Por Susanne Rytina (dpa) – Presumir, fanfarronear, mostrar superioridad: este comportamiento se suele atribuir a los hombres. Sin embargo, también existe el narcisismo femenino. Este está más disimulado y se expresa en el perfeccionismo, el afán compulsivo de aumentar el rendimiento y un ideal de belleza extremo, dice la psicoterapeuta Bärbel Wardetzki.
Mientras que los hombres generalmente se consideran a sí mismos grandiosos, la autoestima de las mujeres muchas veces oscila entre la megalomanía y complejos de inferioridad.
«Yo, más yo, más yo todavía»: así describe el psiquiatra austriaco Reinhard Haller el credo narcisista. «Se rebasa ampliamente una dosis normal de narcisismo que todo el mundo necesita para desarrollar una autoestima sana», dice Haller, que dirige un centro para el tratamiento de toxicómanos.
Las características clásicas del narcisismo son el egocentrismo, el interés personal, la sobrevaluación de la propia persona y una convicción, sin espíritu crítico, de la propia grandeza. «El narcisista necesita el aplauso como un toxicómano necesita la droga», explica Haller.
«Las mujeres narcisistas tantean constantemente el terreno para saber cómo pueden gustar», señala Bärbel Wardetzki. Cuando su forma de actuar resulta exitosa, se sienten como las más estupendas, las mejores, las más guapas, agrega la psicoterapeuta. «Piensan que sólo las quieren si son especiales». El aspecto externo es para ellas extremadamente importante. Belleza, delgadez, una apariencia juvenil: todo tiene que ser perfecto.
Al fin y al cabo, el antídoto contra el narcisismo es el interés sincero de parte de amigos, la pareja o terapeutas, considera Wardetzki. Se trata, por ejemplo, de lograr que la amiga excesivamente vanidosa entienda lo siguiente: «Te quiero tal como eres y no por lo que eres capaz de hacer o por tu aspecto».
El dilema es este: muchas veces, un narcisista no se interesa realmente por la otra persona. «La convivencia con narcisistas es muy dura», dice Haller. «Ellos sacan de ti por todos los medios reconocimiento y elogios. Para ellos, la otra persona es un instrumento».
Para los prójimos, muchas veces puede servir de ayuda entender qué es lo que se esconde detrás de la fachada narcisista. Generalmente, el narcisismo lo van desarrollando niños mimados o descuidados, explica el psiquiatra social Hans-Werner Bierhoff. Si uno ha recibido poco amor en la casa paterna, buscará siempre el reconocimiento. Por el contrario, si el niño crece rodeado de mimos y sobreprotegido, no aprende a desarrollar una imagen realista de sí mismo.
Según Bierhoff, es poco probable, en términos generales, que los narcisistas cambien su comportamiento, porque generalmente son los otros los que tienen un problema con ellos, no ellos con sí mismos. En el caso del narcisismo femenino, disimulado, la situación es diferente: las mujeres sufrirían mucho si se tambaleara su autoestima.
Esas personas pueden liberarse de su prisión narcisista si están dispuestas al autoanálisis y a la autorreflexión, con la ayuda de un psicoterapeuta y algún curso, asegura Bierhoff. El objetivo, explica el psiquiatra social, consiste en lograr que el narcisista ahonde en su verdadera personalidad y se aleje de los extremos.