De España a Turquía del tirón; un trámite para poder llegar y recorrer Georgia, Armenia y Azerbaiyán en 28 días.
Son las ocho de la mañana y el viaje ya cobra vida bordeando la costa asturiana y recogiendo el arena del Cantábrico que irá a parar al mar Negro y al mar Caspio, de donde también viajará su arena a lomos de Lusi para Asturias y ser vertida en el Cantábrico; idea, dicho sea de paso del “PUNTA A PUNTA” que celebra BMW, solo que aquí no se lleva agua del norte al sur o del sur al norte, sino del Cantábrico a estos dos mares, Negro y Caspio.
Con olor a mar y sensación de viaje, el meridiano de Greenwich se queda atrás, encontrándome con gente por el camino que me reconoce y esperando en el puerto de Barcelona para embarcar rumbo a Italia. Grimaldi, la compañía naviera no es desconocida, y de todos es sabido que siempre sale y llega con retraso aunque está vez, se llevo el premio al mejor del mejor, THE FIRST, 7 horas de retraso que se fueron pasando con charlas entre moteros que se iban a otros lugares con sus motos y repasando mapas de las zonas del Cáucaso.
Es necesario coger autovías y autopistas y se hace eterno, aburrido pero es lo que hay. El precio de la gasolina esta vez ha superado al de mis anteriores viajes por Italia llegando a pagarla a 1, 71 euros litro…SI SI 1, 71€.
Vamos avanzando, ya estamos a punto de embarcar hacia Igoumenitsa (Grecia), y allí nos encontramos con más viajeros, este Albert, un hombre con sus cerca de 80 años y su BMW GS 1200 con la que ha hecho una vuelta al mundo y recorrido un montón más de países, esta vez, se iba a dar una vuelta por Grecia y luego ya vería…
Atravesando Grecia, la moto aparece en una cala de ensueño que descubrí el año pasado en mi viaje a la India, allí está, tan bonita como la primera vez que la vi, unas fotos, movemos las motos y continuamos, eso sí, por carreteras comarcales paralelas al Egeo, para darnos un descanso de tanta autopista.
FRONTERA GRECIA – TURQUÍA
Esta vez, ya más tranquila y rápida que el año pasado y “sin controles policiales cada dos por tres; hay que tener en cuenta que en mi viaje a la India cuando atravesé este país habían ocurrido los atentados de Estambul y en pleno viaja otro más del que ya me enteré más tarde.
En Unye, precioso sitio de la costa turca, NOS PILLA EL RADAR, nos enteramos que aquí, las motos en autovías no pueden pasar de 90, eso sí, los autobuses pueden pasarte como cazas, adelantarte por la derecha, todos sin casco, pero…dos motos seguidas llaman mucho la atención, así que nos traemos una multa de recuerdo, bueno, ellos dicen que nos pasamos de velocidad, pero nada vimos.
El trámite de atravesar Europa esta hecho, y la frontera de Georgia está cada vez más cerca, ese que dicen se tarda dos horas en pasar y nos encontramos CON OTRO ESPAÑOL, Agusti, otro viajero que se va a uno de esos países del TAN…..¡ siempre hay alguien que va más lejos que tu!…
Estamos en la frontera entre Turquía y Georgia; Por Turquía rápido y sin problemas, tan solo un funcionario que pregunta si venimos desde España con las motos haciendo un gesto entre el asombro y la locura; nos advierte de que tengamos cuidado por el país georgiano. Me habían contado que tardaríamos sobre dos horas en pasar el lado de Georgia y una inmensa caravana de camiones y coches de kilómetros se va quedando a nuestra derecha y avanzamos los tres, Agustí, Berto y yo…Estamos delante y guardamos escrupulosamente el turno, hasta que un policía, para sorpresa nuestra nos manda pasar, y en menos de media hora estamos en el país.
¿Qué cómo conducen?, pues “a lo georgiano”, jjejejej… Enseguida nos damos cuenta del contraste entre la antigua Unión Soviética y la modernidad y forma de vida europea; en Georgia la mayoría de la gente se identifica más con los europeos. Según mi humilde opinión, es una mezcla entre Kosovo, Macedonia y la Rusia “rica”, la que además ostenta de ello con coches de alta, altísima gama que circulan acelerando a cada salida como si de un circuito se tratará.
Casas normales se mezclan en Batumi, la frontera, con edificios enormes y modernos.
Toca buscar un lugar para dormir y se acerca a nosotros un todo terreno, era “EL GENERAL”, un hombre mayor que nos enseña su carnet de general jubilado y nos dice que tiene unos apartamentos de lujo que Berto fue a visitar mientras Agustí y yo nos quedábamos allí al cuidado de las motos, resulto que de lujo tenía, un ascensor al que había que echar monedas para subir, jejejej….retrocedemos y nos acercamos a los 15 kilómetros más o menos que nos separan de la frontera donde habíamos visto muchos hoteles.
Entramos en una calle sin asfaltar, como todas las que en Georgia están fuera de las principales carreteras y preguntamos, después de negociar el precio de 195 GEL, contando una batalla que nos hacia dividir nuestro presupuesto para atravesar el mundo…. Nos lo dejan en 120 GEL….
Una buena ducha, y quedamos los tres para cenar, a pie de playa, eso sí, después de una merecida cerveza georgiana, rica y de medio litro (por cierto aquí en Georgia la tasa de alcohol es 0,0).
La charla en la playa con Agusti se hace corta, estamos a gusto y eso se nota, disfrutamos de esa noche y supongo que de aquí ya ha nacido una nueva y buena amistad con este viajero.
Toca dormir y descansar, los viajes largos son como las maratones, poco a poco y con cabeza para dosificar bien todo, como se dice en la montaña “empezar como un viejo para terminar como un joven”.
Perderse forma parte del viaje, es una de las mejores cosas que nos puede pasar para vivir realmente la aventura y el disfrute de un gran viaje, PERDERSE ES ENCONTRARSE, sin estresarse por ello, ¡seguramente tras perderse se encuentra siempre algo más bonito aún o al menos diferente!: No se puede estar pendiente todo el día de estas cosas, para mi hay que dejarse llevar!
Los georgianos, en principio son gente muy acogedora y servicial, y aunque al principio parecen serios en cuanto tú les das una sonrisa ellos te la devuelven.
En Batumi, visitamos el famoso monumento del amor, que cuenta la historia de Ali, un musulmán que amaba a Nino una princesa georgiana separados por cuestiones de índole político-religiosas y que una célebre escultora del país represento con dos esculturas de unos ocho metros que se juntan en un intenso abrazo y beso para volverse a separar.
La ciudad es una preciosidad, y las avenidas lujosas contrastan con las anticuas y viejas casas de la era soviética, esto en el centro, porque a las afueras ya son calles sin asfaltar con casas todas viejas y mercados callejeros, caóticos y llenos de coches.
Continuamos avanzando dirección a Mestía y atravesamos una reserva natural de belleza indescriptible con sinuosas curvas que hay que tener cuidado al trazar porque el asfalto es muy malo y la moto va rebotando continuamente. Nos paramos en un puesto de pescado al lado de la carretera polvorienta, no sabemos si era del lago de la derecha o del mar del otro lado, aún así y a pesar del polvo tenía pinta de muy fresco, pero como no era plan de llevarse un pescado en la moto, nos compramos unas avellanas naturales y muy ricas.
Paisajes, casas georgianas, vacas y cerdos atravesados en la carretera, como en la India, salpican este singular paisaje, a veces también con esculturas de la antigua Unión Soviética que siguen en su lugar pero muy descuidadas.
Estamos camino de Mestia, ya en el corazón de Georgia, tocará subir unos 1500 metros por complicadas carreteras, pero llegaremos, y dormiremos en un gran hotel, “una tienda de campaña”.
Elsi Rider