Maduro y su plan para terminar con las empresas privadas

Hace casi una semana el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció en cadena nacional una nueva fórmula mágica para “la salvación de la economía venezolana”: la pócima para la restructuración monetaria.

Esta burla oficialista demostró una vez más, la infinita capacidad de improvisación y de patética gestión gubernamental que mantiene el gobierno venezolano y que cada día empobrece más a la nación. Simplemente hablamos de un gobierno que además de ser dañino es incompetente, ya que no posee ni siquiera un asesor económico que sirva de algo.

El disparate de eliminar cinco ceros a la moneda para “disfrazar” la realidad inflacionaria del país ya parece absurdo, pero más absurdo es pretender engañar a los empleados y a los empresarios venezolanos, utilizando al Petro como indicador económico para reconocer el valor del trabajo.

Sin embargo, aunque Nicolás Maduro intente “calmar las aguas” mediante majaderas cortinas de humo, la realidad de Venezuela es bien conocida por todos. Y ya es tan evidente la destrucción económica que existe en ese país, que ninguna mentira del régimen la puede tapar. El nuevo sistema económico es simplemente un fraude descarado al trabajador y a la economía.

Para que un país tenga una economía sustentable tiene que existir un constante crecimiento de las fuerzas productivas del país, y en Venezuela el aparato productivo está hecho cenizas, cenizas que por cierto no van a resurgir como el “fénix”, sino que cada vez se acicalan más dentro de la paupérrima realidad económica venezolana.

Hace menos de 10 años, un trabajador en Venezuela podía todavía “vivir” de su sueldo, pero ahora es imposible. El sueldo mínimo en Venezuela no alcanza ni para una bolsa de arroz.

Y es que resulta demasiado irracional que todo el trabajo de un mes, en Venezuela no llegue ni para las compras del supermercado.

Entonces nos preguntamos: ¿cómo vive la gente? ¿cómo vive un empleado común en Venezuela? Pues muy sencillo: pasando hambre. Esa es la realidad, los venezolanos se mueren de hambre y no es una exageración, es un hecho tangible y palpable desde hace meses.

En la Venezuela de los años 70, un trabajador cualquiera con su salario podía adquirir casa, coches, electrodomésticos e incluso vacaciones. Ahora no solamente no puede darse ningún lujo, sino que ni siquiera come. ESA ES LA REALIDAD. Aunque el gobierno de Nicolás Maduro y su cúpula de acomodados intente pintarnos otra Venezuela muy distinta.

Esta nueva reconversión monetaria es, en palabras muy sencillas, un ataque directo al trabajador, pero sobre todo a las pocas empresas que aún producen en Venezuela. Es una embestida tremenda al sector empresarial venezolano.

Si ya Venezuela está hecha trizas, y su economía ha tocado fondo de manera dramática, con la nueva reconversión muchos empresarios se verán en la penosa necesidad de cerrar las puertas de sus empresas porque, cómo harán para pagar las nóminas de sus empleados con el nuevo “salario mínimo”. Es que simplemente no se dan abasto, es insostenible en términos prácticos y reales.

Lo irónico es que este diabólico y criminal “Socialismo del siglo XXI” supuestamente rescataría a Venezuela de la corrupción y de los “desmanes” económicos que había originado en su momento Acción Democrática y COPEI. Y quienes creyeron esa vil mentira hoy dicen: “Es que éramos felices y no lo sabíamos”.

Pues sí, Venezuela era un país feliz, un país que lo tenía todo y que ahora no tiene absolutamente nada. El gobierno de narcotraficantes que sacude violentamente a Venezuela ha socavado la actividad económica y la producción en su totalidad. No existe ningún trabajo “digno” actualmente en Venezuela, porque ni el sueldo más alto resiste la implacable inflación.

El Petro y la oferta del salario mínimo a 1.800 soberanos es una cortina de humo que no restablecerá el poder adquisitivo. En Venezuela lo que hay es una emisión de dinero inorgánico, dinero que no tiene respaldo porque todo el oro del país está hipotecado, todas las reservas de Venezuela se perdieron por culpa de unos ignorantes que por su ambición descontrolada despellejaron a un país que lo tenía todo y le sacaron hasta el último centavo.

Esa es la realidad. Venezuela está hipotecada, con una gasolina a precios dolarizados y con un “carnet de la patria” que representa una cachetada al venezolano, una humillación a la dignidad de sus ciudadanos que tienen que escapar de la crisis como sea.

S.A.P