Holanda celebra los cincos años de Guillermo Alejandro y Máxima como reyes

Ámsterdam, 28 abr (dpa) – Los holandeses no olvidarán la imagen: el rey Guillermo Alejandro vistiendo una capa de terciopelo y armiño y la mano levantada para jurar. A su lado, su esposa Máxima, de origen argentino, vestida de azul y con una tiara de diamantes. Ambos expectantes y en tensión. Era el 30 de abril de 2013 y poco antes la reina Beatriz había abdicado en favor de su hijo.

Cinco años después, el monarca de 51 años ya ha dejado su propia huella en el país. Durante años los holandeses vieron en Guillermo Alejandro un príncipe apasionado por los deportes y la fiesta. Pero ahora se frotan los ojos al contemplar el buen papel que hace junto a otros jefes de Estado. Sí, le siguen gustando la fiesta y los deportes, pero también está junto al pueblo en sus momentos difíciles.

Como el 17 de julio de 2014, cuando el avión de pasajeros MH17 fue derribado sobre el este de Ucrania. La mayoría de las 298 víctimas eran holandesas. En los días que siguieron, Guillermo Alejandro fue un monarca de luto, que consoló a su pueblo.

«Guillermo Alejandro lo hace muy bien», afirma el historiador Han van Bree, que está escribiendo un libro sobre el primer lustro de su reinado. «Ha resultado ser un buen rey, muy serio e inteligente», añade.

En su opinión, Guillermo Alejandro es más emocional y accesible que su madre. También lo piensa la mayor parte de los holandeses, asombrados con su papel después de haberle llamado durante años «príncipe cerveza». «Fue infravalorado», apuntó el historiador en la radio holandesa.

Como jefe de Estado está ejerciendo menos influencia que su madre, a la que le gustaba intervenir en los asuntos del Gobierno. En contrapartida, Guillermo Alejando se hace acompañar en sus viajes al extranjero por empresarios que están encantados de que les abra las puertas a lucrativos negocios.

Además se presenta como el rey de la gente sencilla. Hace dos semanas se dejó ver en la cocina de un albergue para refugiados haciendo tortitas, eso sí, sin delantal.

El anuario real muestra las numerosas visitas de la pareja por los Países Bajos, sonriendo, apretando manos y hablando con los ciudadanos en mercados, oficinas e incluso en establos de vacas. «Es muy normal», dicen muchos tras conocerle. Y eso gusta en Holanda. Cuando cumplió 50 años, el 27 de abril de 2017, invitó a 150 ciudadanos al palacio, entre ellos a una peluquera, un cartero y un asesor fiscal.

Aunque no es muy amigo de la prensa, hizo incluso una larga entrevista en televisión en la que se le veía relajado, emotivo y seguro de sí mismo. Reconoció que el suyo es un trabajo complicado. «Pero no sientan compasión, tengo una vida muy interesante», pidió.

El peso de la corona no recae sólo sobre él, ya que la reina Máxima asume muchas tareas. A sus 46 años, la argentina es desde hace tiempo la integrante más popular de la familia real, a la que insufló una buena dosis de glamour. «Se lo debo todo a ella», aseguró su marido en una ocasión.

A pesar de lo que muchos temían -quizás incluso Guillermo Alejandro-, Máxima no hace sombra al monarca. «Esto no es el trabajo de un duo», dijo él claramente antes de asumir el trono. Y así es.

Pero el papel de Máxima tampoco es fácil. No sólo es mujer del rey y madre de las princesas Amalia, Alejandra y Ariadna, de 14, 12 y 11 años. También es enviada especial de la ONU para la inclusión financiera en países en desarrollo, por lo que viaja por todo el mundo y se reúne con más líderes que su marido.

En Holanda se la ve visitando escuelas y cantando con los alumnos o inaugurando asilos, y todo parece llevarlo bien. Por si fuera poco, es la reina indiscutible de la moda y cada año gasta en ropa fácilmente unos 200.000 euros (241.000 dólares). Y ni siquiera eso molesta a los holandeses, que tienen fama de tacaños.

Para la mayoría, Máxima y Guillermo Alejandro forman un gran equipo, como muestran los brindis a su salud que cada 27 de abril hacen los holandeses vestidos de naranja en el Día del Rey.

Por Annette Birschel (dpa)