Barcelona, 16 may (EFE).- Desvergüenza, vanidad, divertimento, terapia… la viñeta autobiográfica es un género que autores como Paco Roca, Juanjo Sáez o Miguel Gallardo, por citar sólo algunos, practican con desenvoltura y éxito en unas obras cuyos personajes se atreven a decir cosas que ellos mismos no soñarían en pronunciar.
«En el cómic, si quieres hablar en primera persona acabas por dibujarte, y al dibujarte te conviertes en personaje aunque no seas tú al cien por cien», afirma a Efe Paco Roca (Valencia, 1969), autor de las divertidas tiras «Memorias de un hombre en pijama» protagonizadas por el propio historietista.
No obstante, Roca, que estos días se encuentra en el Salón del Cómic de Barcelona, remarca que, si se elige este camino, uno acaba desnudándose demasiado, «más incluso» de lo que debiera.
«Lo más sorprendente es que la gente toma el personaje como si fueras tú realmente y te tratan como si fueras él, por lo que, al final, ese personaje acaba cambiándote a ti; es un mareo, porque ya no sabes qué es falso y qué no, tiene algo de esquizofrénico», comenta el autor.
Además de como terapia «para sacar lo que uno tiene dentro», convertirse en protagonista de sus propias viñetas sirve a veces a los autores para modificar algunas cosas que no les gustan de su carácter y dar un golpe sobre la mesa, aunque sea únicamente en forma figurada, señala el también creador de «Arrugas».
«Yo nunca me suelo quejar de nada y decir que no. Por ejemplo, de cosas del día a día, como pedir a la gente que no me bombardee con e-mails, o hablar de política, para eso utilizo las viñetas», comenta Roca, que se ríe cuando se le pregunta si cree que hay algo de vanidad en el género.
«Si lees mis historias te das cuenta de que son patéticas, creo que la mayoría de autores no las hacemos ni para ligar ni para que la gente tenga una alta estima de nosotros, nos salen y ya está», desvela.
Con planteamientos de lo más diversos, algunas de las mejores novelas gráficas de los últimos años, tanto nacionales como internacionales, han tenido un claro origen autobiográfico.
Ahí están «Fun home» donde la norteamericana Alison Bechdel lijaba cualquier pátina de pudor para hablar de su entorno familiar; el canadiense Michael Rabaglaiti, presente también en el Salón y que ha dedicado parte de su obra a narrar su niñez y juventud (bajo su «alter ego» Paul), o ya en España, Miguel Gallardo, con la premiada «María y yo», donde aborda la relación con su hija autista, una historia que se convirtió en un documental.
«Tengo bastante trayectoria dentro de este estilo porque soy muy aficionado al cuaderno de viaje donde el protagonista soy yo, en la misma onda que Paco (Roca), un personaje que se equivoca y que tiene que ver conmigo, porque soy bastante así, aunque a veces exagero esa parte para que sea un poco más humorística», indica Gallardo (Lleida, 1955).
En el fondo, se trata de una figura que el dibujante crea para intercambiar ideas con sus lectores, «pero sobre todo para divertirles», remarca Gallardo.
«Hay autores que se han dedicado a la autobiografía y que son unos coñazos de cojones o bien porque su vida no tiene mucho interés o bien porque la cuentan mal. Hay que ofrecer la justa dosis de realidad y algo de ficción para que la obra sea entretenida. Porque como decía un director de cine cuyo nombre no recuerdo: las cosas interesantes les pasan a quien las saben contar», remata.
Quizás uno de los dibujantes que más se asocia con el género autobiográfico en España es Juanjo Sáez (Barcelona, 1972) que ha convertido las reflexiones personales del monigote con el que se representa en marca de la casa.
«Yo, otro libro egocéntrico» o «Crisis (de ansiedad)» son dos de los álbumes en los que Sáez se abre en canal para exhibir miedos e inquietudes intimas, con un tono que mezcla a la perfección el humor, el pesimismo y la sinceridad para contar, por ejemplo, la depresión sufrida tras la muerte de sus padres.
Aunque ahora el género autobiográfico parece estar más de moda que nunca, con una larga nómina de autores dispuestos a mostrar sus intimidades, hay creadores clásicos que desde el principio de sus trayectorias han tendido a dibujarse, entre ellos el «rey del underground» Robert Crumb, casi siempre rodeado de sus «diosas» de cuerpos musculosos, lo que para muchos le resta verosimilitud.
«A mí me da lo mismo la veracidad y la autenticidad. ‘Se non è vero, è ben trovato’. Crumb ha hecho un personaje de sí mismo y es realmente apasionante», defiende Gallardo la obra del norteamericano.
Por Sergio Andreu