Miami, 23 may (dpa) – Como «héroe» fue considerado por décadas y en el exilio el líder anticastrista cubano Luis Posada Carriles, quien con un historial de atentados y operaciones de inteligencia buscó fallidamente desde los años 60 «reprimir el régimen de Cuba a sangre y fuego».
Un hogar de veteranos de guerra ubicado a unos 30 kilómetros al norte de Miami fue su último lecho. El líder, nacido en la provincia cubana de Cienfuegos el 15 de febrero de 1928, no logró salir invicto de la batalla contra un cáncer de garganta y las lesiones que sufrió en un accidente automovilístico en 2015.
La lucha contra el Gobierno cubano nunca fue un secreto en su vida. Al contrario, Posada Carriles decidió desde los 31 años integrar grupos contrarrevolucionarios con los que buscó desestabilizar desde Centro y Sudamérica a los Castro y sus aliados.
«Nunca quise derrocarlos, lo que quise fue reprimirlos siempre», reconoció abiertamente en 2011 el cubano en una entrevista con CNN, en la que era evidente su dificultad para hablar a causa de las secuelas que dejó un atentado que sufrió en Guatemala en 1990 y que según él fue orquestado desde La Habana.
En Cuba fue bautizado como el «Bin Laden de Latinoamérica» por los ataques de los que presuntamente fue autor. Él afirmó no haberse arrepentido nunca pese a haber rendido cuentas por algunos de ellos ante la justicia.
El último intento de condenarlo fue por fraude migratorio y perjurio a causa de su entrada ilegal en Estados Unidos en 2005. Sin embargo, salió victorioso en 2011 tras ser considerado inocente de los 11 cargos que se presentaron tras un juicio de más de tres meses en El Paso, Texas.
Nacionalizado venezolano, Posada Carriles se inició pronto en la lucha contra la revolución cubana liderada por Fidel Castro, abandonando en 1959 la isla.
En los años 60, fue instruido en demolición y guerra de guerrillas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense y se convirtió en uno de los instructores en la fracasada invasión de Bahía de Cochinos en 1961.
Cuba acusó a Posada Carriles, conocido también por los alias de «Basilio», «Comisario Basilio» y «Bambi», de ser uno de los cerebros del peor atentado que sufrió la isla, el perpetrado en 1976 contra un avión de Cubana de Aviación procedente de Caracas a la altura de Barbados y que costó la vida a 73 personas.
Posada Carriles y Orlando Bosch, también fallecido en Estados Unidos, fueron detenidos junto a los dos autores materiales del atentado en Venezuela, donde tenían su centro de operaciones. Una década después, en agosto de 1985, cuando la fiscalía apelaba la absolución de Posada Carriles, éste huyó de la prisión.
El anticastrista, quien en su andar por Latinoamérica también utilizó los nombres de Ignacio Medina y Ramón Medina Rodríguez, reconoció que tras escapar de la cárcel en Caracas vestido de sacerdote, actuó además en Guatemala, Nicaragua y El Salvador.
En Centroamérica colaboró con la operación organizada por la CIA para proveer armas a la «contra» nicaragüense, dirigida por el teniente coronel estadounidense Oliver North, quien trabajaba para la Casa Blanca, según admitió el propio Posada Carriles en una serie de entrevistas al diario «The New York Times» en 1998.
Posada Carriles indicó que había recibido un pasaporte salvadoreño, a nombre de Ramón Medina Rodríguez, como asesor de seguridad del ex presidente salvadoreño José Napoleón Duarte y que coordinó, desde el aeropuerto de Ilopabango, cercano a San Salvador, los vuelos con armas destinadas a la «contra» nicaragüense, hasta que los mismos debieron ser suspendidos después de que los sandinistas derribaran un avión.
Posteriormente, Posada Carriles trabajó en 1989 en Guatemala como «consultor de seguridad» para el entonces presidente Vinicio Cerezo, para quien supervisó tanto a los militares como a la guerrilla, aunque continuó con sus acciones para derribar a Castro.
En sus entrevistas con «The New York Times», Posada Carriles también se atribuyó la serie de atentados contra instalaciones hoteleras en La Habana que un año antes habían causado la muerte de un turista italiano, Fabio Di Celmo.
Las autoridades cubanas y venezolanas lo responsabilizaron de otros numerosos actos de sabotaje y atentados, incluido el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier, también en 1976, en Washington.
Además, en 2000, Castro denunció en Panamá una «conjura» para asesinarlo en plena Cumbre Iberoamericana. Posada Carriles fue arrestado junto a otros tres hombres y condenado a ocho años de cárcel por «atentado contra la seguridad pública». Pero en 2004, poco antes de abandonar la presidencia panameña, Mireya Moscoso lo indultó, provocando una fuerte crisis diplomática con Cuba.
Su rastro prácticamente se perdió hasta el breve juicio por supuesto fraude migratorio en 2011 en Estados Unidos y tres años después reapareció en una manifestación que el exilio cubano hizo en Miami en contra de la reanudación de las relaciones entre Estados Unidos y la isla.
Hasta sus últimos días, el líder anticastrista insistió en que su país «no sería un paraíso turístico» y por eso llamó a «resistir hasta el final». «No se puede negociar con bandidos», aseveró.
Por Tatiana Rodríguez (dpa)
