Brasil y Alemania se citan para conquistar el oro que no tienen

Río de Janeiro, 18 ago (dpa) – Brasil y Alemania, dos auténticos pesos pesados con nueve títulos del mundo entre ambos, se asomarán el sábado a un escenario inédito: el reto de ganar su primera medalla de oro en el fútbol de unos Juegos Olímpicos.

La cita será en el estadio Maracaná, allí donde los locales se ganaron ayer su lugar en la final aplastando sin miramientos a Honduras 6-0. Los germanos, por su parte, vencieron 2-0 a Nigeria en el Arena Corinthians de Sao Paulo. Y en ambos casos el resultado final guardó exacta relación con el desarrollo de lo ocurrido en la cancha.

«Me dio pena y me siento avergonzado de lo que hizo hoy mi equipo». En una frase, Jorge Luis Pinto, entrenador de los hondureños, hizo el resumen perfecto de lo acontecido bajo el calor asfixiante del mediodía carioca. El conjunto centroamericano fue una (mala) caricatura de lo que venía mostrando en el resto del torneo. Entonces, este Brasil que arrancó a los tumbos y, como dijo su técnico Rogério Micale, «creció durante la competición y sobre todo en los momentos importantes», armó un festival para deleite de sus hinchas.

Los locales alcanzan el partido decisivo en un estado óptimo. «Llegamos a la final jugando el fútbol que la gente ambicionaba ver desde hace mucho tiempo», sacó pecho el entrenador en la conferencia de prensa después de la goleada. Y tiene bastante razón.

Micale modificó el funcionamiento del equipo en el último partido de la primera fase contra Dinamarca. Incorporó a Luan en la delantera, y dio más libertad a Neymar para aparecer por donde le parezca conveniente. El invento no solo funcionó (Brasil ganó 4-0 dicho encuentro) sino que se fue perfeccionando.

Hoy, la movilidad de los cuatro delanteros es por momentos incontrolable, Renato Augusto se suma con criterio desde la línea de volantes, Douglas Santos sube por la izquierda y entre todos arman un ataque temible y contundente.

«Pero además somos un equipo que lucha y transpira», apuntó Micale. «Y si ante Honduras marcamos un gol a los 16 segundos fue porque Neymar fue a presionar a los defensores rivales bien arriba en cuando la pelota se puso en movimiento». Los números lo avalan: Brasil todavía no ha recibido ningún gol.

La otra carta de triunfo de los locales es, claro, Neymar, «un monstruo», según lo calificó su técnico. El astro del Barcelona empezó el torneo con el pie cambiado. Volvía de sus vacaciones del verano europeo, seguía sin resolver las cuestiones fiscales que le persiguen en España y cargaba con la responsabilidad de ser el referente que conduciría a su país a la medalla de oro. Nada le salía bien. Los medios brasileños llegaron a decir que la gente quería cambiar su camiseta por la de Marta, la capitana de la selección femenina.

Pero después de superar el posible naufragio, Neymar es el «jugador franquicia» que todos esperaban. Ante Honduras abrió y cerró el marcador, asistió a Gabriel Jesús, tiró el centro en el gol de Marquinhos y fue un dolor de muelas permanente para la defensa catracha. Ya nadie quiere regalar su camiseta. Hoy es el estandarte para soñar con el oro.

Alemania es otra cosa. Aunque su camino en los Juegos tuvo cierto paralelismo con el brasileño. Los germanos, sin grandes apellidos en sus filas pero con un equipo que viene creciendo junto desde hace años, ascendiendo desde las categorías juveniles, también padeció en el inicio del torneo.

Un empate 2-2 con México y otra igualdad, 3-3, lograda en tiempo de prolongación contra Corea del Sur, sembraron ciertas dudas sobre las posibilidades del conjunto de Horst Hrubesch, pero los representantes del país campeón del mundo tuvieron suerte. En la última fecha del grupo su rival fue Islas Fiyi, el resultado fue 10-0 y a partir de ese momento no pararon más. En cuartos de final arrasaron 4-0 a Portugal y ayer fueron muy superiores a Nigeria.

Así, quedaron a un paso de lograr, al igual que Brasil, el primer oro de su historia en el fútbol. Aunque cabe aclarar que sí lo conquistó en su día la República Democrática Alemana, campeona en Montreal 1976.

«Desde niño miraba los Juegos Olímpicos y soñaba con ellos», confesó el veterano técnico alemán tras la victoria. «Y ahora, a mi edad, ya tengo asegurada una medalla de plata».

Hrubesch es una buena muestra de la transformación vivida por el fútbol de su país en la última década. A los 65 años, aquel centrodelantero gigantón y torpe apodado «La Bestia de los Cabezazos» conduce un equipo fiel a las normas que rigen a la selección campeona del mundo. Lo definió el propio Micale: «Salen jugando con el arquero, se mueven agrupados, se conocen muy bien, tienen un funcionamiento muy automatizado. En definitiva, son un equipo».

Le falta a Alemania algo más de jerarquía individual. Por eso, ante Nigeria debió esperar hasta el minuto 88 para sentenciar el resultado. Pero tiene armas suficientes para esconderle la pelota a Brasil y complicarle la medalla que más anhela.

¿También para dejarlo sin ella? Eso parece más difícil. Pero la historia también juega. Ya hubo un Maracanazo en el estadio de la final. Y existió un 1-7 de alemanes a brasileños hace apenas dos años.

«Lo que pasó ya pasó y no se puede cambiar. Nosotros queremos escribir nuestra propia historia», señaló el arquero local Weverton. «Ahora todo es posible», contesta del otro lado el alemán Klostermann. El sábado hablará la pelota, en la mejor final que el fútbol podía ofrecerle a Río 2016.

Por Rodolfo Chisleanschi