Londres ya es denominada como la capital europea de ataques violentos con ácido. Y va camino de convertirse en la capital mundial. De momento, y según ATSI (Acid Survivors Trust International), Reino Unido ya es el país donde más casos se denuncia en todo el mundo. Asimismo, son cada vez más las bandas, o incluso individuos, los que optan por adquirir este tipo de productos para después utilizarlos contra sus víctimas. Tan fácil como acercarse a ella y rociar con el ácido una parte de su cuerpo para causar un daño, muchas veces irreversible.
Todavía no se conocen los datos de 2020 pero lo que sí es público es el récord que se obtuvo en 2019. Año en el que un total de 465 ataques con ácido tuvieron lugar en la urbe londinense. Hace apenas 8 años, en 2012, la cifra ni siquiera alcanzaba el centenar.
El resto de Europa no se libra del problema. Según ASTI, las cifras de ataques con ácido podrían incluso alcanzar los 3.000 al año. En Italia se registraron 17 agresiones con ácido en 2016. Uno de los casos más conocidos es el de la modelo italiana Gessica Notaro, finalista del concurso Miss Italia 2007, a la que su exnovio roció con ácido en 2017, cuando tenía 28 años, para vengarse de su ruptura. En España, el pasado mayo una chica de 17 años fue agredida con ácido en Caspe, Zaragoza.
En la mayoría de países, el ácido es un arma accesible y muy barata. Colombia registra unos 100 ataques con ácido al año (uno de los ratios per cápita más altos), y unas 400 mujeres serían desfiguradas al año en Pakistán por sus esposos o suegros según ASTI, aunque solo se han documentado oficialmente unos 1.500 casos en los últimos 10 años.
En Bangladés se contabilizaron 400 casos en 2002 (no hay cifras oficiales más recientes) y en Uganda se produjeron 382 ataques entre 1985 y 2011. Camboya, que en 2000 registraba cerca de medio centenar de agresiones con ácido, ha logrado disminuir las cifras hasta 17 al año, según Human Rights Watch (HRW).
Países como India, Pakistán, Camboya, Colombia o el Reino Unido han aprobado leyes para controlar la venta de tales sustancias, pero en la práctica la aplicación de la legislación sigue siendo muy débil.
Por Santiago Fontenla
Por Santiago Fontenla