Nueva York, 6 nov (dpa) – ¿Un Manhattan con aires de Managua? Con el futuro alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, nada es imposible. Y es que el demócrata elegido este martes para dirigir la metrópolis más carismática de Estados Unidos tiene un pasado de izquierdas que lo llevó incluso a visitar y defender la Nicaragua sandinista.
Con su pelo canoso cuidadosamente cortado y su informal pero siempre pulcra vestimenta, poco en este hombre de 52 años recuerda al joven desgarbado de barba y melena alborotada que, en los años 80, se unió a un grupo de apoyo a la revolución sandinista en un Estados Unidos que bajo Ronald Reagan financiaba en esos momentos a la Contra nicaragüense. El entonces veinteañero De Blasio incluso viajó, a finales de la década, a Nicaragua a distribuir alimentos y medicinas.
El nuevo alcalde nunca ha ocultado su pasado de izquierdas, que aunque más moderado -ahora se define como «progresista liberal»- sigue blandiendo y de hecho utilizó durante su campaña a la alcaldía.
Pero en su biografía oficial no hay mención alguna a esa época, con un salto cualitativo desde el final de sus estudios universitarios a su primer empleo público, en el equipo del primer alcalde negro de la metrópolis, David Dinkins (1990-93).
Entre medias sin embargo tuvo lugar esa «admiración sandinista en Nicaragua», según recordó el diario «The New York Times» a finales de septiembre.
Unas simpatías que lo llevaron a trabajar entre 1987 y 1988 para el Quixote Center, un grupo de «justicia social» con sede en Maryland que en esos momentos organizaba entre otros envíos de ayuda a Nicaragua. Fue al término de ese trabajo cuando viajó al país centroamericano.
De vuelta en Nueva York, y ya trabajando como ayudante de Dinkins, siguió sin embargo vinculado a Nicaragua un tiempo, entre otros como voluntario de la Red de Solidaridad con Nicaragua del Gran Nueva York, según el «Times».
La revelación de este pasado de una izquierda a menudo demonizada en Estados Unidos no fue bien recibida por muchos medios del país que también se hicieron eco en las últimas semanas de otros pecados imperdonables para los sectores más conservadores, como su luna de miel con su esposa afroamericana y también activista social, Chirlane, en La Habana en 1994.
«No parece importar que los camaradas de De Blasio acabaran revelándose como codiciosos totalitarios que se robaron el botín de guerra», criticaba en las últimas semanas una columna del «Wall Street Journal».
El artículo del «Times» subrayaba que hoy en día De Blasio «es crítico con la represión de los sandinistas a disidentes, pero que dice que ha aprendido de ese tiempo en el que trataba de ayudar al país centroamericano».
«Mi trabajo se basaba en intentar crear un mundo más justo e inclusivo» porque «tengo un deseo activo de mejorar la vida de la gente», dijo De Blasio al rotativo neoyorquino. Para cumplir ese deseo, ahora no tendrá más que asomarse a la ventana de su propia oficina en el corazón de una de las ciudades más fascinantes pero también más desiguales del país.
Por Silvia Ayuso