Egipto busca al «superhombre» que ponga fin al caos

egiptoEl Cairo, 24 may (dpa) – Los egipcios están llamados a las urnas los próximos lunes y el martes para elegir a un nuevo presidente, en los segundos comicios presidenciales que se celebran desde el derrocamiento de Hosni Mubarak en el marco de la revolución de 2011 y en los que se de da por segura la victoria del ex jefe del Ejército Abdel Fattah al Sisi.

Las encuestas no dejan lugar a dudas y si nada falla, Al Sisi, de 59 años, se convertirá en el nuevo jefe de Estado, algo que provoca desconcierto en Occidente, que simpatizó con las protestas contra Mubarak. Representantes de gobierno y expertos se preguntan por qué los egipcios optarán de nuevo por un militar para dirigir el país.

La respuesta más frecuente que se escucha en el país es muy sencilla: «¡Estamos hartos del caos!». Y parece no importar que algunas fuerzas que llevan las riendas de la campaña de Al Sisi también contribuyeron a ese caos.

Pero esas cuestiones más académicas recibirán una respuesta rápida en los próximos días: los resultados oficiales definitivos de la votación se anunciarán el próximo 5 de junio.

En cualquier caso, los casi 54 millones de egipcios llamados a las urnas apenas tienen otra elección: el único candidato que reta Al Sisi es Hamdien Sabahi, con quien comparte el entusiasmo por el presidente socialista Gamal Abdel Nasser, que gobernó el país desde mediados de los años 50 hasta su muerte en 1970.

Sabahi, cercano al pueblo, ya se presentó a las elecciones de 2012 como candidato de la izquierda, en las que quedó tercero, por detrás de Mohamed Mursi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, quien alcanzó la presidencia, y del «antiguo régimen», Ahmed Shafik.

Las últimas encuestas sitúan a Sabahi muy por detrás de Al Sisi, precisamente el ejecutor de la destitución de Mursi en un golpe militar en julio de 2013, que siguió a protestas masivas contra el gobierno del presidente islamista, que era también el primero en salir elegido en las urnas por los egipcios.

Las opciones de Sabahi se consideran tan escasas, que los egipcios ya hacen bromas sobre él: en una parodia de la escena de «Titanic», un Jack (Leonardo DiCaprio) a punto de morir dice a su amada: «Sé que no hay esperanza, pero prométeme que votarás a Sabahi».

Mientras Mursi y otros funcionarios de los Hermanos Musulmanes -entretanto ilegalizados y declarados organización terrorista- se pudren en prisión, el carisma de Al Sisi es ensalzado por sus seguidores y los medios estatales, que han comenzado a promover una especie de culto a su persona con tintes cada vez más grotescos.

En vista de la aguda «sisi-manía» que parece dominar Egipto, un grupo de frustrados activistas e intelectuales llegó a decir satíricamente que el actor estadounidense Kevin Spacey, que interpreta a un político sin escrúpulos que quiere llegar a la presidencia en la serie «House of Cards», podría retar al mariscal de campo como el candidato «Kevin al Spacey».

El Ejército egipcio ha ganado la actual lucha de poder a los antes tan populares Hermanos Musulmanes. La estrategia de éstos de presentarse como «mártires» de la libertad no parece haber funcionado.

Y es que no han sido las únicas «víctimas»: incluso los críticos de los militares que no simpatizan con los Hermanos Musulamens fueron acallados en los últimos meses con una nueva ley que regula el derecho de manifestación y otras medidas intimidatorias impulsadas por los militares.

Y es que la actual lucha de poder en Egipto no gira en torno al islam. Al fin y al cabo, Al Sisi es apoyado incluso por una parte del movimiento radical salafista y el devoto mariscal tiene en el frente la oscura mancha del rezo, mientras su mujer cubre su pelo con un velo muy ceñido, un look muy extendido ahora entre la clase media egipcia.

La mayoría de los egipcios quiere como presidente a una especie de superhombre con rasgos de dictador, aseguró recientemente Tamer Abu Arab en un comentario para el diario cairota «Al Masry Al Youm», expresando su frustración: «Malgastamos nuestro tiempo si intentamos convencer a los seguidores de Al Sisi de que no deben votarlo porque existe el riesgo de que se convierta en dictador. Y es que lo apoyan precisamente porque quieren un dictador».

Por Anne-Beatrice Clasmann