Río de Janeiro, 23 jun (dpa) – Divock Origi tenía siete años y apenas recuerda haber visto por televisión la eliminación de Bélgica en octavos de final del Mundial de 2002. Doce años después, los «diablos rojos» están de nuevo en una Copa del Mundo y en la segunda fase gracias a Origi y a sus jóvenes compañeros.
«Somos un equipo joven y queremos demostrar algo», afirma con descaro Thibaut Courtois, de 22 años, arquero de moda en el fútbol europeo tras sus exitosas temporadas en el Atlético de Madrid y ahora guardián del anunciado equipo revelación en Brasil.
El triunfo ante Rusia el domingo con el gol de Origi dio a Bélgica el pase a octavos a falta de la jornada final. Dos partidos, dos triunfos logrados al final con profesionalismo y madurez, virtudes sorprendentes para el segundo equipo más joven del Mundial con una media de 25,6 años, sólo por detrás de Ghana.
«Algunos dicen que no tenemos experiencia, pero mira los jugadores que tenemos, dónde juegan y los partidos importantes que han disputado en su carrera», subraya Courtois, que cambia del francés al flamenco y del inglés al español con acento de Madrid con naturalidad.
En las entrevistas de los «diablos rojos» con los periodistas también se escucha el alemán y el italiano. Los belgas, muchos de ellos imberbes y comenzando la veintena, tienen mundo.
«Mira el plantel», insiste el portero. «Muchos han jugado partidos muy importantes en su carrera en equipos importantes para ganar Premier League, Primera División, Serie A, Alemania…»
Courtois habla por él, pero también por Romelu Lukaku (21 años, Everton), Eden Hazard (23, Chelsea), Kevin de Bruyne (22, Wolfsburgo), Dries Mertens (27, Nápoli), Marouane Fellaini (26, Manchester United), Axel Witsel (25, Zenit San Petersburgo), Origi (19, Lille), Adnan Januzaj (19, Manchester United).
Jóvenes, pero sobradamente preparados. Y falta en el Mundial el lesionado Christian Benteke, de 23 años y del Aston Villa.
«Tenemos mucha calidad y hemos demostrado mucha madurez. Estamos tranquilos y si de algo estoy orgulloso es de que este equipo tan joven pueda estar tan tranquilo. Hoy fue muy profesional», destaca Vincent Kompany, defensa de 28 años del Manchester City, tras el triunfo ante Rusia el domingo.
Kompany es uno de los veteranos del equipo junto a Daniel van Buyten, de 36 años, el hombre que eleva la media de edad y el único que recuerda, porque estuvo allí, el Mundial de 2002 junto al ahora seleccionador, Marc Wilmots.
La «generación dorada» que ha relanzado el fútbol belga tiene mucho talento, poca memoria y ningún complejo, pero jugar con el Chelsea y el Atlético de Madrid no es lo mismo que encarar a una gran potencia mundial en unos cuartos de final. «No será fácil con este equipo tan joven jugar con equipos como Alemania o Argentina», advierte Kompany, que rechaza la etiqueta de ser el favorito en la sombra (cada vez más iluminado).
«Tenemos grandes jugadores, un buen equipo, quizás se espera demasiado de nosotros, pero no miramos lo que dice la gente», asegura Fellaini.
No ayudó a rebajar expectativas el ex portero belga Jean-Marie Pfaff, que calificó al equipo como «la mayor promesa del fútbol europeo».
Pfaff junto a Enzo Scifo, Luc Nilis, Jan Ceulemans y Eric Gerets fueron los máximos representantes de la gran Bélgica de los años 80 que fue cuarta en el Mundial de México 86.
La afirmación de Pfaff se justifica en el talento y en los muchos millones que están generando los jóvenes belgas, protagonistas de una especie de «fiebre del oro».
El Chelsea pagó por Hazard 40 millones de euros (54,7 millones de dólares), lo mismo que el Zenit San Petersburg por Witsel. El Manchester United extendió un cheque de 35 millones por Fellaini; el Tottenham, uno de 20 por Moussa Dembélé; De Bruyne pasó del Genk al Chelsea y luego al Wolfsburgo por un total de 30 millones. La consigna entre los grandes clubes europeos parece clara: «Ponga un belga en su equipo».
«Una generación buena, buena tiene que ganar algo», afirma Courtois, que acepta sin inmutarse la presión y las expectativas.
Por Daniel García Marco
