Kabul, 1 jun (dpa) – El soldado estadounidense Bowe Bergdahl pasó cinco años en manos de los talibanes. Mientras, Estados Unidos mantuvo presos en la cárcel de Guantánamo a cinco altos cargos del antiguo régimen talibán. Ambas partes llevaban tiempo intentando lograr sin éxito el intercambio de prisioneros que finalmente se produjo este fin de semana. Los fracasos vividos en este proceso tuvieron graves consecuencias para los intentos de entablar conversaciones de paz con los talibanes.
Según los talibanes, en marzo de 2012 Estados Unidos dio su visto bueno a un intercambio, que debía interpretarse además como un gesto de confianza para seguir dialogando con los insurgentes. El objetivo final era conseguir una solución negociada a la guerra de Afganistán.
En aquel momento había una gran oposición en Estados Unidos a la puesta en libertad de los cinco talibanes. «Con la liberación de los cinco funcionarios talibanes de Guantánamo, el presidente (Barack) Obama enviará otra señal más de debilidad», apuntaba el diario «The Wall Street Journal».
Finalmente el intercambio no se produjo y los talibanes acusaron a Estados Unidos de no mostrar voluntad para cumplir acuerdos. Consideraron que las conversaciones con Washington eran una «pérdida de tiempo» y fueron interrumpidas.
El año pasado, los talibanes y Estados Unidos hicieron un nuevo intento para mantener al menos conversaciones preliminares sobre negociaciones de paz. Con el permiso de la Casa Blanca, los talibanes abrieron una oficina de enlace en Doha, Qatar. Pero la inauguración fue un desastre, después de que los insurgentes izaran una bandera talibán y pusieran una placa en la que podía leerse: «Emirato Árabe de Afganistán», el nombre del país bajo el régimen talibán.
Indignado, el presidente afgano, Hamid Karzai, proclamó que los talibanes debían negociar con su gobierno, en lugar de con Estados Unidos. Pero los talibanes no estaban dispuestos a ello entonces, ni lo están ahora, pues consideran que Karzai es sólo un peón de Estados Unidos.
En febrero de este año, el «Washington Post» informó de que el gobierno estadounidense quería reavivar las conversaciones sobre el intercambio de presos. Los talibanes confirmaron esa información en un comunicado en el que aprovechaban para poner reparos a esas conversaciones, aludiendo crípticamente a la «complicada situación del país».
Por otro lado, tras su controvertida inauguración, la situación en la oficina de Doha se tranquilizó. Tanto que sólo se volvió a saber de su existencia gracias a la mediación de Qatar en el intercambio de prisioneros. Los talibanes informaron hoy de que representantes de la oficina y de los líderes talibanes recibirían a los liberados, que a partir de ahora llevarán «una vida normal» en Qatar junto a sus familias.
Conseguido el intercambio, ahora hay una cierta esperanza de que quizás puedan llevarse a cabo nuevas conversaciones con los talibenes. No hay mucho tiempo para ello, después de que Obama anunciase esta semana la retirada total del Ejército estadounidense de Afganistán para finales de 2016, a excepción de un contingente que protegerá a la embajada norteamericana.
La reacción de los talibanes deja por ahora poco espacio al optimismo. Los insurgentes anunciaron que continuarán luchando. «Incluso la presencia de un sólo soldado estadounidense en Afganistán es inaceptable», afirman.
Por Can Merey
