Madrid/Valladolid, 1 dic (dpa) – Cae la noche en Valladolid y una joven veinteañera toma un taxi. «Me da miedo ir caminando sola hasta casa, he escuchado que el violador del ascensor ha vuelto», explica. La excarcelación de uno de los delincuentes más conocidos de esta ciudad española, tras una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ha sumido a su población en una «psicosis» colectiva.
«Última noticia: el violador del ascensor está en casa de un familiar. Se ruega máxima difusión». Es uno de los mensajes que saltan estos días de celular en celular. Los vecinos se pasan información sobre el posible paradero de Pedro Luis Gallego, ahora en libertad tras cumplir 17 años de cárcel por matar a dos jóvenes y agredir sexualmente a otras 18 en los años 90.
También fotos con la imagen actual del excarcelado, que acosaba a sus víctimas en el ascensor de sus viviendas.
Muchas mujeres, ahora adultas, reviven la incertidumbre de aquellos días. «Mató a una joven que trabajaba en la piscina a la que yo iba, todavía recuerdo que subíamos a casa con miedo. Es algo que ha quedado en la memoria de la ciudad», dice a dpa una joven de 31 años.
Su excarcelación, como la de otra docena de asesinos y violadores, se debe a la decisión de Estrasburgo de anular la llamada «doctrina Parot», jurisprudencia que la Justicia española fijó en 2006 para que los beneficios penitenciarios de los presos con largas condenas se restaran de las penas impuestas, en lugar de hacerlo sobre el límite legal máximo.
La sentencia de la Corte europea, que cargó contra la retroactividad en su aplicación, tenía la vista puesta en los terroristas de ETA -en un mes se ha liberado a medio centenar- pero al haberse aplicado a asesinos y violadores, también éstos están saliendo desde octubre de las cárceles de España.
Por ley, a estos delincuentes no se les puede aplicar la libertad vigilada cuando sus casos son anteriores a 2010, por lo que al ser excarcelados, lo hacen en condición de libertad plena aunque no estén rehabilitados.
Diversos colectivos ya han pedido medidas de vigilancia. «Están poniendo en la calle a bombas de violar y matar», advirtió hace unos días la asociación de mujeres Clara Campoamor. «Las familias afectadas están desoladas y tienen miedo de que puedan reincidir».
El propio gobierno de Mariano Rajoy anunció, tras conocer la sentencia europea, «una especial atención» sobre estos casos, especialmente sobre los condenados por hechos que provocaron gran alarma social en el país. «Se están adoptando todas las medidas posibles», afirmó hoy el ministro español de Interior, Jorge Fernández Díaz.
En Valladolid, una ciudad de 300.000 habitantes situada en el interior del país, la fiscalía estudia posibles actuaciones para tranquilizar a los ciudadanos y garantizar la seguridad, no solo por la liberación de Pedro Luis Gallego, sino también por la del asesino Juan Manuel Valentín, condenado allí por la muerte, rapto y violación de una niña de nueve años en 1992.
A estos nombres se suman los de buena parte de la crónica negra española de los años 90, que vuelve a las portadas de los rotativos: el conocido como «el loco del chándal», que atacó a 16 mujeres, o el «violador del portal», que agredió a más de 70.
Uno de los más conocidos es Miguel Ricart, el único condenado por secuestrar, violar y asesinar en 1993 a tres jóvenes que volvían de una discoteca en el este de España. El conocido como el «crimen de las niñas de Alcàsser» causó gran conmoción en el país y fue seguido masivamente por los medios de comunicación.
El viernes, cuando Ricart fue excarcelado, un nutrido grupo de reporteros le esperaba a las puertas de prisión. Su primer contacto con el «mundo real» fue a través de dos periodistas de un programa de televisión, lo que demuestra el interés mediático por estas excarcelaciones en el país.
«Me arrepiento de mi crimen y daría diez años de mi vida por volver atrás», explicaba hace unos días ante las cámaras, a la salida de la cárcel, otro de los asesinos más conocidos del país, Emilio Muñoz Guadix, quien secuestró y mató a la joven Anabel Segura en 1993 en Madrid mientras hacía deporte en una lujosa urbanización.
Por Ana Lázaro Verde