(dpa) – Desde hace días, los kurdos sirios sienten en carne propia el avance y los ataques de la milicia terrorista Estado Islámico (EI). Los yidahistas se encuentran cada vez más cerca de la ciudad de Kobane, en el norte de Siria.
A diario llueven decenas de granadas en la ciudad kurda situada junto a la frontera con Turquía. Al mismo tiempo, la milicia islámica siembra terror exhibiendo imágenes de sus armas a través de Internet. Muestran a sus oponentes y al mundo entero sus tanques, artillería pesada y combatientes, dispuestos a cualquier cosa.
Son manifestaciones habituales de la milicia terrorista que se ha convertido desde hace tiempo en un peligro para todo el mundo. Hasta ahora, los ataques aéreos de la coalición internacional no pudieron detener a los extremistas en Siria. Tampoco otros grupos rebeldes, kurdos o las tropas del régimen pudieron contener a EI.
Pero no sólo el poder militar hace a este grupo tan peligroso, ya que en muchos países hay yidahistas que ejercen la violencia. Sin embargo, el IS no se contenta con llevar a cabo ataques y desestabilizar un Estado. La visión de la milicia es mayor: quiere destruir el viejo orden político y construir un Estado propio al que denomina «califato islámico».
Las viejas fronteras que trazaron alguna vez los británicos y los franceses ya no se aplican a ellos. Quieren extender su poderío también a los vecinos Siria e Irak.
El Estado Islámico no es sólo una milicia terrorista, escribió recientemente en el diario «Süddeutsche Zeitung» el director del Instituto para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP) en Berlín, Volker Perthes. «Sería más correcto hablar de un proyecto de construcción del estado yihadista», concluyó.
Para muchos, este objetivo puede ser una ilusión. Sin embargo, de hecho, los extremistas ya lograron erigir estructuras cuasi estatales en gran parte de Siria e Irak. Cobran impuestos e imponen con violencia sus reglas morales.
«Los tribunales de la sharia» condenan a las personas que violan la interpretación radical de la ley islámica. El IS exporta petróleo y acumula millones. Incluso los yidahistas ya habrían expedido su propio pasaporte.
El Estado Islámico y su líder Abu Bakr al-Baghdadi -llamado «Califa Ibrahim»- lograron gran parte de lo Osama bin laden, el ex líder del grupo terrorista Al Qaeda, sólo podía soñar.
Hace rato ya que el IS le quitó la supremacía a Al Qaeda. Como califa», Al-Baghdadi reclama para sí el liderazgo de todos los musulmanes en el mundo.
Sobre todo, el EI se ha convertido en una grupo atractivo para jóvenes musulmanes. Una y otra vez se informa de combatientes que se unen a los yihadistas. Entretanto, decenas de miles luchan en las filas o codo a codo de la milicia terrorista. Muchos sunitas se unieron a los extremistas porque se sienten discriminados por el gobierno chiíta en Irak y el régimen alauita en Siria.
La política de los líderes en Bagdad y Damasco impulsó una gran milicia, que tras la caída del Saddam Hussein luchó inicialmente como rama de Al Qaeda en Irak contra el ejército de Estados Unidos. Entremedio cambió varias veces de nombre.
Cuando intervino en la guerra civil de Siria y se fue expandiendo en el país vecino comenzó a ganar reconocimiento como «Estado Islámico en Irak y Siria» (Isis). Pero Al Baghdadi quería tener bajo su control a todos los yihadistas en Siria y eso produjo la ruptura con Al Qaeda.
Sin la unión con la red terrorista comenzó a allanarse el camino para el jefe yidahista, que no demoró en autoproclamarse califa y darle el nuevo nombre de «Estado Islámico» a su milicia.
Quien quiera proceder contra EI necesitará tiempo. El poder militar por sí solo posiblemente no será suficiente, pues quien quiera derrotarlo también tendrá que destruir su idea y su visión.
Sin embargo, los kurdos en el norte de Irak demostraron que los extremistas no son invencibles. Hace unos días los peshmerga iraquíes liberaron varios lugares que habían caído en manos de la milicia terrorista.
Por Jan Kuhlmann