Castro y Horrach : Una pareja inquebrantable hasta que llegó la infanta

5897053wPalma, 6 feb (dpa) – Son un tándem envidiable y temible frente a la corrupción. El juez José Castro y el fiscal Pedro Horrach forman una pareja unida por el empeño de combatir una lacra que en mayor o menor medida azota toda España. Pero la buena sintonía entre ellos se quebró cuando la infanta Cristina se cruzó en su camino.

«La química entre el juez y el fiscal se ha roto. Eran íntimos y ahora parecen contrincantes», constató un abogado que los trata a medios españoles, después de que Castro imputara a la hija pequeña del rey Juan Carlos y la citara a declarar como tal este sábado.

Esa imputación ha enfrentado a juez y fiscal. Hasta entonces, el criterio de ambos había sido unánime en el «caso Nóos», el caso de corrupción por el que desde hace más de dos años investigan desde Palma de Mallorca al marido de la infanta, Iñaki Urdangarin.

Juntos tuvieron al ex deportista declarando 22 horas la primera de las dos veces que fue llamado a hacerlo como imputado.

El juez, andaluz nacido en Córdoba hace 68 años, y el fiscal, mallorquín dos décadas más joven, cimentaron una relación personal a fuerza de trabajar durante años codo con codo, de día y de noche, compartiendo también presiones.

Trabajadores infatigables, comparten gusto por los automóviles deportivos, aunque al juez Castro le apasionan también las motos. Ambos son afables y nerviosos. Y en el tribunal no dejan que se escapen los acusados, tanto con retórica como con vehemencia.

Castro no pertenece a ninguna asociación profesional, pero lo consideran progresista. Horrach, hijo de ricos hoteleros de Mallorca, no deja ver ideología y tampoco está en una asociación.

La desunión ha llegado al tándem con la imputación de la infanta Cristina. El magistrado ve indicios en su actuación de un delito de blanqueo de capitales y de otro fiscal como copropietaria junto a Urdangarin de la empresa Aizoon.

A ella se habría desviado un millón de euros de dinero público desde el Instituto Nóos, la organización vinculada al mundo del deporte al frente de la cual Urdangarin y su socio se habrían apropiado de seis millones.

Horrach asegura que la infanta desconocía las actividades de su marido. Y acusa a Castro de basar su imputación en «una teoría conspiratoria». Incluso le ha advertido de que «no se puede imputar ni castigar a nadie por lo que es, sino por lo que ha hecho».

El juez ya imputó a la infanta en abril pasado al ver indicios de complicidad con su marido y ya discreparon con aquella imputación, que días después anuló la Audiencia de las Islas Baleares. Con la nueva se abrió el abismo, jurídico y quizá personal.

Muchas de sus investigaciones conjuntas en las Islas Baleares culminaron en juicios con condenas a cargos públicos. Juntos, por ejemplo, llevaron al banquillo al ex ministro de José María Aznar y ex presidente del gobierno regional balear Jaume Matas, protagonista de uno de los escándalos de corrupción más sonados de los últimos años en España: el «caso Palma Arena».

De su investigación de cómo se dobló el gasto de construcción de un pabellón deportivo salieron más de una veintena de causas judiciales por corrupción. Una de ellas, el «caso Nóos».

Castro ha tenido siempre más protagonismo que Horrach. No porque lo buscara este hombre parco en palabras con los medios, a los que no da entrevistas, sino porque como instructor tiene la última palabra. Lo llamaron «juez justiciero» cuando imputó a Urdangarin.

Al fiscal tampoco le gusta el protagonismo en la prensa. Pero su oposición a la imputación de la infanta y sus duras palabras con Castro por ella le han dado un papel protagónico.

«Se corre un grave riesgo de que la toma de declaración de doña Cristina de Borbón verse sobre reproches éticos y no sobre hechos presuntamente delictivos», indicó en un escrito criticado por la opinión pública y asociaciones judiciales. No recurrió la imputación porque la propia infanta renunció a hacerlo.

Ante una ciudadanía que cree mayoritariamente en las encuestas que hay razones para la imputación de la infanta y entre la que ha cundido la idea de que la Justicia no es igual para todos y da un trato de favor a la hija del rey, Horrach ha acabado convirtiéndose en una suerte de ogro frente al justiciero juez.

No pocos creen que intenta proteger a la infanta, haciendo en verdad flaco favor a una monarquía cuya buena imagen se llevó por delante el «caso Nóos». «Cuando haya una tercera república vamos a tener que rendir homenaje a los que hoy están intentando blindar a la casa real, porque están haciendo justo lo contrario», en palabras del dirigente de Izquierda Unida (IU) José Luis Centella.

Por Sara Barderas