Mas allá de las convenciones de una dieta o estilo de vida alimenticio, el veganismo, término acuñado por Donals Watson, es una filosofía que si bien para muchos comenzó como un acto de defensa hacia los animales y asimismo, como participación en la creación de los derechos inherentes para todas las especies; otros han adoptado esta visión del veganismo con una concepción distinta, tanto por razones espirituales como ambientales.
Pero por supuesto, no es para mayor asombro entender por qué los ambientalistas se han sumado a esta ideología, tomando en cuenta que se requieren 15.000 litros de agua para generar tan sólo un kilo de carne, y que según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 70% de agua utilizada a nivel mundial, es exclusivamente proporcionada para el sector agrícola, generando un promedio de 3000 litros por persona diarios sólo para el consumo de alimentos.
Considerando que de 7000 millones de habitantes, 2000 millones no cuentan con acceso de agua potable, conforme a los datos difundidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), siendo éste uno de los principales problemas a nivel mundial, no suena tan descabellada la idea de hacerse vegano, o al menos reducir el consumo de carnes.
Claro está que esta tendencia ha generado un dolor de cabeza para muchos, puesto que se se ha creado discrepancias a nivel social debido a las críticas, exceso de información y constantes mensajes, en ocasiones extremistas, por parte de organizaciones como PETA (People for the Ethical Threatment of Animals) al igual que de algunas personas que han adoptado este estilo de vida. No obstante el hecho de que una vaca genere mayor contaminación que un auto debido a la gran cantidad de metano que ésta emite en la atmósfera y que la industria ganadera sea una de las principales causas del efecto invernadero, vale cuestionar los argumentos que contrarian esta corriente.
Es aquí cuando el veganismo pasa de ser un simple estilo de vida a una causa humanitaria, ambiental, espiritual y moral. ¿Es entonces, después de todo lo mencionado, el veganismo el camino correcto? Aunque pareciera ser la solución a muchos de los males engendrados en la tierra y que para algunos esta filosofía es lo que para otros representa la religión o el sendero a seguir, para llevar una vida moralmente “correcta”; está de más mencionar que el veganismo no podría solventar todos los conflictos que acarrea la humanidad. Sin embargo, su propagación sería de gran ayuda en muchos aspectos.
A pesar de su crecimiento y popularidad en los últimos años, el veganismo, no es, ni será un estilo de vida preponderante. Ésto se debe, además de la influencia cultural, el entorno y la educación que se imparte en el hogar, a la poca producción comercial que facilitan las industrias. Hoy en día son pocos los países que cuentan con comercios únicamente dedicados a la venta de productos de origen vegetal y en consecuencia a ello el coste es superior a la de un producto en un comercio regular.
Para quien no está familiarizado con el tema, exigir comercios que suministren productos únicamente veganos, en lugar de adquirirlos en un establecimiento convencional, puede ser señal de extravagancia o capricho. Sin embargo, partiendo de que el veganismo es una concepción ética que excluye cualquier tipo de uso animal en la dieta, la ropa, cosméticos, cuidado personal y aseo, es necesesaria su inclusión en el mercado. Y aunque existen alternativas para la preparación artesanal de cosméticos y productos para el cuidado personal, en su mayoría las personas no disponen del tiempo para fabricarlos.
Es así como el veganismo a pesar de ser un concepto romántico que busca fomentar los valores y el amor por los animales, ha logrado encasillarse de igual forma como una filosofía de vida elitista, razón suficiente que ha llevado a muchos desertar.
Abigail Barreiro