Bogotá, 5 ago (dpa) – Juan Manuel Santos será recordado como el presidente que le puso el punto final a una historia de cinco décadas de guerra de las FARC, el principal grupo guerrillero que ha existido en Colombia y que hace menos de dos años depuso las armas para participar en actividades políticas legales.
Al jurar por primera vez como presidente, hace ocho años, Santos anunció que su Gobierno tenía «las puertas abiertas» a una negociación con los alzados en armas y tiempo después dijo que terminaría satisfecho su gestión si lograba firmar la paz con ese grupo para «ahorrarle miles de víctimas al país».
Y el rostro de satisfacción de Santos por estos días es elocuente, cuando se apresta a salir este martes del palacio presidencial para dedicarse a su nuevo rol de jubilado de la vida pública tras ejercer dos mandatos como jefe de Estado (2010-2014/2014-2018).
El empeño por llegar a un acuerdo con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) le generó una fuerte oposición en un país polarizado en el que muchos no ocultan el odio por un grupo que durante 52 años estuvo detrás de asesinatos, secuestros, abusos sexuales y desplazamientos forzados, entre otros delitos.
Pero el economista y periodista, que el próximo viernes cumplirá 67 años, se salió con la suya y logró lo que hasta no hace mucho era impensable: que las FARC entregaran sus armas para crear un partido político y que sus miembros se acogieran a un tribunal especial que los debe juzgar. Por eso ganó el Premio Nobel de la Paz en 2016.
«Pude haberme quedado quieto. Pude haber seguido la inercia de la guerra en la que ya había sido exitoso, como me lo sugirieron muchos. Pero ni mi conciencia ni la historia me lo hubieran perdonado», dijo Santos el 20 de julio al presentar su último balance en el Congreso.
A Santos lo antecedieron 11 presidentes desde la década del 60 que enfrentaron, con diverso grado de intensidad, los rigores del conflicto con las FARC. Varios de ellos fracasaron en intentos de llegar a un acuerdo de paz.
Su antecesor inmediato, Álvaro Uribe (2002-2010), impulsó una ofensiva militar que en gran medida creó las condiciones favorables para el diálogo con un grupo golpeado que en los gobiernos de Ernesto Samper (1994-1998) y Andrés Pastrana (1998-2002) se ufanaba de ocupar poblados por varios días y de propinar derrotas al Ejército.
Repasando sus ocho años de mandato, Santos no duda por un momento en que el acuerdo con las FARC, en noviembre de 2016, es el principal legado que deja al país, si bien el Gobierno fue criticado por algunas demoras en la implementación de varios de sus puntos.
Iván Duque, quien lo sucederá tras ganar las elecciones de junio, ha anunciado que promoverá modificaciones al acuerdo, lo cual ha provocado aplausos de sus partidarios, críticas de quienes afirman que el pacto se debe respetar porque está empeñada la palabra del Estado y una gran incertidumbre en torno al futuro del mismo.
Pero Santos es optimista. Cree que el país ya no puede dar marcha atrás en la búsqueda de la paz total y se escuda en el aval dado por la Corte Constitucional al acuerdo de paz.
«(Los puntos del acuerdo) están blindados. No lo digo yo. Lo dice nuestra Corte Constitucional, que aprobó por unanimidad el Acto Legislativo de la Paz y señaló que durante los próximos 12 años ninguna entidad del Estado puede tomar decisiones en contravía del acuerdo», afirma con confianza.
Más allá del tema de la paz, Santos asegura que en estos momentos el país «es mejor que hace ocho años» porque la mayor parte del presupuesto estatal se invierte ahora en la educación y no en Defensa.
Asimismo, destaca que la tasa de desempleo se ha mantenido durante meses por debajo del 10 por ciento, que más de cinco millones de personas salieron de la pobreza más extrema y que la educación en los colegios públicos alcanzó el 100 por ciento de gratuidad.
A diferencia de sus antecesores, Santos anticipó que se retirará de la vida pública y que seguirá el ejemplo de Belisario Betancur (1982-1986), el único de los ex presidentes colombianos vivos que no opina sobre política.
«Me voy a dedicar a estar con mi familia, consentir a mi primera nieta, Celeste. Tengo proyectos para dictar conferencias y clases. Lo único que no voy a hacer es molestar a mi sucesor», afirmó hace poco en declaraciones al diario bogotano «El Tiempo».
Por Rodrigo Ruiz Tovar (dpa)