Madrid, 3 dic (EFE).- El escritor Jon Juaristi cree que Felipe VI, casi seis meses después de su proclamación como Rey, tiene aún una tarea pendiente, la de lograr una legitimidad que él define como «de ejercicio» en un país afectado por una «crisis profunda», algo que su padre, Juan Carlos I, consiguió con su actuación del 23F.
Juaristi (Bilbao, 1951) hace esta reflexión en una entrevista con EFE al hilo de la publicación de «A cuerpo de Rey», un ensayo de 250 páginas publicado por Ariel en el que analiza la situación creada por la renuncia de Juan Carlos I, desde un punto de vista simbólico e histórico, buscando las raíces de la legitimidad monárquica.
En un texto en el que no falta el humor y donde hace gala de una gran erudición, el autor de «El bucle melancólico» explica por qué él no cree que el paso de un rey a otro se haya hecho dentro de la «normalidad», desentraña las raíces del mito de la Monarquía en España y concede un papel clave a la Reina en el necesario proceso legitimador de la institución en unos tiempos convulsos.
Ensayista, novelista, poeta y traductor, el autor vasco, galardonado recientemente con el Premio Euskadi de Ensayo 2014 no tiene reparos en reseñar el «buenismo» del discurso del actual jefe del Estado, en negar la mayor del «relevo generacional» esgrimido por su padre al abdicar y en apostar por la búsqueda de un nuevo pacto constitucional ante la profundidad que alcanza la crisis.
PREGUNTA.- ¿Cuál es el origen de este ensayo sobre la Monarquía?
RESPUESTA.- Hay una cierta sensación de crisis general. Lo que enmarca los acontecimientos históricos es el reinado. Las transiciones entre un reinado y otro suelen ser períodos difíciles, conflictivos y largos. La sucesión no se agota en el hecho puntual de la abdicación y proclamación. Suele ser un período más prolongado hasta que se consigue una cierta consolidación institucional.
La Monarquía es una institución sometida a una crisis de legitimación permanente, puesto que se trata de un vestigio del antiguo régimen y legitimarlo resulta difícil.
El libro sale de eso. De mi insatisfacción por la cadena de declaraciones a partir del 2 de junio de que la sucesión estaba hecha, perfectamente establecida, una continuidad sin problemas. El país tiene encima una serie de problemas gordísimos. La sucesión por sí misma puede que esté estipulada normativamente, pero en la práctica no lo está.
P.- ¿Cuál cree que es el origen último de la abdicación del Rey Juan Carlos?
R.- Los acontecimientos históricos no suelen tener una causa única. Hay un complejo de causas que provocan un acontecimiento. En este caso había un desgaste institucional. Había un desgaste de la Familia Real como tal, un descrédito de la Familia Real que se había trasladado a la institución misma, una impugnación de la institución. Y luego existía un desgaste biológico, físico. El Rey entraba y salía continuamente de los hospitales. Todo eso ha contribuido a la decisión.
P.- ¿Logró el Rey Juan Carlos su objetivo declarado de lograr transformar el llamado «Juancarlismo» o adhesión a su persona en una adhesión a la Corona?
R.- Yo creo que no. Las adhesiones permanentes a las instituciones ya no existen. La prueba está en que la propia Constitución está puesta en cuestión y la adhesión a la institución monárquica está subordinada a la adhesión a la Constitución. Eso no quiere decir que no pueda lograrse.
P.- ¿Sería una tarea pendiente para Felipe VI?
R.- Creo que es una tarea pendiente. La legitimidad de ejercicio no tiene por qué lograrse de una forma tan azarosa y espasmódica como en la época de su padre, con golpes de Estado… Tiene que encontrar una fórmula de atraer gente distante de la amabilidad y del ‘buenismo’, que es a lo que está jugando el Rey en estos momentos.
La legitimidad de ejercicio puede lograrse a través de una serie de gestos coherentes en una determinada dirección. De momento no los está haciendo. Depende del ejercicio continuado del gobierno y de un sentido de la oportunidad. Hay que darle un margen de confianza. Está en período de rodaje. El problema no es la voluntad de concederle un margen de esa confianza. Está en que el país está en una crisis profunda y en esa crisis tiene que saber moverse.
P.- Ya le hemos visto algún gesto.
R.- Son gestos protocolarios. Está en una actitud ‘gatopardesca’. Cambiar lo imprescindible para que nada cambie. No se trata de eso. El mito sucesorio funciona de una forma mucho más radical. Más transgresiva. Tiene que ser un fuerte golpe de timón de la institución que responda a la expectativas de una sociedad distinta a la que se encontró su padre.
P.- En España sí se está produciendo un relevo generacional. Ya ha cambiado el titular de la Jefatura del Estado, el jefe de la oposición, se están retirando otros líderes de partidos…
R.- Es uno de los efectos perversos del discurso de abdicación del Rey. Lo de ‘una nueva generación llama a las puertas y están pidiendo ocupar el puesto que merecen’. Las nuevas generaciones no merecen nada. Tienen que ganárselo. Es una parte de mi ensayo, de dónde viene esta sustitución del pueblo por la generación.
La crisis es suficientemente profunda para requerir un proceso constituyente. Ir a otra Constitución distinta. Ir a otro pacto constitucional. En ese sentido no solamente la clase política tiene que cambiar y demostrar que tiene una confianza en el demos, en el pueblo. Hasta ahora no la tiene.
P.- ¿Y qué función le correspondería a la Monarquía en esta nueva situación?
R.- La Corona, si tiene una función, es ésa. Es garantizar la vuelta al equilibrio. No sé cómo puede hacerlo. Pero la cuestión está ahí. Es el eje de mi ensayo, a partir de dos momentos distintos: en el momento del origen mismo de la institución y en la sucesión al franquismo. Entonces la Monarquía cumplió un papel efectivo de estructuración social. ¿Puede hacerlo? Sí que puede hacerlo. Es que no tiene otra función. Le corresponde un papel simbólico. La transgresión también sería una transgresión simbólica.
P.- Habla en su ensayo del valor de la Reina Letizia, a la que considera «una de las bazas a favor de la legitimación de Felipe VI». ¿Por qué?
R.- Está en una posición de ventaja. La posición realmente más ventajosa dentro de la Familia Real es la de la Reina. Da el perfil de esa nueva mayoría social. Y en ese sentido tiene unas posibilidades mayores de conseguir una legitimación mayoritaria.
Lo que pasa es que necesita ser prudente. La actitud continua de provocación, de ir más allá, no es conveniente.
P.- ¿Es España monárquica?
R.- Yo creo que no. Ni monárquica ni republicana. El franquismo se cargó todo. Era muy difícil mantener sentimiento monárquico en el año 31. Lo tenía una España rural que ya no existe. La España urbana, desde el siglo pasado, no ha sido monárquica. Ha sido accidentalista, posibilista.
Antonio del Rey