Madrid, 23 jun (dpa) – No hubo ningún otro maestro antiguo que influyera como El Greco en la pintura moderna. En plena celebración del cuarto centenario de su muerte, el Museo del Prado, en Madrid, abre la puerta a la modernidad en busca del rastro del pintor cretense en artistas como Picasso, Manet, Cézanne, Chagall o Pollock.
«Bienvenida la vanguardia al Prado de la mano de El Greco», proclamó hoy su director, Miguel Zugaza, pocas horas antes de la inauguración a cargo de la reina Letizia de una de las grandes exposiciones del museo en este año.
«El Greco y la pintura moderna», hasta el 5 de octubre, reúne 106 obras llegadas de destacados museos y colecciones privadas del mundo para mostrar la influencia determinante del artista cretense (Candia, 1541-Toledo 1614) en la pintura moderna.
De El Greco son 26, una exposición dentro de la exposición, alimentada en parte por la propia pinacoteca madrileña, que tiene en él uno de sus pilares con la colección más amplia de sus pinturas.
Solo siete de las que se muestran, además, han estado en la exposición central de Toledo, la ciudad adoptiva del pintor, que a lo largo de todo este 2014 del cuarto centenario está rindiéndole el homenaje que jamás antes se le había tributado.
Las dos obras que más influyeron en la visión de la pintura del siglo XX, «Laocoonte» y «La visión de San Juan», han llegado desde la National Gallery de Washington y el Metropolitan de Nueva York directamente al Prado.
A ellas se unen 57 pinturas y 23 dibujos y grabados de Manet, Cézanne, Picasso, Chagall, Kokoschka y Rivera, por citar algunos.
Porque El Greco está en los retratos estilizados de Modigliani, en las figuras filiformes de Giacometti, en los expresionismos centroeuropeos y en las angustiantes composiciones de Bacon. Y aparece también al otro lado del Atlántico en Orozco y en Pollock, entre otros.
«La exposición muestra cuál fue realmente el peso del pintor sobre varias generaciones de artistas que encontraron en él una fuente para la renovación estética, un compañero de viaje, un pintor que podían considerar de los suyos», dice Gabriele Finaldi, director adjunto de conservación e investigación de la pinacoteca española.
«Ni Goya, ni Velázquez, ni Rafael influyeron tanto en los modernos», proclama el experto.
Cuando Domenicos Theotocopoulos murió el 7 de abril de 1614 en Toledo, lo hizo por partida doble. Gran retratista y quizá el primer paisajista, dejó trás él una gran producción con la que transgredió las reglas del arte con sus figuras alargadas, el contraste de sus colores y sus composiciones lejos del canon renacentista.
Pero los primeros tres siglos que siguieron a su muerte lo dejaron al margen de toda influencia o consideración.
El XIX lo rescató del olvido con el afán, entre otros, del historiador del arte español Manuel B. Cossio (en la muestra está el retrato que le pintó Sorolla) y los pintores Santiago Rusiñol e Ignacio Zuloaga. A partir de ahí, su influencia no fue solo determinante para la pintura moderna, sino también duradera.
El Prado parte en la exposición de la fascinación que el pintor de «El expolio» y «El entierro del Conde de Orgaz» tuvo en los artistas franceses.
«Bañistas», prestado por el parisino Museo d’Orsay, y «La dama del armiño, según El Greco», que se exhibe junto a la original llegada de Glasgow, dan cuenta del claro influjo en Cézanne.
La pinacoteca dedica una sección propia a los pintores españoles y atraviesa el influjo sobre Picasso, el revolucionario de las artes plásticas del siglo XX y el artista al que influyó con más continuidad en su obra, según Javier Barón, comisario de la exposición y jefe del área de conservación del siglo XIX en el Prado.
Pasa por el orfismo, el movimiento artístico más vinculado a la obra de El Greco, exhibiendo el «Gitano» para el que su creador, Delanauy, se inspiró en «San Sebastián». Y Rivera evidencia la fusión entre el legado del cretense y el cubismo en «Adoración de la Virgen y el Niño».
Antes de llegar a América y la estimulación que supuso para los pintores norteamericanos del siglo XX, la muestra cruza los expresionismos, con especial atención al germánico.
«Nunca ninguna exposición se había propuesto analizar la influencia de El Greco sobre más de un siglo de producción moderna», asegura Finaldi, «y los resultados son realmente sorprendentes».
Por Sara Barderas
