Al Sisi, el dictador egipcio que se siente a gusto como presidente

Verteidigungsminister Abdelfattah al-Sisi(dpa) – En la plaza Tahrir de El Cairo, los comerciantes venden máscaras doradas con el retrato de Abdel Fattah al Sisi. Los pósters en los quioscos lo muestran con uniforme, bata de médico o incluso con un león que ruge. Y para un maratón en bicicleta, organizada de forma espontánea, se desalojaron de El Cairo los coches que siempre congestionan la capital egipcia. En el maratón participaron estrellas de televisión y cientos de soldados. El propio Al Sisi pedaleaba a la cabeza, desde la salida hasta la meta.

Hace un mes que el ex jefe militar asumió la jefatura del Estado egipcio. Desde entonces pregona por todas partes el despertar democrático del país, al tiempo que emite decretos que restringen las libertades de los opositores.

Muchas agrupaciones revolucionarias de 2011 fueron ilegalizadas y los Hermanos Musulmanes incluso fueron catalogados como «terroristas». Algunos perodistas de la cadena Al Yazira fueron condenados a varios años de cárcel por sus reportajes. Al mismo tiempo, Al Sisi promociona las lámparas de bajo consumo energético, habla del retorno de Egipto como «corazón palpitante» del mundo árabe y promete donar al Estado la mitad de su salario mensual de 42.000 libras (4.300 euros).

Durante una de sus primeras apariencias públicas como presidente para la prensa gráfica, Al Sisi visitó en un hospital a una estudiante de 19 años. La joven había sido agredida y desnudada durante los festejos que se celebraron en la plaza Tahrir para celebrar la toma de posesión del nuevo presidente. Un video colgado en YouTube muestra a la chica desnuda, cubierta de sangre, rodeada por decenas de hombres. Al Sisi es el primer jefe de Estado egipcio que ha convertido en tema de discusión los atropellos sexuales que se registran todos los días en su país.

Los críticos, sin embargo, le acusan de hipocresía: hace un año, en su calidad de jefe del Ejército, todavía había justificado las «pruebas de virginidad» a las que sus soldados sometían a manifestantes femeninas. En ese entonces, muchas activistas fueron humilladas con tocamientos en sus partes íntimas.

Adel Fattah al Sidi, de 59 años, absolvió una rápida carrera militar: estudió en la Academia Militar, en el Reino Unido y en Estados Unidos y todavía bajo el régimen de Hosni Mubarak fue designado comandante de las Fuerzas Armadas del Norte. Después de la caída de Mubarak ingresó en el Consejo Supremo militar, que se hizo con el poder provisionalmente.

Durante la presidencia de Mohamed Mursi, miembro de los Hermanos Musulmanes, Al Sisi fue nombrado en 2012 ministro de Defensa y, a raíz de las protestas poulares de julio de 2013, derrocó a Mursi. Ya pocas horas después aparecieron en Egipto los primeros pósters del mariscal de campo.

Durante su campaña electoral, Al Sisi no reveló gran cosa de su futura política. La estabilidad y la lucha contra los Hermanos Musulmanes, ya tachados como «terroristas», fueron los únicos puntos de su programa.

Sus detractores advierten ahora que Al Sisi pretende generar estabilidad en detrimento de las libertades. Ya antes de su toma de posesión se dictaron penas de muerte arbitrarias contra cientos de hermanos musulmanes. Tres periodistas de Al Yazira fueron condenados la semana pasada a largas penas de cárcel por un reportaje que supuestamente apoyaba el «terrorismo». La sentencia desató protestas en todo el mundo.

El pasado martes, durante un encuentro con el secretario de Estado norteamericano John Kerry, Al Sisi aseguró que no pretende ni puede inmiscuirse en la Justicia de su país. Sin embargo, los activistas de la oposición sostienen que su postura propicia el regreso de un Estado de arbitrariedad.

Al Sisi había revocado por decreto la semana pasada una ley que otorgaba más libertades a las universidades egipcias. Desde finales de 2011, las propias universidades pueden designar a sus rectores y directores de las facultades. Ahora, esos cargos son asignados por la oficina de la Presidencia, al igual que en tiempos de Mubarak.

Incluso un programa televisivo se convirtio en un asunto político: para el inicio del ramadán, el mes de ayuno musulmán, estaba previsto que dos canales egipcios emitieran la telenovela «Ahl Iskandariya» («La gente de Alejandría»). Sin embargo, los dos canales retiraron a última hora la emisión. El periódico «Al Ahram» especuló con la posibilidad de que el Ministerio del Interior hubiese ejercido presión sobre las emisoras, porque en la telenovela aparece un policía corrupto, una ofensa directa para el ministerio.

El escritor egipcio Alaa al Aswanir denuncia una nueva forma de «terrorismo moral» en su país. En Twitter acusó a Al Sisi de no admitir que los egipcios tengan otra opinión que no sea la del presidente. Los críticos ya han encontrado un nuevo término para referirse al estilo de gobernar del presidente: Egipto no está viviendo una «democracy» sino una «democraSisi».

Por Marc Röhlig