Jan Karski : El mensajero clandestino contra el horror nazi

KarskiVarsovia, 22 abr (dpa) Cuando era joven, Jan Karski quería hacer carrera diplomática. Pero cuando fue recibido en 1943 por el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt en la Casa Blanca, no lo hizo como diplomático, sino como testigo: su intención era mostrar al líder de los aliados lo que estaba pasando en su país, Polonia, y transmitir el desesperado llamamiento de los políticos judíos en la clandestinidad de que se frenara el exterminio masivo de los judíos en Europa.

Pero el mensaje del judío polaco, nacido el 24 de abril de 1914 en Lodz, así como su relato sobre lo que ocurría en el gueto de Varsovia, se topó con la incredulidad. El libro publicado por Karski en el otoño de 1944 sobre el estado clandestino polaco se convirtió en un bestseller en Estados Unidos, pero los asesinatos en Auschwitz y en otros campos de concentración continuaron durante meses.

Con motivo del centenario de su nacimiento, que se cumple este jueves, Polonia le dedica numerosos actos.

En el verano de 1939 la movilización al inicio de la guerra había puesto fin a la despreocupada existencia del atractivo y políglota Karski (en realidad llamado Jan Kozielewski), un oficial de reserva que hasta ese momento había vivido en los salones de Lwow y Varsovia.

Tras la caída de Polonia en manos de Alemania y la marcha de las tropas soviéticas en el este del país, fue detenido por las fuerzas soviéticas, pero pudo huir y entró en contacto, más bien de forma casual, con el movimiento clandestino polaco.

En el tiempo que siguió, gracias a sus conocimientos lingüísticos y a su memoria fotográfica, asumió funciones de correo entre la cúpula en la clandestinidad y representantes del gobierno polaco en el exilio, asentado primero en París y después en Londres. «Jan Karski» fue en realidad sólo una del total de siete identidades falsas que asumió en la clandestinidad, y fue el nombre que mantuvo después de la guerra.

Durante un viaje a Francia en 1940, Karski fue encarcelado y torturado por la Gestapo en Eslovaquia. Entonces intentó suicidarse, pues temía no poder guardar silencio y acabar traicionando sus secretos. Pero el movimiento en la clandestinidad logró sobornar a un guardia y sacarlo del hospital.

Tras una «cuarentena» para garantizar que no se había convertido en traidor, Karski volvió al trabajo en la clandestinidad.

Antes de viajar a Londres en el verano de 1942 con informaciones políticas y militares del movimiento sobre la situación en la Polonia ocupada, Karski se encontró en Varsovia con dos representantes del movimiento judío.

Y fue un encuentro que cambió su vida. «Era una pesadilla», escribió sobre la noche en la que se enteró que unos 1,8 millones de judíos polacos habían sido asesinados. «Me pareció como si oyera un terremoto, como si oyera a la tierra partirse para tragarse a una parte de la humanidad».

Los compañeros con los que se encontró lo llevaron al gueto de Varsovia y a los alrededores del campamento de exterminio de Belzec para que se convenciera a sí mismo de que las informaciones sobre los planes de asesinato de todos los judíos no eran ninguna exageración.

Y esos hombres, que hacía tiempo que ni siquiera creían en su propia supervivencia, le llevaron a querer «sacudir las conciencias del mundo».

Una esperanza que sin embargo no pudo cumplir. Ni siquiera pudo volver a Polonia, pues los alemanes ya conocían su identidad.

Después de la guerra, el anticomunista convencido se quedó en Estados Unidos y dio clases en la universidad de Georgetown. Entre sus alumnos se encontraba Bill Clinton, que después iba a convertirse en presidente de Estados Unidos.

Israel le concedió la nacionalidad de honor y la distinción de «Justo entre las Naciones». Karski murió el 13 de julio de 2000 en Washington.

Por Eva Krafczyk