Donetsk, 27 may (dpa) – En una morgue de la ciudad de Donetsk, en el este de Ucrania, se apilan los cuerpos de los separatistas muertos. Médicos y periodistas cuentan unos 45 cadáveres, mientras que un líder de las fuerzas prorrusas habla incluso de 200 muertos en los últimos enfrentamientos en el aeropuerto de la ciudad y también en las afueras.
«Vamos a continuar con esta operación mientras quede un terrorista en territorio ucraniano», subraya el vicejefe de gobierno ucraniano, Vitali Jarema.
Sólo dos días después de la victoria del multimillonario Petro Poroshenko en las elecciones presidenciales, la cúpula prooccidental de Kiev aumentó su «operación antiterrorista» en el este de habla rusa. Los jets y helicópteros de combate abrieron fuego contra los separatistas dando lugar a imágenes que remiten a una guerra civil. Poroshenko había pedido poco después de su victoria un combate más efectivo. Sin embargo, Jarema aclara que el futuro jefe de Estado no está involucrado en las decisiones actuales.
En Donetsk hay miedo y pocas personas se animan a salir a la calle. Hay octavillas que señalan dónde hay refugios antiaéreos. «Teníamos la sensación de que nos disparaban de todos lados y que estábamos en el medio», contó al diario «Segodnja» Jevgeniya Kulikowa, una habitante de la ciudad.
Los jardines de infancia y escuelas están cerrados, así como el aeropuerto y parte de la estación de tren. Frente a una panadería en el centro de la ciudad se forman largas filas. Los separatistas prendieron fuego a un estadio del club local de hockey porque el jefe del mismo, Boris Kolesnikov, llamó a resistir a los actuales gobernantes prorrusos. A la vez, la población estrecha sus lazos solidarios. «Sólo hoy, unas 300 personas querían donar su sangre a los heridos», dijo la médica Svetlana Lyspak al diario «Westi».
Los ataques aéreos, como los llama el portavoz militar Vladislav Selesnjov, también aumentan la presión sobre los gobernantes de la autoproclamada República Popular de Donetsk. Uno de sus líderes, Denis Pushilin, pidió al «pueblo ruso» toda ayuda necesaria en un mensaje de video en el que parecía nervioso.
Sin embargo, en la práctica, los separatistas no sólo obtienen refuerzos de sus compañeros de lucha en la vecina Lugansk. La defensa de frontera ucraniana informa que nuevamente volvieron a ingresar varios camiones con hombres armados de Rusia al país. Los analistas subrayan que este tipo de acciones no son posibles sin el conocimiento de las autoridades rusas.
De acuerdo con informaciones coincidentes, muchos de los combatientes proceden del antiguo territorio en guerra Chechenia, donde gobierna Ramsan Kadirov. Algunas de las víctimas en Donetsk eran de las ciudades chechenas de Grozni y Gudermes, subrayan las autoridades. En la sangrienta guerra de Chechenia en medio de los años 90, ultranacionalistas ucranianos habían luchado contra las tropas rusas.
Es por eso que los analistas hablan de la venganza de «Kadirovzy», como se denomina a los combatientes de Kadirov.
La dureza de los separatistas quedó demostrada también con la ejecución de dos saqueadores. Un anuncio en la ciudad de Slaviansk indica que la orden vino del «ministro de Defensa», Igor Strelkov. Éste, al parecer un agente del servicio militar ruso Gru, se refiere a un decreto del Soviet Supremo de la Segunda Guerra Mundial. Impera la ley marcial. En la zona de Lugansk, los gobernantes exigen a todas las empresas seguir pagando los sueldos completos a sus combatientes.
Los frentes se han endurecido, en ambos bandos es fuerte el odio al contrincante. Las noticias de éxitos del gobierno ucraniano en la «aniquilación» de los combatientes prorrusos son festejadas en Internet. «Honor a los héroes», escriben los internautas. Y eso cuando el futuro presidente Poroshenko anunció un diálogo con los habitantes de la región en crisis.
Sin embargo, una salida de la peor crisis desde la independencia en 1991 parece lejana. También los civiles se han convertido en víctimas. Y en caso de que ciudadanos rusos estén en peligro, Putin se guarda en la manga la posibilidad de una entrada de su Ejército.
Por Benedikt von Imhoff y Andreas Stein
