Buenos Aires/Madrid, 14 ago (dpa) – Ni en el video de despedida, Fernando Alonso dejó de decir lo que piensa de la Fórmula 1: así como marcó su amor a la categoría y todo lo que recibió a cambio, también destacó que muchas cuestiones que vio en 17 temporadas no le gustaron nada.
Ese minuto en el que repasó su carrera sintetiza lo que fue Alonso para la Fórmula 1: un piloto frontal, ultracompetitivo y que nunca se guardó nada, ni en las pistas ni fuera de ellas. Y que con su aura instaló en España un deporte que vivía en un tercer plano, lejos del espacio y el interés de otras disciplinas.
«He disfrutado de cada minuto de esas increíbles temporadas y no tengo palabras para agradecer a la gente que ha contribuido a que sea tan especial», expresó Alonso en su despedida, probablemente acelerada por la falta de rendimiento de su McLaren y la necesidad de encontrar motivación en otro sitio.
«Vamos a ver qué nos depara el futuro, hay nuevos retos ilusionantes a la vuelta de la esquina. Estoy en uno de los momentos más felices de mi vida pero tengo que seguir explorando nuevas aventuras», explicó el piloto asturiano de 37 años.
Tal vez su carrera no haya tenido todos los logros que auguraba en sus inicios y que probablemente su talento merecía. En 2005, con 24 años, se convirtió en ese momento en el piloto más joven en consagrarse campeón del mundo, marca luego superada por Sebastian Vettel y Lewis Hamilton.
Al año siguiente repitió la conquista, ante una escudería Ferrari que tenía a Michael Schumacher y todo su poder enfrente. A esa altura ya había revolucionado al deporte motor español, que veía por primera vez en la historia a uno de los suyos dominar a la categoría reina.
Sin embargo, no estar en el momento preciso en el sitio adecuado fue contra sus aspiraciones. Su paso a McLaren coincidió con el ascenso de Hamilton al equipo inglés, el mimado del histórico jefe de la escudería, Ron Dennis.
«En 2007 se dio una situación única porque Lewis estaba muy protegido por McLaren. Desde que era joven, fue parte del programa del equipo, y era muy rápido», recordó aquella problemática campaña hace dos años, aunque reconoció que la situación hubiese sido distinta si se hubiesen vuelto a encontrar ya más maduros.
Su regreso a Renault en la temporada siguiente lo encontró con un equipo francés mucho menos competivo y su salto a Ferrari en 2010 se dio justo cuando Red Bull y Sebastian Vettel conformaron una sociedad imbatible, que lo relegaron a tres subcampeonatos en cuatro años.
Su apuesta por volver a McLaren en 2015 terminó siendo el peor error estratégico de su carrera. El motor Honda nunca tuvo ni velocidad ni confiabilidad, por lo que nunca pudo regresar a los primeros planos. Tampoco mejoró todo lo que se esperaba con el retorno de Renault.
Su humor y carisma le permitieron seguir en cartelera, además de proyectos paralelos como competir en Indianápolis el año pasado con gran suceso o ganar Las 24 Horas de Le Mans en esta temporada.
Allí pudo exhibir su estilo de conducción único, muy agresivo pero tremendamente eficaz. «Simple, limpio y efectivo», como lo describió hace una década la prestigiosa revista «F1 Racing».
Procedente de una familia humilde de Asturias, su personalidad como piloto comenzó a forjarse a los tres años, cuando se subió al kart que su padre, José Luis, había construido para su hermana Lorena, cinco años mayor. El pequeño Fernando necesitó unos suplementos especiales para llegar a los pedales, pero de inmediato descubrió que esa era su pasión.
Los comienzos, como en casi todas las historias con final feliz, no fueron fáciles. Su padre, el gran motor de su carrera, lo llevaba y lo traía de pueblo en pueblo para que le tomara el gusto a los dos pedales. Alonso respondía con buenas notas en el colegio, el único requisito que su madre, Ana, había puesto para no oponerse a la afición de los dos hombres de la casa.
Año tras año, el joven piloto fue arrasando en todo campeonato que disputó. Pero la confirmación de que era especial llegó a los 14 años, cuando se proclamó campeón mundial de karts.
En 1999, ya con la mayoría de edad, dio el salto de categoría y también apabulló. De la mano ya de Adrián Campos, su primer manager, ganó la Fórmula Nissan y demostró que los monoplazas tampoco tenían secretos para él.
En 2000 se pasó a la Fórmula 3000 y por primera vez en años no ganó el campeonato (fue cuarto), pero su espectacular segunda mitad de temporada, con una victoria en el mítico Spa- Francorchamps incluida, hizo que Flavio Briatore fijase su ojo clínico en él.
El italiano había guiado a Michael Schumacher a sus dos primeros títulos mundiales, y de su mente salió el plan que culminó con las dos conquistas de Alonso: lo puso en Minardi en 2001 para que aprendiese lo que era la Fórmula 1, lo convirtió en piloto de pruebas de Benetton en 2002 y le dio un volante oficial del equipo, ya denominado sólo Renault, en 2003.
Ese ascenso continuo e ilimitado fue todo fruto de su habilidad con el manejo del volante, porque en España el automovilismo era un deporte casi inexistente. Tras la era Alonso, la historia para sus sucesores será diferente, con un referente ineludible como espejo.
Por Ariel Greco (dpa)