Madrid, 7 sep (dpa) – Los primeros cien días del socialista Pedro Sánchez al frente del Gobierno español han estado copados de gestos: gestos para destensar las relaciones institucionales con Cataluña, gestos para provocar una reacción de Europa a la crisis migratoria y gestos para cerrar la herida abierta por el franquismo desde hace décadas.
Cataluña, tocada por la crisis del proceso independentista, ha sido uno de los desafíos del nuevo jefe del Ejecutivo, que llegó a la Moncloa el 2 de junio gracias, entre otras cosas, al apoyo de los partidos nacionalistas catalanes a la moción de censura impulsada por los socialistas contra el conservador Mariano Rajoy.
Apenas un mes después de ponerse al frente del Gobierno, Sánchez recibió en Madrid al jefe del Gobierno catalán, el separatista Quim Torra. Los titulares hablaban ya ese día de «deshielo» en unas relaciones bilaterales prácticamente rotas desde hacía años.
Sin embargo, la normalidad institucional está lejos de llegar. El «Govern» de Torra insiste en un referéndum soberanista pactado con Madrid, mientras Sánchez reitera los límites para negociar: la ley y la Constitución española, que no admite ese tipo de plebiscito.
Además, hay que tener en cuenta que Sánchez gobierna en minoría, con solo 84 escaños de los 350 que tiene el Congreso de los Diputados. Es decir, necesita el apoyo de otras fuerzas para poder sacar adelante iniciativas. Y, por tanto, tiene las manos atadas para impulsar una reforma de la Constitución, bien para permitir un referéndum en Cataluña o para diseñar un sistema territorial federal.
La gran incógnita es si, en este escenario incierto, el líder socialista logrará acabar la legislatura en 2020.
Sánchez llegó al Gobierno de forma inesperada y sorpresiva. Apenas unos días antes de la moción de censura que se votó en el Congreso de los Diputados, nadie pensaba que pudiera salir adelante. El apoyo de los partidos nacionalistas catalanes y vascos fue crucial y, al final de una semana de vértigo en España, Rajoy fue destituido.
El nombramiento de los nuevos ministros fue un golpe de efecto del nuevo mandatario, con nombres conocidos como el del astronauta Pedro Duque (Ciencia) o el del juez Fernando Grande-Marlaska (Interior), así como perfiles técnicos como el de la ex directora de Presupuestos de la Comisión Europea, Nadia Calviño (Economía).
Además, el gabinete quedó formado por 11 mujeres y seis hombres, una proporción nunca antes vista en España. «El nuevo Gobierno de España aspira a ser el fiel reflejo de lo mejor de la sociedad que aspira a servir», dijo el Sánchez al dar a conocer los nombres.
Aunque la dimisión del ministro de Cultura, el conocido periodista y escritor Màxim Huerta, solo una semana después de tomar posesión de su cargo (por informaciones sobre un presunto fraude) ensombreció ligeramente los primeros días de Gobierno, las encuestas lo avalaron.
El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de España situó a principios de agosto al Partido Socialista (PSOE) en primera posición por primera vez desde el año 2009.
«Los ciudadanos han acogido muy bien a este Gobierno y eso no es gratuito», dijo la vicesecretaria de los socialistas, Adriana Lastra.
Pero en estos cien primeros días, el Ejecutivo de Sánchez también ha recibido críticas. Y algunas de sus decisiones más mediáticas se han vuelto en su contra como un bumerán.
Es el caso del barco «Aquarius», que fue acogido por España con más de 600 migrantes a bordo después de que países como Italia y Malta les cerraran sus puertos. Lo que internacionalmente se vio en un primer momento como un gesto ejemplar en medio de la crisis migratoria en Europa, suscitó controversia cuando el Gobierno no ofreció las mismas condiciones a los migrantes que llegaron semanas después en otros barcos de rescate similares, operados por ONG.
La decisión de expulsar a un centenar de subsaharianos que asaltaron la valla fronteriza del sur del país, situada entre Marruecos y el enclave español de Ceuta, también provocó críticas.
La imagen internacional ha sido una de las prioridades de Sánchez en sus primeros cien días de Gobierno. Ha viajado a Bruselas, Berlín, París y Lisboa, así como a Latinoamérica, donde realizó una gira con paradas en Chile, Colombia, Bolivia y Costa Rica.
También ha dado que hablar la comunicación política de su equipo, que ha tratado de ofrecer una imagen cercana y novedosa del presidente, con fotografías de su día a día y de momentos de trabajo que le han valido la comparación con John F. Kennedy. De nuevo, gestos.
Por Ana Lázaro Verde (dpa)