José Garrido, con seis orejas, reafirma su liderato entre los novilleros

6579174wBilbao, 22 ago (EFE).- El novillero extremeño José Garrido, que cortó seis orejas y salió a hombros tras una rotunda actuación en solitario, reafirmó esta mañana en Bilbao su liderato absoluto en el actual escalafón de novilleros.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis novillos de El Parralejo, bien presentados y nada aparatosos de defensas. Encierro, en conjunto, con más temperamento que bravura, todos con movilidad pero de poca entrega, por ásperos o rajados.

José Garrido, como único espada: estocada delantera (oreja); pinchazo hondo, pinchazo y estocada (ovación); media estocada (oreja); estocada desprendida (oreja); estocada (dos orejas); pinchazo hondo, estocada honda perpendicular y descabello (oreja). Salió a hombros por la puerta grande, acompañado del mayoral de la ganadería.

Todas las cuadrillas rayaron a muy buen nivel. De entre ellos, El Fini saludó tras banderillear al cuarto.

La plaza de Vista Alegre se cubrió en menos de un cuarto de su aforo, en festejo matinal y con lluvia a partir de la lidia del quinto.

SOBRADA CAPACIDAD

Casi sin despeinarse, sin aparente esfuerzo y haciendo un despliegue de generosa capacidad torera mató José Garrido hoy en Bilbao seis novillos de El Parralejo.

Y cuando casi tres horas después de hacer el paseíllo salía por la puerta grande, nada menos que con seis orejas en su balance, aún daba la sensación de que podían haberle soltado otros seis utreros más sin que su fuelle y su valor se resintieran un ápice.

Aunque también le acompañó el mayoral de El Parralejo en la salida triunfal, la novillada sólo aportó al éxito del extremeño una engañosa movilidad, que fue la base para que Garrido pudiera abundar en la variedad de suertes que siempre se exigen en las actuaciones en solitario.

Pero por encima de todo, la virtud más importante y destacada de Garrido en su «encerrona» bilbaína fue la gran capacidad con que lidió a seis ejemplares que le exigieron muy distintos registros, desde el aguante a la suavidad.

Los cuatro primeros novillos, que sacaron en general más temperamento que raza, se movieron con aspereza o claramente con genio, como el primero, siempre con unas embestidas rebrincadas y sin ritmo, cabeceando una telas que siguieron a regañadientes.

Fue durante esas cuatro faenas cuando José Garrido dejó ver con más claridad su valor para asentarse y no dudar nunca, imponiéndose a sus enemigos con mando y una pasmosa seguridad.

Y fue con el quinto y el sexto, dos novillos rajados y de poco celo, con los que sacó a la luz otra de las caras de su toreo: la de la suavidad, el relajo y el buen gusto a la hora de llevarlos toreados con los dúctiles vuelos de una muleta que manejó sin ayudarse con el estoque simulado en el penúltimo de la suelta.

Dejando aparte el toreo fundamental, sobre el que cimentó su rotundo éxito, Garrido desplegó también una gran variedad de suertes de capa, como largas cambiadas de rodillas, tafalleras, cordobinas, tapatías, chicuelinas airosas o al paso, gaoneras y, por supuesto, mecidas verónicas.

También banderilleó con desigual acierto al quinto, evidenciando su falta de costumbre. Y, además de naturales, derechazos y pases de pecho, se adornó con frescura y pellizco con trincherazos, ayudados por alto y por bajo, largos pases con las dos rodillas en tierra, manoletinas, bernadinas y otros muletazos complementarios que acabaron por redondear la actuación que marcó su gran proyección de futuro.

 

Paco Aguado.