Egipto comienza de nuevo tras más protestas y una nueva Constitución

egiptoEl Cairo, 19 dic (dpa) – Cuando dos desconocidos se encuentran por primera vez en Egipto es habitual que al principio se den datos clave como si uno está casado, si tiene hijos, la religión, la profesion y el lugar de origen. Pero desde hace unos meses este ritual de conocimiento comienza la mayoría de las veces con la siguiente pregunta: «¿El derrocamiento de los Hermanos Musulmanes por parte del Ejército fue un golpe de Estado o una segunda revolución?».

Si el preguntado ofrece la respuesta deseada, la conversación prosigue de forma armónica, pero si la respuesta es la «incorrecta», suele dar paso a una acalorada discusión.

Y es que si Egipto echa la mirada atrás verá un año repleto de protestas y violencia. Tras el fracaso de los Hermanos Musulmanes, un gobierno de transición apoyado por los militares lleva las riendas del país y por ahora los únicos optimistas son los fans del general Abdel Fatah al Sisi.

Tras casi tres años de «revolución», Egipto es un país profundamente dividido. Por una parte están los Hermanos Musulmanes y los seguidores de varios partidos radicales pequeños de corte islamista. Sus adversarios son los admiradores del ministro de Defensa Al Sisi.

Y todo aquel que no se una a uno de esos dos bandos corre el riesgo de enemistarse con ambas partes. El ejemplo más reciente de esta polarización son las actuales protestas de los defensores de los derechos humanos y de grupos de izquierda, que exigen una prohibición de los juicios militares contra civiles. Los activistas, muchos de los cuales fueron encarcelados en la era del presidente Hosni Mubarak -derrocado en 2011- y la del presidente islamista Mohamed Mursi, vuelven a ser considerados «traidores» y tienen que soportar de nuevo las palizas durante las manifestaciones.

Pero, ¿cómo se ha podido llegar a esta polarización de la sociedad? ¿Qué fue de todo aquel entusiasmo de 2011? Ya a fines del año pasado empezaron a incrementarse las críticas por la forma en cómo los Hermanos Musulmanes comenzaron en poco tiempo a expandir su poder a todas las instituciones del Estado con métodos violentos.

Toda es insatisfacción desembocó a fines de junio en una acción de protesta que sacó a las calles del país a millones de personas. La cúpula del Ejército, insatisfecha con el estilo de gobierno de Mursi, reaccionó con determinación y rápidamente. Derrocaron a Mursi. El jurista de escaso carisma Adli Mansur se convirtió en el presidente interino y el Ejército anunció que se iban a reformular algunos artículos de la Constitución que habían aprobado los musulmanes y que se iban a convocar nuevas elecciones.

En las semanas que siguieron al derrocamiento del presidente, los Hermanos Musulamames se movilizaron. Ocuparon plazas y protestaron contra el golpe de Estado. Las protestas se vieron acompañadas de ataques de milicianos islamistas que atacaron tanto a la policía y al Ejército como edificios cristianos.

Las fuerzas de seguridad desalojaron el campamento de protesta de los Hermanos Musulamanes el 14 de agosto y ese día murieron más de 600 personas. En unas pocas semanas se detuvo a la cúpula de los Hermanos Musulmanes casi al completo. La organización islamista, que estuvo prohibida con Mubarak, fue de nuevo declarada ilegal por decreto. Incluso se castiga el símbolo «rabea», en el que se ven cuatro dedos de una mano estirados y con el que los islamistas recuerdan el desalojo de su campamento de protesta en la plaza Rabea al Adwiya.

El gobierno de El Cairo hace oídos sordos a los llamamientos de gobiernos occidentales, que advierten contra que apartar por completo a los Hermanos Musulmanes del proceso político. Los adversarios de los Hermanos Musulmanes ya han creado su propio gesto: tres dedos levantados en recuerdo del día en el que Mursi fue derrocado, el 3 de julio.

Para el cómico egipcio de Mursi Bassem Yusif, crítico con lo que está sucediendo, todo es un absurdo. Yusif, cuyo programa de televisión en el canal privado CBC fue suspendido después de haberse burlado de los seguidores de Al Sisi, escribió recientemente en el diario «Al Shorouk»: «El ciudadano queda triturado entre aquellos que muestran cuatros dedos y aquellos que muestran tres. Y tiene que contenerse para levantar el dedo corazón».

El politólogo de El Cairo Hassan Nafea considera que elucubrar sobre si la crisis proseguirá el año próximo es como mirar los posos del café. «Hay muchas cosas poco claras todavía. La situación de la seguridad en el país sigue siendo inestable». Al igual que muchos observadores, él también opina que todo depende de cómo evolucione el proceso constitucional. El gobierno de transición le merece poco respeto: «Hasta ahora, todos los gobiernos (desde 2011) han intentado robar a la revolución sus ideales».

La hoja de ruta del Ejército para esta época de transición prevé antes que nada un referéndum para aprobar los cambios realizados en la Constitución. La votación probablemente será enero. En un máximo de dos meses después se elegirá un nuevo Parlamento y poco después se realizarán las elecciones presidenciales. El jefe de los militares Al Sisi todavía no ha dicho claramente que se presentará a la jefatura del Estado, pero no sólo sus seguidores están convencidos de ello. Si Al Sisi concurre, su victoria se puede dar casi por segura, pues algunos potenciales rivales ni siquiera osarían a concurrir con él.

El resultado de las elecciones legislativas es difícil de predecir, pues «si los partidos islamistas participan, entonces no conseguirán más del 40 por ciento de los sufragios», estima Hasan Nafea. Los grupos de protestas temen que regrese la vieja guardia de la era Mubarak. Podrían concurrir como independientes, si no los han condenado por corrupción antes.

Por Anne-Beatrice Clasmann