Bogotá, 26 may (dpa) – El presidente Juan Manuel Santos y el candidato opositor Óscar Iván Zuluaga empezaron a mover las fichas de un complicado juego de ajedrez político en Colombia para sumar apoyo de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 15 de junio.
Zuluaga, del partido de derecha radical Centro Democrático, que dirige el ex presidente Álvaro Uribe (2002-2010), obtuvo el 29,26 por ciento de los votos en la primera vuelta de este domingo, frente a un 25,68 de Santos, quien busca la reelección para el periodo 2014-2018 en nombre de la coalición de centro-derecha Unidad Nacional.
El jaque mate en esta partida de final incierto quedó en manos de los candidatos que perdieron la posibilidad de llegar esta vez a la Casa de Nariño: la conservadora Marta Lucía Ramírez (15,53 por ciento de los votos), la izquierdista Clara López (15,23) y el independiente Enrique Peñalosa (8,28).
Pero los candidatos también tendrán que salir a buscar los votos de los abstencionistas, cuya ausencia en las urnas se hizo muy evidente en esta ocasión.
La abstención llegó a casi 60 por ciento, la más alta desde las elecciones de 1994, cuando el índice llegó a 66 por ciento.
Para el analista Alejo Vargas, la victoria del futuro presidente está principalmente en manos de las personas que no votaron el domingo. No obstante, la abstención es un serio problema de la democracia colombiana, que no contempla el voto obligatorio.
«(Los candidatos) tienen que afinar estrategias para entusiasmar a esos potenciales votantes. Pero se van a encontrar con una situación en contra de ambos, y es que mucha gente va a estar más pendiente de los resultados de Colombia en el Mundial (de fútbol de Brasil) que de las elecciones», dijo Vargas al diario «El Tiempo».
Santos y Zuluaga se apresuraron a enviar mensajes conciliadores a los derrotados y éstos respondieron diciendo que se reunirán con los cuadros directivos de sus campañas para tomar decisiones.
«A Marta Lucía Ramírez, Clara López y Enrique Peñalosa y sus seguidores, los convoco a que se unan a esta cruzada por la paz», dijo Santos, tras señalar que gran parte de sus plataformas políticas tendrán cabida en su agenda de gobierno.
Palabras similares fueron expresadas por Zuluaga, aunque con cierta preferencia por Ramírez, de quien se siente más cercano por el pasado «uribista» de la ex candidata.
Se estima que gran parte del electorado que apoyó a López se sentirá más a gusto votando por Santos para respaldar el proceso de paz con la guerrilla de las FARC, tema que la campaña del oficialismo asumió como bandera.
Y es que un apoyo de la izquierda a la campaña de la derecha radical está prácticamente descartado. De hecho, un sector del movimiento izquierdista Progresistas, que lidera el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, votó por Santos por la decisión del presidente de acabar el conflicto armado mediante la negociación política.
Los conservadores que votaron por Ramírez están más cerca de Zuluaga en términos ideológicos, aunque muchos congresistas del Partido Conservador respaldaron a Santos en la primera vuelta por una fuerte división interna.
En cuanto a Peñalosa, es difícil establecer hacía dónde se moverá su caudal electoral, si se tiene en cuenta que la Alianza Verde no tiene una sólida maquinaria política y que los votos por el ex alcalde de Bogotá fueron sobre todo de opinión.
«Creo que la mayoría de mis votantes no harán lo que yo les diga», advirtió Peñalosa, quien en la campaña se esforzó por marcar distancias en la «guerra» en que se trenzaron Santos y Zuluaga.
Sin embargo, un hecho para tener en cuenta es que el candidato verde le pidió a Zuluaga que renunciara por el escándalo que envuelve a la campaña de los «uribistas» por un caso de espionaje para presuntamente sabotear el proceso de paz entre el gobierno y las FARC.
La Fiscalía General arrestó hace tres semanas a un «hacker» acusado de espiar las cuentas de correo electrónico de los negociadores, de quien luego se estableció que trabajaba en la campaña de Zuluaga, aunque varios analistas coinciden en que ese escándalo no afectó mucho al candidato.
Por Rodrigo Ruiz Tovar