Lima, 23 jun (dpa) – Alejado del público, con riesgos de volver a prisión y como espectador de un duelo político entre dos hijos, el ex presidente peruano Alberto Fujimori cumplirá mañana seis meses en la libertad que recobró por un indulto dado por el entonces mandatario Pedro Pablo Kuczynski.
En ese tiempo casi no se ha visto a Fujimori, de 79 años, quien permanece enclaustrado ahora por voluntad propia en una lujosa casa con piscina en Lima. Según expertos, el alquiler no cuesta menos de 5.000 dólares mensuales, cifra que presuntamente es pagada por allegados.
Las pocas veces que ha mostrado su rostro ha sido en la llegada a una clínica para supervisiones de rutina por sus problemas de tensión arterial, que según su médico, el ex ministro Alejandro Aguinaga, pueden causarle accidentes cardíacos.
El verdadero estado de salud del ex mandatario, a quien también se le diagnosticó «depresión moderada» y aparición en la boca de heridas con potencial cancerígeno, es un misterio. Médicos independientes no creen en los supuestos informes que llevaron a Kuczynski a darle la libertad por razones humanitaria, cuando solo había cumplido 10 de los 25 años de cárcel.
El silencio político de uno de los más controvertidos líderes que haya tenido el Perú podría relacionarse con su promesa de no inmiscuirse más en el tema, pero también podría ser por prevención, pues sabe que amplios sectores populares lo quieren de nuevo en la cárcel y se han movilizado para ello.
Fujimori, condenado a 25 años de cárcel como autor mediato de 25 asesinatos perpetrados en su Gobierno (1990-2000), tiene razones para temer. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) le pidió al Estado y las partes comprometidas reexaminar el indulto, lo que implicará procesos que atenderá en libertad.
La resolución de la Corte IDH divulgada este mes da razones para las que el indulto no proceda: Fujimori no pagó las multas, no se recuperaron todos los cuerpos y el perdón se dio en el marco de una crisis política. Sin embargo, no toma una decisión. «La Corte zafó el cuerpo (eludió responsabilidad)», criticó el presidente del Poder Judicial peruano, Duberlí Rodríguez.
Para Rodríguez, la Justicia ya tiene el tema en agenda desde que un tribunal dictaminó que el indulto no salva a Fujimori de enfrentar un nuevo proceso, esta vez por el asesinato de seis líderes campesinos. Ese caso podría llevarlo de nuevo a la cárcel.
El nuevo Gobierno encabezado por el presidente Martín Vizcarra, de mejor relación con los fujimoristas que su predecesor, promete que estudiará el caso con objetividad, aunque expertos vaticinan que responderá con el argumento de que un jefe de Estado tiene discrecionalidad para indultar.
Mientras tanto, Fujimori es espectador en primera línea de la lucha entre sus hijos Keiko y Kenji por dominar el sector de derecha radical que él fundó y que cuenta con simpatías de cerca de un tercio de los peruanos, lo que lo convierte en la fuerza con más adherencias en el país.
Keiko, ex candidata presidencial, parece haber dado los mejores golpes, pues ya logró que Kenji fuera suspendido del Congreso y viera su popularidad comprometida al ser involucrado en casos de aparente corrupción.
En el Perú hay consenso en que el padre prefiere a Kenji, pero no ha podido hacer nada ante la fuerza tomada por Keiko, quien cada vez más saca a relucir el temperamento autoritario heredado y lo pone políticamente en contra de su progenitor.
«Te felicito hermana, aquí tienes mi cabeza», le dijo Kenji a Keiko cuando lo sacaron del Congreso. El padre de ambos calló, sugieren analistas, porque sabe que es riesgoso ahora ir en contra de los objetivos de su hija mayor.
El futuro político del ex mandatario así luce reducido, en opinión de los expertos, que no dudan ya en que las riendas del fujimorismo están en manos de Keiko, quien se quedó con el aparato partidista y la popularidad.
Las especulaciones, que son solo eso porque el entorno de Fujimori parece inexpugnable, señalan que los sueños del ex jefe de Estado se limitan a mantener la libertad y que dará su lucha por ello a través de Kenji y sus abogados.
Fujimori pasó 10 años en un departamento dentro de un cuartel de la policía en Lima, en donde tenía todas las comodidades pero no la libertad. Maniobras políticas le permitieron recibir el indulto en plena Navidad, pero algo que evidentemente nunca logrará será el perdón de una gran proporción de compatriotas que no olvidan un Gobierno marcado por la corrupción y los abusos.
Por Gonzalo Ruiz Tovar (dpa)