Río de Janeiro, 26 oct (dpa) – Elogia la dictadura y ha insultado a negros, mujeres y minorías sexuales, pero el populista de derecha Jair Bolsonaro tiene buenas posibilidades de ser elegido este domingo presidente de Brasil.
Bolsonaro, un controvertido ex capitán del Ejército de 63 años, es el favorito para ganar la segunda vuelta de las elecciones frente al izquierdista Fernando Haddad, de 55, después de ganar la primera ronda el 7 de octubre impulsado por el voto de protesta de muchos brasileños hastiados de la corrupción y de la criminalidad en el país más grande y económicamente potente de América Latina .
Aunque su ventaja se contrajo ligeramente en los últimos días, Bolsonaro alcanzaba un 56 por ciento del voto válido en las última encuesta del instituto Datafolha, frente al 44 por ciento de Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT). Más de 147 millones de brasileños están llamados a las urnas.
Bolsonaro, calificado a menudo como el «Donald Trump brasileño» por su agresivo discurso contra las instituciones, capitalizó en los últimos meses la rabia y el descontento de los electores, y se quedó cerca de ganar en primera vuelta.
«Los electores dieron un mensaje muy claro de que quieren un cambio», consideró el politólogo Mauricio Santoro.
El ascenso de Bolsonaro «es el resultado quizá inevitable de una crisis política y económica muy dura en los últimos cinco años», dijo a la agencia dpa Santoro, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
Brasil está sumido desde hace años en una fuerte crisis institucional por los múltiples escándalos de corrupción destapados sobre todo por el caso «Lava Jato» («Lavado de autos»), dado a conocer en 2014, y que salpica prácticamente a toda la clase política.
A ello se suman los efectos de una dura recesión, que condujo a una contracción de – 7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) brasileño entre 2015 y 2016, y una ola de inseguridad.
El año pasado murieron más de 63.000 personas de forma violenta en el país sudamericano. Río de Janeiro, la segunda metrópoli del país, está desde febrero bajo intervención militar debido a los violentos enfrentamientos entre bandas criminales y las fuerzas de seguridad en las favelas.
Pese a que es diputado desde 1991, Bolsonaro consiguió presentarse como el candidato «antisistema» que representa la renovación. Sus propuestas centrales son armar a la población para combatir el crimen, y acabar con las viejas tramas corruptas.
«Aquí no habrá más lugar para corrupción», dijo recientemente el candidato del hasta ahora desconocido Partido Social Liberal (PSL), que tendrá la segunda mayor bancada en el próximo Congreso.
«Será una limpieza nunca vista en la historia de Brasil», agregó Bolsonaro en un video transmitido por su equipo. El ultraderechista no hizo campaña desde mediados de septiembre, después de resultar herido de gravedad en un ataque con un cuchillo durante un acto proselitista. Su campaña se centró después en las redes sociales, un terreno en el que se maneja con destreza.
La popularidad de Bolsonaro se apoya también en la creciente fuerza política de las iglesias evangélicas, afines a su rechazo del aborto y de los derechos homosexuales, y en el respaldo del poderoso sector agrícola, que espera más facilidades para explotar la Amazonía.
Las élites financieras lo apoyan sobre todo por su programa económico neoliberal, aunque sus intereses podrían diverger del tradicional nacionalismo económico de los militares.
Haddad, por su parte, llegó a la segunda vuelta impulsado por la alta popularidad del carismático ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), pero hace frente a un fuerte rechazo a su partido, que gobernó durante más de 13 años entre 2003 y 2016, debido a sus casos de corrupción.
Lula, preso desde abril por una pena a 12 años de cárcel por el caso «Lava Jato», quería postularse otra vez a la presidencia, pero el Tribunal Superior Electoral prohibió en septiembre su candidatura.
«Entre errores y aciertos, nuestros Gobiernos cambiaron la vida de millones de personas. Vamos a corregir los errores y ampliar los aciertos», prometió Haddad, ex alcalde de Sao Paulo y ex ministro de Educación de Lula, en el tramo final de la campaña.
Rabia, decepción y deseos de cambio
Muchos electores, sin embargo, no perdonan los casos de corrupción. «Yo trabajé en una empresa que fue muy corrompida por el PT», dijo a dpa Cristina Castro, una ex trabajadora de 57 años de Petrobras, la petrolera estatal que está en el centro de las investigaciones de «Lava Jato». «Yo voto por Bolsonaro porque soy anti-PT», agregó.
«Como negro yo amo a Bolsonaro y él es mi futuro presidente», señaló por su parte Gledison Rodrigues, un joven de 22 años que quiere ver un cambio en un «nuevo Brasil».
«Yo estoy aquí porque no quiero que me roben más», dijo Maria Eneida Santos, de 65 años. «Para Lula quiero la cárcel. Es un ladrón».
Incluso en los barrios más pobres, tradicionalmente más cercanos al PT, muchos electores piensan en votar por Bolsonaro.
«Bolsonaro es muy radical en las cosas que dice», señaló Antonia Luisa Oliviera, una ama de casa de 62 años de la favela Maré, una de las más convulsas de Río. «Pero no sé si creerle en todas las cosas que dice sobre las mujeres y otros temas. Me gusta que dice que se va a hacer cargo de la inseguridad».
Por Isaac Risco (dpa)