Adiós a Gerard Mortier, el «enfant terrible» de la ópera

6024464w-360x239Madrid, 9 mar (dpa) – Brillante y controvertido, el belga Gerard Mortier insistió en abrir los horizontes de la ópera hasta su muerte, que tuvo lugar la noche del sábado en Bruselas a los 70 años de edad a causa de un cáncer de páncreas diagnosticado hace más de un año.

Llamado el «enfant terrible» de la ópera por su espíritu agitador, innovador y vanguardista, hace tan solo unos días, el ex director artístico y hasta hoy consejero del Teatro Real de Madrid se despidió del coliseo con un mensaje en el que proclamaba: «¡Viva el Teatro Real!».

En él, Mortier (Gante, Bélgica, 1943) agradecía a su sucesor, Joan Matabosch, su caballerosidad por mantener algunos de sus proyectos tras su polémica destitución al frente del Real, tras tres años de aplausos y éxitos pero también de duras críticas por parte de sus detractores.

«Esta temporada será de un gran atractivo para el público y confirmará la presencia internacional que el Teatro Real ha logrado», afirmó Mortier en su misiva, en plena lucha contra el cáncer.

Ya no podrá ser testigo de ello, pero Mortier deja al Teatro Real un legado de renovación en el panorama operístico, de apuestas arriesgadas y contemporáneas. Una de las más recientes, con gran éxito de público y de crítica, fue el estreno mundial de «Brokeback Mountain», la primera pasión homosexual sobre las tablas del coliseo madrileño.

El belga, uno de los gestores culturales más importantes del mundo, fue duramente criticado a lo largo de su trayectoria y en algunos sectores llegó a despertar un rechazo cerrado. «Recibo cartas con insultos», contaba hace unos meses.

Directo y sin pelos en la lengua, sus polémicas declaraciones en el diario español «El País» le llevaron a ser destituido al frente del Real tras tres años de gestión. En la entrevista, Mortier amenazaba con irse si se le dejaba fuera de las deliberaciones para elegir a quien lo sucedería en 2016, cuando finalizaba su contrato.

La destitución fue fulminante, mientras se encontraba en Alemania recibiendo tratamiento para el cáncer, pero más adelante llegó a un acuerdo con el coliseo para ejercer como «consejero artístico», lo que le permitió seguir batallando para garantizar su legado.

El proyecto de Mortier en la capital española no dejó indiferente a nadie. El público más conservador criticó la ausencia de ópera española y su renuncia al repertorio tradicional. Sus defensores, por el contrario, alabaron sus apuestas arriesgadas.

«La escena operística en España estaba un tanto adormecida. Y desde que Mortier asumió la dirección del Real, el público se rejuveneció (…) Es un luchador», dijo el reconocido cineasta austriaco Michael Haneke, quien estrenó en Madrid con gran éxito su versión de «Così fan tutte», su segunda aventura en la ópera.

Antes de aterrizar en España, durante su gestión en París (2004-2009) Mortier también terminó abiertamente enfrentado a determinados círculos, pero después de que se fuera, en 2009, muchos lo añoraron.

En Salzburgo (1992-2001), donde llegó tras haber convertido La Monnaie de Bruselas en un lugar de referencia europeo, despertó un gran rechazo en una parte del público, pero acabó recibiendo una oferta para renovar por cinco años más que él rechazó.

Mortier llegó a Madrid desde la Ópera de Nueva York, donde abandonó el proyecto antes ponerse al frente, al ver que el presupuesto con el que contaba se reducía a la mitad.

Ya en la capital española decidió prescindir de un director musical fijo y apostar por directores rotativos, lo que también le valió críticas. Pero, según los entendidos, tanto la orquesta como el coro del Real, que renovó completamente y al que dotó de mayor importancia, mejoraron tras su paso por el coliseo.

Siempre directo y claro, levantó ampollas cuando aseguró ante los medios de comunicación que a los cantantes de ópera españoles les faltaba estilo.

Uno de sus fracasos fue el intento de erigir una ópera iberoamericana desde Madrid. Los puentes que quería tender con los teatros del otro lado del Atlántico, muchos arruinados, no fueron posibles.

«Cuando me vaya del Real quiero dejar un aparato musical a nivel europeo. Esa es mi misión», dijo Mortier meses antes de morir.

Por Ana Lázaro Verde