Londres, 6 nov (dpa) – Todo empezó un miércoles 6 y terminó en otro miércoles 6: fue un «embarazo» de nueve meses exactos en el que Rafael Nadal voló más allá de los límites de lo imaginable para recuperar el trono del tenis mundial.
Lo que se inició el miércoles 6 de febrero bajo la brisa veraniega del Pacífico en Viña del Mar, Chile, se completó hoy, miércoles 6 de noviembre, al borde del Támesis en la fría, gris y lluviosa Londres del final del otoño europeo.
En el medio, 17 torneos, una serie de Copa Davis, diez títulos, 73 partidos ganados, apenas seis perdidos, 192 sets disputados y 8.524 minutos de batalla en todas las superficies en 11 países diferentes: Chile, Brasil, México, Estados Unidos, Mónaco, España, Italia, Francia, Reino Unido, Canadá y China.
«No te voy a engañar y decir que no crea que esto sea algo especial… Volver y ganar todo lo que he ganado este año, son cosas que no se ven muy habitualmente», admitió el español de 27 años horas antes de derrotar hoy al suizo Stanislas Wawrinka por 7-6 (7-5) y 7-6 (8-6) para asegurarse el número uno de la temporada 2013, quizás el logro más importante de su carrera. Lo celebró con dos saltos y puño apretado mientras muy adecuadamente sonaba «Héroes» de David Bowie.
Nadal ya había sido el mejor del año en 2008 y en 2010, pero desplazar del trono al serbio Novak Djokovic en la temporada que está por terminar supera, por mucho, lo que a sus 27 años se creía capaz de hacer. Y lo hizo sin presentarse en el Abierto de Australia y cayendo en la primera ronda de Wimbledon: a su ranking de número uno le faltan los puntos de dos de los cuatro Grand Slam.
Difícil prever tanto éxito en aquel nervioso regreso al tenis en febrero, punto final a 223 días sin jugar oficialmente debido a una doble lesión de rodilla. Nadal no había aún vuelto a ser Nadal. Ataviado con una peculiar combinación de zapatillas naranjas, pantalón corto verde marino, camiseta violeta y vincha blanca, el español no sólo sufría una confusión cromática de la que el sobrio atuendo de Londres ya no exhibió rastro esta semana. Lo mortificaban, sobre todo, dudas tenísticas.
¿Sería capaz de volver? En los primeros compases del 6-3 y 6-2 sobre el argentino Federico Delbonis, al grupo que acompañaba a Nadal se le encogió el corazón. El poderoso zurdo que intimidaba a sus adversarios saltando cual canguro en los vestuarios no se movía como antes. Ni rastros de su deslizamiento hacia la izquierda sostenido sobre sus fuertes piernas para lanzar la temible derecha paralela que es marca de su juego. Nadal tenía miedo, miedo de exigir en exceso su rodilla y volver a lesionarse.
Lo admitiría dos meses después, con la mirada perdida en el Mediterráneo, durante una entrevista con la agencia dpa en Montecarlo: «Tengo que pensar en positivo, no puedo pensar que en siete meses me olvidé de jugar al tenis. El único miedo, y claro que tengo miedo y lo sigo teniendo, es cuándo voy a sentir que la rodilla va a estar al cien por cien».
Ese miedo era casi físico en Viña del Mar, un torneo en el que perdió una final increíble ante el argentino Horacio Zeballos, un hombre que jugó el partido de su vida. Siguió con dudas en Sao Paulo -inusual torneo sobre arcilla y bajo techo-, pero le alcanzó para alzar su primer título del año. Las dudas se acabarían en Acapulco, un torneo ya más exigente y en el que fulminó a su compatriota David Ferrer por 6-0 y 6-2 en la final.
Nadal ya era Nadal. Tanto, que alzó el trofeo también sobre el cemento de Indian Wells, un torneo que dudó hasta casi último momento acerca de si debía jugarlo debido al temor que le generaba la dura superficie. Desde Brasil hasta Francia encadenaría ocho torneos -Sao Paulo, Acapulco, Indian Wells, Montecarlo, Barcelona, Madrid, Roma, Roland Garros-, ocho finales y siete títulos. Sólo Djokovic lo frenó en Montecarlo.
El mundo del tenis abría la boca de asombro y no era capaz de cerrarla. Nadal, entretanto, admitía que sus temores íntimos ya no podían ser públicos: «Intento decirlo lo menos posible, con la boca pequeña, porque los resultados están siendo tan buenos que de cara a mis rivales no es momento de analizar como estoy».
Nadal se refería a la rodilla, una obsesión que ronda su mente incluso en sus días de mayor éxito, incluso hoy. Esa rodilla le impidió hacer lo que más le gusta, practicar deporte. Frenó su voraz apetito competitivo, todo un drama para el grupo que lo rodea, porque hay que aguantar a un Nadal que, sin el tenis, compite a fondo en golf, póker o lo que se le cruce.
«Si algún día las molestias van a más y no puedo seguir habrá que tomar alguna decisión para curar definitivamente el tema de la rodilla», lanzó en aquel mayo mágico en el que lo ganó todo.
Los resultados indican que las molestias están controladas y que el foco de Nadal puede apuntar ya sin reparos al desafío lanzado por su compatriota Manolo Santana este año: «Rod Laver es el mejor tenista de todos los tiempos, ganó dos veces el Grand Slam. Pero Rafa le quitará ese título dentro de dos o tres años».
Andre Agassi cree que no hace falta que siga ganando, que Nadal ya es el mejor de todos los tiempos. ¿Y Roger Federer? El suizo suma 17 trofeos de Grand Slam, pero no gana uno desde julio de 2012. Con sus resultados en declive, la temporada 2014 se perfila como parteaguas histórico, el año en el que Nadal podría respirarle en la nuca a su histórico rival y preparar el «sorpasso» que quizás sus rodillas demoraron.
Por Sebastián Fest