MADRID (dpa) – La máxima categoría del fútbol español será testigo durante la próxima temporada del enfrentamiento directo de dos realidades de un mismo deporte: la opulencia del Real Madrid y el Barcelona se topará con el Éibar, un equipo de un pueblo minúsculo que encontró el éxito desafiando todos los cánones de la política económica de los deportes de élite.
El equipo vasco consiguió el ascenso a la máxima división por primera vez en su historia y consolidó una filosofía de modestia deportiva y un ejemplo institucional.
El Éibar pertenece a una localidad homónima de apenas 27.000 habitantes. Allí se especializan en la fabricación de bicicletas, máquinas de coser y especialmente de armas de alto calibre. De allí surge su apodo: «el armero».
Su estadio, el Municipal de Ipurúa, tiene capacidad para 5.250 espectadores, y el club apenas cuenta con 3.800 socios.
Sin embargo, el conjunto fundado en 1940 y que ya militó durante 27 temporadas en la Segunda División, puede darse el lujo de considerarse uno de los pocos clubes con su economía saneada en el fútbol español.
«Si nos dejan, claro que seremos un ejemplo contra el fútbol moderno. Pero es que no es nada difícil serlo: tanto tengo, tanto gasto», afirmó el centrocampista del equipo Jon Errasti, quien nació en la ciudad.
El club de Éibar, localidad ubicada a 42 kilómetros de Bilbao y a 50 de San Sebastián, cuenta hoy mismo con su economía saneada, no tiene ni un euro de déficit y mantiene el pago al corriente de todos los miembros del equipo, algo utópico en la actualidad del fútbol español, donde el 90 por ciento de los clubes de Primera y Segunda División tienen deudas multimillonarias.
Desde la década de 1950, cuando el equipo llegó a la segunda división, se estableció un lema de gestión que se mantendría hasta la actualidad: no gastar más de lo que se tiene.
Así, el club vasco se convirtió en un equipo de ejemplo institucional y sacrificio deportivo.
Durante la década del ’80, el Éibar, asentado en Segunda, se hizo famoso por sus defensivos planteos ante equipos poderosos que visitaban el estadio de Ipurúa: once futbolistas metidos prácticamente en su área y apostando a un juego físico al límite.
Lo que pocos sabían entonces era que esa plantilla tan denostada contaba con un portero que además era carnicero del pueblo, un mediocampista que ejercía como electricista y un delantero banquero. Un equipo que llevaba almohadas y sábanas en los autobuses para tener descanso en los viajes y equilibrar el esfuerzo entre el fútbol y sus trabajos.
Mientras Lionel Messi pasará a cobrar el próximo año una suma de 20 millones de euros (27,2 millones de dólares), el Éibar cuenta actualmente con un presupuesto anual de 400.000 euros y aún se mantiene con su economía intacta.
Para lograr tal hazaña, el club tuvo que ajustar sus cuentas al máximo y hasta necesitó de la ayuda de sus propios futbolistas: varios de los jugadores incorporados este año tuvieron que abonar desde su bolsillo parte de su licencia profesional, mientras que el 75 por ciento de la plantilla cobra el salario mínimo estipulado por el convenio de la Segunda División.
«Algunos cobran cuatro y otros tres, pero ninguno cobra ocho y otros dos. Preferimos que todos cobren más o menos lo mismo para impulsar la idea de ser una peña», afirmó el director deportivo, Fran Garagarza, a la revista «Jotdown».
Dada su ajustada economía, el club tuvo que prescindir del equipo filial hace dos años. Así, se construyeron convenios con equipos como el Celta de Vigo, que permiten incluso la cesión de jugadores sin pagar un céntimo al futbolista.
El Éibar es casi un extraterrestre en cuanto a políticas económicas de clubes españoles. De hecho, el club vasco protagoniza la paradoja de verse perjudicado a la hora de las incorporaciones debido a su excesiva honestidad y claridad de sus operaciones.
En decenas de oportunidades, el Éibar perdió la posibilidad de incorporar futbolistas, o incluso de mantener a jugadores en su plantilla, debido a que otros clubes ofrecen cifras y contratos suculentos que después nunca pueden pagar.
Un caso ejemplificador sucedió en 2006, cuando el Éibar disfrutaba de los servicios de Joseba Llorente, autor de 18 goles en la última temporada. Llegó el Valladolid, se llevó al delantero e inmediatamente ascendió a Primera. El Eibar descendió a la tercera categoría y recibió el dinero por el traspaso recién tres temporadas después.
«No puede ser que los clubes que no estén al corriente de pagos estén compitiendo de igual a igual. Ellos ofrecen más dinero a los jugadores que te interesan y después no les pagan. Y nosotros haciendo milagros para pagar al día. Eso es adulterar la competición», se quejó Garagarza.
Así y todo, los días actuales de ensueño del club vasco todavía se encuentran amenazados por una ley que podría, incluso, descender al Éibar a la tercera categoría del fútbol español por la vía administrativa.
El Consejo Superior de Deportes advirtió al equipo del norte de España que para agosto deberá presentar una ampliación de su capital a un mínimo de 2,1 millones de euros, es decir 1,7 millones de euros más de los que actualmente cuenta.
Esta cifra es la mínima estipulada por una ley de 1999, creada precisamente para que los clubes de Primera y Segunda mantuvieran una estabilidad económica a la hora de afrontar las temporadas.
El cálculo para llegar a tal cifra se obtiene del 25 por ciento del promedio de los presupuestos de todos los equipos de Primera y Segunda, exceptuando los dos presupuestos más altos y los dos más bajos.
«Nosotros tenemos que aumentar nuestra cifra capital cinco veces y se puede dar la paradoja de que una ley para sanear el fútbol se lleve por delante al club más saneado», se lamentó ante «Jotdown» Alex Aranzábal, presidente del club.
«¿Por qué me tienen que aplicar a mí un porcentaje sobre gestiones de otros clubes mal hechas? Me obligan a parecerme a quien no me quiero parecer», añadió.
Figuras conocidas de la región, como Xabi Alonso, ex jugador del club en 2000, Asier Illarramendi o el reconocido periodista Iñaki Gabilondo protagonizaron campañas a favor de la recaudación de los 1,7 millones de euros que necesita el club azulgrana para confirmar su ascenso.
Sin embargo, el propio Éibar fue el que volvió a destacarse: con el fin de evitar que cualquier jeque o multimillonario aparezca con una solución inmediata y altere la filosofía popular del club, se determinó que nadie que quiera aportar su granito de arena podrá abonar más de 100 mil euros.
Los casi dos mil hinchas habituales de cada temporada se conocen entre sí. No hay coches de lujo, novias de futbolistas con bolsos de Louis Vuitton ni anuncios publicitarios con las caras de los héroes. La familia del Éibar encontró finalmente en el ascenso a Primera el premio a tanto tiempo de dedicación y sacrificio.
Por Joaquín Cavanna