Para muchos pequeños y grandes empresarios o autónomos siempre hay momentos en la vida en los que por diversas causas llega a su mundo empresarial o personal el momento más temido… “delegar”, y es que aunque son muchos los que dicen que es sano y necesario, no siempre es tan “sano” ni es una buena decisión, delegar es poner en manos de otras personas tú trabajo, tú marca, tus relaciones con los clientes, la estabilidad de tu empresa y se supone que se hace para poder estar tranquilo o poder dedicarse a temas que impiden seguir con la lucha y las labores diarias…
¿En quién podemos delegar?
Esa es una pregunta que muchas veces se piensa y que más dudas suele generar, ¿un familiar?, ¿la pareja?, ¿un empleado de confianza? ¿O una persona que nunca se espere semejante responsabilidad?
Cuando se comienza a pensar en nombres, personas y sus capacidades las dudas hacen que la elección sea más y más difícil… siempre nos podemos encontrar con el empleado “trepa” que quizás aproveche ese tiempo para tomarse libertades no asignadas o para su propio uso y disfrute personal de nuestros recursos y contactos.
También podemos confiar en la familia, que también pueden aprovechar esa situación para hacer ver a los demás que el apellido no lo es todo y que puede cuidar el negocio sintiéndolo como algo suyo… o que puede pensar que la empresa es suya y tomar decisiones desacertadas…
Tenemos a la pareja con la que quizás comiencen roces y discusiones por su manera de hacer las cosas o por sus decisiones no consultadas basándose en el amor y la confianza en lo personal…
Y también tenemos al empleado de confianza que quizás quiera hacer más de lo que le pedimos y al final no hará nada de lo esperado… y no nos podemos olvidar de esa persona que nunca ha deseado un cargo de responsabilidad y que de la noche a la mañana se ve al frente de un negocio y que te consultará absolutamente todo, por tanto “ya no estás delegando”
¿Motivos para no delegar?
Cuando una persona ha creado su empresa o negocio desde cero la palabra “delegar” le produce ulcera, a no ser que su cuenta bancaria tenga muchos ceros y su mente sea capaz de olvidarse de lo bueno o malo que estarán haciendo los demás.
Si una persona “delega” pero se pasa el día llamando para ver cómo van las cosas, revisa todo lo que hacen los demás, y encima se tiene que guardar sus opiniones… no vale la pena hacerlo, pues te acabarás encontrando con las frases tipo, ¿No confías en mi?, ¿Para qué me mandas hacerlo sí nada te parece bien?, etc etc…
Para muchos trabajadores la palabra delegar es sencilla de decir y de entender, para los pequeños empresarios es un drama en muchos momentos de su vida.
Tarde o temprano hay que delegar en algo, pero todos sabemos que nunca nos gustará la manera en la que el resto servirá la mesa, usará nuestras redes digitales, escribirá una noticia, seleccionará un nuevo contenido, o…. nos dirá “nos va bien, puedes estar tranquilo”, ¿Nos va bien?, no… no puede ir bien cuando un negocio es una marca personal, ustedes cuando van a la peluquería quieren que les corte el pelo la persona que se lo corta bien, cuando se toma un café desea que se lo ponga la persona que se lo hace “a su gusto”, cuando va a comprar ropa desea que la persona que le atienda le conozca y sepa sus gustos…
Delegar no es fácil, y muchas veces es mejor optar por el camino del sacrificio, renunciar a vacaciones, dormir menos, mal comer, mal vivir, estresarse, robarle tiempo al día o hacer todo lo posible para que nuestra marca, nuestro sueño o nuestro proyecto no cambie “en nada”.
Una vez me dijo una persona muy inteligente… “En la vida tendrás tres cosas que nadie más tendrá… a tú madre, tú tiempo y tus decisiones”.
¿Pregunta al aire?
¿Sí usted tuviera una gran o pequeña empresa, un hijo o una hija, una madre o un padre, una novia o un novio, una moto o un coche, un perro o un gato? ¿De verdad dejarían en manos de otras personas su cuidado, su bienestar, su formación o educación o sus sueños?
Les seguiré contando…
Nacho Bermúdez.