Kiev quiere decidir el conflicto de Ucrania en el campo de batalla

6440980w(dpa) – Tras duros combates y fuertes pérdidas, llegó el momento que tanto había esperado el Ejército ucraniano: los soldados volvieron a izar la bandera del país sobre el feudo separatista de Slaviansk, reconquistado el sábado por las fuerzas de Kiev. Agotados pero orgullosos posaban los miembros de la Guardia Nacional en el tejado del ayuntamiento, lleno de impactos de bala.

«Un momento para la eternidad, como la bandera roja ondeando en 1945 sobre el Reichstag», celebraban hoy medios cercanos al gobierno en Kiev. En un discurso a la nación grabado apresuradamente, el presidente Petro Prooshenko habló de un «punto de inflexión» en la lucha contra la insurgencia prorrusa.

A Poroshenko se lo ve eufórico, ebrio de victoria. Totalmente olvidado parece ahora el acuerdo impulsado por el ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, en un encuentro de crisis en Berlín. Hace sólo unos días se acordó que la cúpula de Kiev y los insurgentes buscarían una salida al conflicto en la mesa de negociaciones, y no en el campo de batalla.

Pero ahora Poroshenko parece no dar prioridad a esa iniciativa. «La limpieza de Slavianks tiene ahora una importancia simbólica destacada», dijo en tono triunfante. Por eso la lucha contra los «terroristas», como denomina a los separatistas prorrusos, continuará.

Desde Moscú no tardaron en llegar las críticas: la cúpula de Kiev debe buscar una solución política, exigió el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov. En las actuales conversaciones entre separatistas y representantes del gobierno en Ucrania siempre está presente un diplomático ruso. Pero ahora, las conversaciones están suspendidas y Moscú ha quedado fuera.

«El presidente (ruso) Vladimir Putin no aceptará tan fácilmente una derrota de los separatistas», consideró sin embargo el politólogo ucarniano Vladimir Fessenko. Putin siempre dijo querer proteger a los ciudadanos rusos en Ucrania, en caso necesario con el Ejército.

«No podemos permitir que un líder político vuelva a establecer las fronteras de Europa después de la Segunda Guerra Mundial», advirtió por su parte la ex secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton. «Creo que puede ser peligroso. Un hombre como Putin siempre va hasta el límite», dijo la que se considera posible candidata presidencial estadounidense en declaraciones al diario «Bild am Sonntag».

Y a la sombra del mayor conflicto entre el este y el oeste desde la Guerra Fría, pasa casi desapercibido el drama de los refugiados: desde hace semanas, decenas de miles de ucranianos huyen de la disputada zona de Donbás. Muchos de ellos encontraron refugio en otras partes del país. «Muchos niños están en campamentos de vacaciones en el sur de Ucrania», informaron medois de Kiev.

El gobierno instauró teléfonos de emergencias y emite anuncios en televisión, pero gran parte de la ayuda se canaliza a través de iniciativas privadas. En cualquier caso, las personas mayores y los enfermos se quedan confrecuencia en las zonas de combate.

Una gran parte de la población huye también a la vecina Rusia, con frecuencia a casa de parientes. Mientras las autoridades rusas hablan de más de 100.000 personas, las organizaciones internacionales los cifran en la mitad. Según el Alto Comisario de la ONU para los refugiados (ACNUR), unos 10.000 se registraron oficialmente como refugiados.

Las autoridades rusas están totalmente desbordadas, asegura el diario crítico con el Kremlin «Novaya Gazeta». En muchos lugares hay colas de 500 personas en busca de refugio, ropa y medicamentos. «Muchos se ven atraídos por la propaganda de la televisión rusa», señala la conocida defensora de los derechos humanos Svetlana

Gannushkina. Los medios dan la impresión de que la gente va a ser acogida con los brazos abiertos y que enseguida recibirán un pasaporte ruso.

Lamentablemente la miseria durará mucho más que los combates, cree Gannushkina. A la mayoría de los refugiados les gustaría regresar, pero con frecuencia están arruinados. «¿Pueden imaginarse lo que ocurre con los niños que viven algo así?».

Por Wolfgang Jung y Andreas Stein