El Cairo, 27 may (dpa) – Los seguidores del ex jefe del Ejército egipcio Abdel Fattah al Sisi acuden a votar en las elecciones presidenciales que se celebran entre ayer lunes y hoy martes, en medio de un ambiente festivo con el que parecen celebrar ya la victoria de su candidato.
Pero tras los comicios, esa adoración ciega al que se da por hecho que será el próximo jefe de Estado egipcio podría convertirse en una maldición si éste no cumple lo que de él se espera.
Y es que las expectativas que los electores tienen en el ex mariscal de campo son al menos igual de grandes que la admiración que muchos sienten por el hombre que expulsó del poder a los Hermanos Musulmanes en un golpe en 2013 y que ha dirigido su persecución y encierro.
En las semanas de campaña electoral se habló más del combate al terrorismo en Egipto. Pero los problemas reales y cotidianos de la mayoría de la población son en realidad la pobreza y el desempelo juvenil.
«Al Sisi conoce las cifras. Sabe que no puede olvidar hacer reformas económicas, pues si no lo hace su popularidad se esfumaría rápidamente», cree Karim Abadir, catedrático de econometría en el Imperial College de Londres y uno de los líderes del liberal Partido de Egipcios Libres fundado en 2011.
«Si los Estados del Golfo no nos ayudasen, ya sufriríamos una hambruna», añade el matemático y economista en referencia sobre todo a Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.
Abadir considera desproporcionada e «innecesaria» la campaña de las fuerzas de seguridad contra los Hermanos Musulmanes y otros opositores políticos de la cúpula militar.
La organización defensora de derechos humanos Amnistía Internacional la condena en términos más duros: «La situación de los derechos humanos probablemente seguirá empeorando» en el país, dice citando proceso injustos, el uso de violencia desproporcionada contra los manifestantes, tortura y abusos en las comisarías de la policía. Además, miles de críticos de la cúpula militar y varios periodistas fueron encarcelados.
Hasta el punto de que muchos consideran valiente el hecho de que el activista de izquierdas Hamdien Sabahi -que quedó tercero en las elecciones presidenciales de 2012- se haya atrevido a hacer frente a Al Sisi, al que las emisoras locales presentan casi como un superhéroe.
Las fuerzas de seguridad que obtuvieron aún más mano libre tras las protestas masivas contra el ex presidente Mohamed Mursi que terminaron en su derrocamiento en julio de 2013, probablemente se alegran de que apareciera un segundo candidato, pues ello da una apariencia democrática a la cita en las urnas.
En el caso de algunos electores la «histeria por Al Sisi» es tal que ni siquiera pueden soportar que un elector cuente: «Sí, he votado por Sabahi». También los periodistas que se atreven a hacer preguntas con tono crítico a los electores que esperan en los locales electorales se topan con el enfado de los seguidores del candidato ex militar.
Algo que no sorprende a nadie, pues al fin y al cabo el propio Al Sisi ya anunció que no quería una «camapaña electoral tradicional».
En estos momentos nadie espera un refuerzo a corto plazo de los Hermanos Musulmanes, ya calificados en el discurso oficial egipcio de «organización terrorista», pues con la ola de detenciones y el cierre de medios de comunicación cercanos no sólo han perdido una gran parte de su fuerza política. «Con su estilo de gobierno incompetente en pocos meses perdieron las simpatías que se habían ganado con años de trabajos de beneficencia», considera Abadir.
Y en ola «era de Al Sisi» en Egipto no parece que vayan a ser pronto escuchados los llamamientos de gobierno occidentales a una reconciliación con los islamistas.
Pero nadie sabe qué pasará si Al Sisi no es capaz de solucionar los problemas económicas del país y un día se cierra el flujo de dinero de los Estados del Golfo.
Por Anne-Beatrice Clasmann
