Ajuste económico será tarea ineludible de próximo gobierno en Brasil

6704517wRío de Janeiro, 3 oct (dpa) – Sea cual fuere el resultado de las elecciones presidenciales brasileñas de octubre, al próximo gobierno le deparará una tarea ineludible: corregir el rumbo de la política económica para espantar el «fantasma» de crecimiento bajo e inflación elevada que asusta el gigante sudamericano.

La necesidad de ajustes ha sido reconocida incluso por la presidenta Dilma Rousseff, candidata a la reelección, al anunciar la salida del ministro de Hacienda, Guido Mantega, quien comandó la economía en los últimos ocho años, desde el pasado gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva.

Mantega aseguró que su sustitución no supondrá «un cambio en la política económica», pero admitió que el gobierno se prepara para retirar parte de los incentivos fiscales a la economía dictados para hacer frente a la crisis financiera internacional que estalló en 2008: «La política contracíclica se está terminando».

«Va a haber cambios porque creo que el país se preparó para estos cambios. Nosotros tenemos condiciones para reducir, por ejemplo, algunos incentivos», afirmó asimismo la mandataria, quien sin embargo sostuvo que «no es necesario un ajuste fiscal profundo».

«Brasil tiene una de las menores deudas netas en relación al Producto Interno Bruto (PIB), del 34 por ciento. Brasil no está desequilibrado, no tiene crisis cambiaria. Al igual que el resto del mundo, Brasil atraviesa por un proceso de crisis, que combatimos asegurando empleos, asegurando salarios», afirmó Rousseff.

De hecho, Brasil llega a las elecciones con motivos para festejar -el índice de desempleo abierto está en un cinco por ciento, el ingreso de los trabajadores está en aumento, la pobreza y la desnutrición se desplomaron y se ha atenuado la desigualdad, según datos oficiales recientes.

Pero también hay razones de preocupación, en especial los bajos índices de crecimiento de la economía y la inflación que se aleja cada vez más de la meta central del 4,5 por ciento anual, que, según muchos economistas, pueden anular en el futuro las conquistas sociales de los últimos años.

En lo que va de este año, el gobierno debió revisar dos veces hacia abajo su pronóstico sobre el índice de expansión del Producto Interno Bruto (PIB), que bajó del 2,5 al 1,9 por ciento y luego al 0,9 por ciento.

Además, salvo por unos pocos sectores apoyados por subsidios estatales, la industria vive una de las peores fases de los últimos años, con una persistente retracción que hizo que su participación en el PIB bajara al 13 por ciento, un nivel similar al vigente a inicios de la década de 1960.

«Brasil vive un proceso de desindustrialización, resultante de la baja competitividad», advirtió el economista Luiz Roberto Cunha.

Los dos principales rivales de Rousseff en la disputa presidencial -la ambientalista Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño (PSB) y el senador Aecio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB)- coinciden en abogar por cambios más drásticos para corregir el rumbo de la actual política económica.

El ex presidente del Banco Central Arminio Fraga -apuntado por Neves como su ministro de Hacienda en caso de victoria en las urnas- sostiene que la economía brasileña enfrenta una «septicemia», en razón de los elevados los gastos del Estado y de la postergación de aumentos de precios y tarifas públicas para evitar que la inflación supere el techo de la meta, del 6,5 por ciento.

A su vez, el principal consultor económico de Marina Silva, Eduardo Giannetti da Fonseca, criticó «el creciente intervencionismo» del Estado como la causa de la reducción de la confianza y de las inversiones del sector privado.

En un informe reciente, la empresa de consultoría Leme Investimentos afirma que «el modelo basado en consumo, crédito y ‘commodities’ parece haberse agotado».

«El desafío del equipo económico del próximo gobierno, independientemente de quién gane las elecciones, será el de encontrar una fórmula para hacer que la economía doméstica vuelva a crecer», añade el documento.

Según el ex presidente del Banco Central Carlos Langoni, Brasil se encuentra en «una trampa», expresada en bajo crecimiento económico e inflación elevada: «El desafío de cualquier gobierno es desarmar esa situación. Hay un consenso en que los ajustes son inevitables».

La gran interrogante, asimismo, se refiere a la intensidad del ajuste económico que enfrentará Brasil en 2015. Según Luiz Roberto Cunha, hay «riesgos serios» tanto en el mantenimiento del modelo actual como en un «cambio radical», ya que fuertes alzas de tarifas públicas que reducirían el poder adquisitivo de los brasileños.

«Hay una tercera opción: reanudar los fundamentos de la política macroeconómica», expresó el economista, al aludir al trípode que combina responsabilidad fiscal, cambio flotante y metas de inflación adoptado en Brasil desde la edición del Plan Real, en 1994.

«Creo que éste será el camino que será adoptado, independientemente de quien sea el que gane la elección. Ello significará que no volveremos a crecer fuertemente, incluso porque las condiciones externas son negativas, pero nos permitirá crecer un poco más que hoy. La inflación tampoco caerá rápidamente, pero será mejor», concluyó Cunha.

Por Diana Renée