8 dic (EFE).- La Navidad es una época a la que uno asocia una serie de tradiciones, muchas culinarias, y entre éstas cobran especial relevancia los dulces típicos. Uno de ellos es el mazapán de Montoro, un producto que «La Logroñesa» produce desde hace 60 años desde este municipio cordobés.
El mazapán de Montoro se ha instalado cómodamente en muchos hogares españoles a partir de su sabor único y tradicional, y por el tesón y la cabezonería de Vicente Torre, un riojano que en 1953 tuvo la ocurrencia de hacer su pueblo de adopción la cuna del mazapán tipo soto.
De La Rioja era originario Vicente, que recaló en Montoro, de donde era natural su esposa, y de La Rioja importó la fórmula del mazapán de soto, un producto diferente al más tradicional mazapán de Toledo, porque tiene una elaboración distinta, con una humedad mucho mayor, lo que lo hace mucho más jugoso, según explica a Efe el director comercial de «La Logroñesa», Carlos Torre.
«El objetivo es competir en base a la calidad, que es lo único que nos posiciona en el mercado, y sin pasar por alto que hay que ir adaptándose a los tiempos que corren», señala Torre desde su fábrica, que termina ahora la campaña de producción, tres meses de trabajo ininterrumpido para medio centenar de personas del municipio.
Entre octubre y diciembre, en la fábrica de «La Logroñesa» se hacen diariamente unas cuatro toneladas y media de mazapán, y para su elaboración viene todos los años un maestro artesano de La Rioja, acaso el único «extranjero» en la plantilla.
«Para nosotros la Navidad empieza con el arranque de la campaña, y cuando llega, la producción está prácticamente terminada, lo que permite disfrutar de la fiesta un poco con la familia», indica Torre, miembro de la tercera generación que ha tomado las riendas del negocio.
En este sentido, apunta que fue su padre quien abrió la empresa al exterior, a partir de un equipo de ventas y a base de mucho esfuerzo, pasando del pequeño negocio ubicado en la casa del pueblo, a algo más serio con la apertura de la fábrica, que hizo a su vez más conocido el mazapán.
Ahora le toca a él y a su hermano hacer lo propio ante un mercado que ha cambiado mucho, especialmente a nivel de distribución, puesto que, lo que antes iba a pequeños comercios de forma atomizada, hoy llega a grandes superficies, que exigen mayor volumen de mazapán.
También está en el horizonte traspasar la barrera nacional, sobre todo porque la crisis, aunque no exageradamente, también ha dañado el consumo en España.
«Está más parado, y llevamos dos años o tres con un menor consumo. Eso nos obliga a mirar fuera, y a buscar mercados en los que el consumo de este producto no sea tan estacional», especifica Torre, que ve en los países árabes el lugar perfecto para el desembarco del producto.
En esta expansión, su generación también juega un rol muy valioso, puesto que por edad -30 años-, y por manejo de la tecnología, son hoy capaces de promocionar el producto más allá de los canales tradicionales.
Sin embargo, Torre lo tiene claro: «Llevamos sesenta años peleando y posicionados porque es una fórmula artesana, que hemos mantenido invariable desde hace 60 años, y porque es lo que te diferencia del resto».
Carlos ironiza que la Navidad, al igual que el mazapán, se sirve de la tradición, y por mucho que el tiempo pase, al final todo se reduce a ese momento de estar sentados en familia disfrutando de un dulce típico, como un buen mazapán de Montoro.
Juan Velasco