La batalla por Kavanaugh profundiza las divisiones en Estados Unidos

Capitolio

CapitolioWashington, 7 oct (dpa) – Estados Unidos necesitará mucho tiempo para recuperarse de lo vivido en las últimas semanas, con las acusaciones de abuso sexual contra Brett Kavanaugh y su confirmación como juez de la Corte Suprema. Eso si consigue recuperarse, porque la situación podría agudizarse.

El sábado cientos de manifestantes protestaron en Washington a las puertas de la Corte Suprema contra la toma de posesión de Kavanaugh, que a sus 53 años se ha convertido en uno de los jueces más influyentes del país.

Poco después, el presidente Donald Trump era recibido con aplausos por los suyos en un acto público en Kansas, a 1.600 kilómetros, tras conseguir la aprobación de Kavanaugh, su candidato. Trump apenas podía contener el orgullo por ese triunfo político, embriagado de sí mismo, y habló de una «victoria tremenda» y un» día histórico».

Tras semanas de escándalo y enfrentamiento político, Kavanaugh logró ser confirmado por el Senado para el alto tribunal a pesar de que varias mujeres lo acusan de haber cometido abusos sexuales hace décadas. La votación fue históricamente ajustada y la controvertida decisión seguirá dando que hablar.

El caso Kavanaugh ahondó aun más las grietas que desde hace tiempo atraviesan Estados Unidos: entre republicanos y demócratas, entre seguidores y adversarios de Trump, entre partes conservadoras y liberales de la sociedad. Lo que se vivió en las últimas semanas no sólo fue una batalla por un puesto importante en el sistema judicial. Fue una lucha sobre valores, sobre la igualdad de género y sobre la dirección que toma la sociedad estadounidense. El Congreso se convirtió en el escenario de esa enconada pugna.

Los detractores del ultraconservador Kavanaugh protestaron hasta el final contra su nombramiento: ante el edificio del Senado y en su interior, durante la votación y ante la Corte Suprema. Pero no sirvió de nada.

La elección del juez fue muy ajustada: 50 senadores votaron a su favor y 48 en su contra. Las nominaciones para el tribunal, en las que el Senado tiene la última palabra, siempre han sido un asunto delicado, ya que los jueces de la Corte Suprema deciden en cuestiones sociales fundamentales y tienen cargos vitalicios.

Decenas de candidatos no superaron el proceso de nominación desde que se fundó el tribunal, en 1789, y en las últimas décadas la decisión fue cada vez más reñida. Pero nunca había sido tan intensa, divisoria, irreconciliable y dolorosa para todos los implicados.

Con la votación del Senado, la batalla por el puesto de la Corte Surpema terminó por el momento. Pero las fracturas sociales que implica no se han superado. Al contrario. El caso tiene una gran importancia de cara a las elecciones legislativas del 6 de noviembre.

El nombramiento de Kavanaugh es un gran éxito para Trump, que había vendido a sus seguidores la candidatura del juez como uno de sus mayores logros. Ahora, ha cumplido con su palabra. El presidente abandonó pronto su moderación inicial e hizo todo lo posible para imponer a su candidato. Para ello no le importó ahondar más en las divisiones ni atacar públicamente a Christine Blasey Ford, la mujer que acusa a Kavanaugh de haber intentado violarla hace 36 años. Hasta ahora ningún presidente estadounidense se había atrevido a poner en duda la credibilidad de una posible víctima de violación y a burlarse de ella en un mitin.

Trump alimentaba así a su electorado más conservador y masculino. Posiblemente habrá conseguido fidelizar a muchos de ellos para el futuro. Pero posiblemente habrá indignado a otros, sobre todo a liberales y mujeres hasta ahora indecisas.

Quedan solo unas semanas para que los estadounidenses voten una nueva Cámara de Representantes y un tercio de los puestos del Senado. Kavanaugh ya es un importante tema de campaña y lo será aun más, pues el debate moviliza a ambas aprtes.

Trump presentará el nombramiento de Kavanaugh como un éxito y a los demócratas como fanfarrones obstaculizadores. Los demócratas, por su parte, ya adviriteron que uno de sus temas de campaña será una posible destitución de Kavanaugh, aunque no hay muchas posibilidades de lograrlo. También amenazan con poner en marcha una investigación parlamentaria sobre el caso si consiguen la mayoría en la Cámara de Representantes, algo que sí podrían lograr.

No está claro quién se beneficiará más al final en las elecciones de la batalla por la nominación a la Corte Suprema.

¿Y qué pasa con el propio Kavanaugh? Las acusaciones en su contra lo perseguirán aunque asegure ser inocente. Pero sobre todo lo perseguirá su actuación en medio de la polémica. En la comparencia ante el Senado perdió la compostura, se enfureció, gritó, se mostró agresivo con los senadores demócratas y afirmó que las acusaciones eran una campaña política de la izquierda.

¿Alguien que se comporta así es apropiado para el máximo tribunal, independientemente de las acusaciones de abuso? Los demócratas y muchos ciudadanos creen que no, y consideran que Kavanaugh se descalificó a sí mismo como juez independiente. Además, temen por la jurisprudencia del país, ya que con el voto de Kavanaugh la Corte Suprema cuenta con mayoría conservadora. Los republicanos afirman sin embargo que el jurista ayudará a curar la nación.

Una cosa está clara: todo este proceso ha dañado gravemente la reputación de la Corte Suprema. Hasta ahora estaba considerada como una de las últimas instancias que estaba por encima de las disputas políticas. Eso se acabó.

Por Christiane Jacke y Maren Hennemuth (dpa)