¿Cuánta culpa tuvo el emperador alemán en la Primera Guerra Mundial?

La Primera Guerra MundialBerlín, 25 jul (dpa) – El rey de Prusia y último emperador de Alemania, Guillermo II, podría resultar hoy una figura casi cómica, con su gran bigote, el reluciente uniforme y su distintivo casco prusiano con un pincho.

Sin embargo, durante su reinado, el «kaiser» fue la persona más fotografiada y filmada del mundo. Y, sin duda, una de las más poderosas de su tiempo. Como tal, ¿cuál fue su responsabilidad en el estallido de la Primera Guerra Mundial?

Las opiniones al respecto son dispares. El historiador británico John C.G. Röhl, que dedicó al emperador alemán una biografía de tres tomos, llega a la conclusión de que el «kaiser» tuvo «una gran culpa, quizás la mayor de todas».

Por el contrario, el historiador alemán Wolfgang J. Mommsen respondió a Röhl con el libro «¿Tuvo el Kaiser la culpa?», en el que emite otro juicio: «El emperador no tuvo la culpa de todo. Las clases dirigentes que instrumentalizaron a la monarquía para satisfacer sus intereses políticos y sociales tuvieron una responsabilidad mucho mayor en las decisiones que llevaron al estallido de la Primera Guerra Mundial».

El australiano Christopher Clark, por su parte, adjudica en su éxito de ventas «Sonámbulos» la responsabilidad a muchos de los actores políticos, militares y diplomáticos de la época, que a su juicio actuaron con suma negligencia.

Si se analizan los hechos queda claro que el emperador alemán no quiso ir a la guerra de forma incondicional. Se echó atrás por lo menos en dos ocasiones e intentó frenar la maquinaria bélica ya puesta en marcha.

La primera ocasión llegó cuando el reino de Serbia reaccionó aceptando la mayoría de las demandas del draconiano ultimátum que le impuso el imperio austrohúngaro después de que fuese asesinado el 28 de junio de 1914 en Sarajevo el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del imperio.

Guillermo se mostró entonces aliviado y afirmó que de esta forma desaparecía «toda razón para la guerra». El entonces ministro de Guerra de Alemania, Erich von Falkenhayn, constató consternado que el «kaiser» «ya no quiere más la guerra y está decidido por ello incluso a dejar plantada a Austria».

El canciller Theobald von Bethmann Hollweg, sin embargo, torpedeó los esfuerzos en pos de la paz al retocar otensiblemente la reacción del emperador en un mensaje a Austria. La verdadera opinión de Guillermo II de que Austria no debía comenzar la guerra nunca llegó a Viena.

«Si Guillermo hubiese tenido el poder que se le supo atribuir, podría haber intervenido en estos momentos para influir en el curso de la historia», señala Clark. Pero eso no ocurrió y al día siguiente, el imperio austrohúngaro declaró la guerra a Serbia.

Guillermo emprendió otro intento de impedir la catástrofe en el último minuto. El 1 de agosto mandó parar las tropas poco antes de la frontera con Luxemburgo pese a las airadas protestas del jefe del Estado mayor Helmuth von Moltke, alentado por noticias de que Londres no intervendría.

Cuando la información resultó ser falsa, el emperador germano cedió a la presión de sus militares. «Ahora puede hacer lo que quiera», dijo a Moltke.

Tras el inicio de la guerra, el emperador fue despojado de poder rápidamente por sus generales. «El Estado mayor no me dice casi nada y tampoco me pregunta», se quejó en noviembre de 1914. «Si se creen en Alemania que yo mando al Ejército, se equivocan mucho. Tomo té y salgo a caminar y de vez en cuando me entero de que se hizo esto o lo otro». Al final de la guerra, el emperador fue forzado a abdicar y a exiliarse en Holanda.

Por Christoph Driessen