Fandiño salda con cinco orejas su encerrona con seis toros en Guadalajara

6642698wGuadalajara, 12 sep (EFE).- El diestro Iván Fandiño resolvió hoy a lo grande su gesta de estoquear seis toros en solitario en Guadalajara con un triunfo rotundo de cinco orejas en una tarde de emociones fuertes y de toreo del bueno a cargo del espada de Orduña (Vizacaya).

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Jandilla, el tercero con el hierro de Vegahermosa, bien presentados y de juego variado. Los mejores, primero y quinto; incómodos y sin clase, segundo y sexto; flojos, protestones y a la defensiva, tercero y cuarto;

El balance de Iván Fandiño, que actuó como único espada, fue el siguiente: pinchazo, otro hondo que acaba tragándose y dos descabellos (silencio); pinchazo y estocada caída (oreja); estocada desprendida y descabello (oreja); media (oreja); estocada (dos orejas); y estocada muy tendida (palmas tras petición).

Incidencias: Primera corrida goyesca en la historia del coso de Las Cruces, engalanada con pétalos morados en honor al color del escudo de la ciudad, y en la que actuaron como sobresalientes Pepe Luis Gallego, que quitó por chicuelinas al quinto, y Enrique Martín «Chapurra», que no intervino en toda la tarde.

La plaza prácticamente se llenó en tarde de calor soportable.

UN LEÓN EN LA ALCARRIA

La historia en el toreo está para protagonizarla, y para llegar a formar parte de ella hay que asumir grandes gestas, tirar la moneda al aire y no guardarse nada dentro, porque, como reza el dicho popular, sin riesgo no hay gloria.

Y en este sentido, si hay un torero actual comprometido con este tipo de retos, ese es Iván Fandiño, que, con la de hoy en Guadalajara, suma cinco encerronas con seis toros en solitario en su carrera: lo hizo en su Orduña natal en 2007; en Bilbao y Valencia en 2012; en la francesa Bayona en 2013 y ahora en su querida Guadalajara,

Una tierra que le vio nacer, taurinamente hablando, y que le ha forjado como torero en las duras capeas de los pueblos, tras las cuales pasaba muchas noches al raso soñando con que algún día alcanzaría la cúspide del toreo, que aquel Niño de la Antigua, como se anunciaba de novillero en honor a la patrona alcarreña, podría llegar a ser figura incuestionable.

Y el tiempo, el sacrificio, el tesón y la constancia han dado sus frutos, pues Fandiño es hoy uno de los referentes del escalafón, reafirmado por enésima vez hoy en tierras alcarreñas con un triunfo de cinco orejas, una tarde fraguada a base de compromiso, esfuerzo y capacidad.

Su primero fue toro manejable, obediente y con trasmisión en sus acometidas, al que Fandiño toreó con gusto a la verónica, quitó por chicuelinas y saltilleras, y cuajó en la muleta a base de mando y quietud, con largura e hilván en cada pase que recetó por el derecho. Perdió premio con los aceros.

Sí cortó la oreja del segundo, toro informal, que nunca fue metido en la muleta, soltando la cara y punteando los engaños, con el que Fandiño hizo un notable esfuerzo. En el primer envite con la espada sufrió una voltereta de miedo, que, por un momento, llevó la congoja al tendido, donde estallaron de contento cuando enterró la tizona en el segundo encuentro, cortando así el primer apéndice.

Tampoco dio buenas sensaciones de salida al tercero, renqueante de los cuartos traseros, defendiéndose y quedándose también corto. Fandiño le fue ahormando la embestida a base de técnica para acabar gustándose en lo fundamental en pases, eso sí, de uno en uno por la imperiosa necesidad de perderle pasos al astado. Faena de seguridad y suficiencia, premiada con otra oreja.

Sobre los mismos mimbres de la profesionalidad y la solvencia estructuró Fandiño la faena al blando y protestón cuarto, con el que se mostró por encima de las circunstancias para exprimir lo poco que tenía dentro. Eficaz con la espada, logró el tercer trofeo de la función

En el buen quinto llegó el toreo más rotundo de la tarde. Tres pendulazos sin enmedarse dieron paso a una faena mandona y maciza, con series de muletazos ligados, hondos y por abajo por los dos lados. Todo muy compactado, sin ningún altibajo, todo lo contrario, una labor siempre a más, cerrada por manoletinas y con perfecta rúbrica con la espada. Dos orejas sin discusión.

Cerró plaza y corrida un astado que apenas desarrolló en la muleta por su desclasada condición, con el que Fandiño estuvo como toda la tarde, es decir, tesonero, comprometido y valiente. Prácticamente, al final volvió a sufrir un tremendo y espeluznante revolcón, del que volvió a reponerse casi sin mirarse.

Un león en la Alcarria, al que despidieron con gritos de «¡torero, torero!», mientras cruzaba triunfante el umbral de la puerta grande.

Javier López.