Oklahoma (EEUU), 30 abr (dpa) – La descripción de la escena es terrible. A las 18:23 horas comienza la ejecución del asesino Clayton Lockett en McAlester, en el sudeste del estado de Oklahoma. El condenado, de 38 años, acostado en una camilla, recibía el martes una inyección letal con una controvertida mezcla de tres sustancias.
Trece minutos después, un periodista del diario «The Oklahoman» presente en el lugar relata que Lockett pone cara de dolor. El cuerpo del hombre se pone rígido y comienza a temblar descontroladamente. El condenado levanta varias veces la cabeza y dice palabras incomprensibles.
Su abogado David Autry dice después que escuchó exclamaciones como «oh, hombre». «Era extemadamente difícil de observar», relata, y asegura que uno de los responsables de la ejecución dijo: «Algo no anda bien».
Tres minutos después los empleados de la prisión cierran las cortinas de las ventanas del salón de observación. Otros testigos hablan en la televisión estadounidense de caos, desastre y torturas.
Veinte minutos después el director de la cárcel, Robert Patton, informa a los testigos que se frenó la ejecución. «Tuvimos un fallo en una vena que no permitió que los químicos ingresaran al delincuente», asegura, según el periodista presente. El problema con la vena hizo que el hombre muriera de un infarto después de 43 minutos, cuando todavía se encontraba en la sala de ejecución.
El incidente provocó nuevamente el debate sobre la pena de muerte en Estados Unidos. La utilización de la inyección letal genera cada vez más malestar entre la gente.
Como muchas farmacéuticas y farmacias se niegan a vender los analgésicos y tranquilizantes necesarios para las ejecuciones por motivos éticos y legales, las autoridades intentan hacer frente a la falta de medicamentos de manera creativa. Según «The New York Times», cada vez recurren a laboratorios con poco control estatal.
Oklahoma y otros estados norteamericanos mantienen en secreto los nombres de los sustitutos ofrecidos por estos proveedores. La organización de derechos humanos ACLU asegura que Oklahoma realiza «experimentos científicos» con sustancias no probadas.
La pregunta es «si confiamos lo suficiente en el gobierno como para permitirle que sus ciudadanos, aún los culpables, sean matados con procedimientos secretos», asegura el director de ACLU en Oklahoma, Ryan Kiesel.
Las autoridades del estado aseguran que en el caso de la ejecución de Lockett el problema no fueron los medicamentos usados, sino un fallo en su admnistración.
Pero no fue el primer caso. En enero, una ejecución en el estado de Ohio con una nueva mezcla de medicamentos fue comentada a nivel internacional porque el condenado tuvo que sufrir durante 25 minutos antes de morir. Según relataron entonces los testigos, el hombre jadeaba y hacía ruidos como si se estuviera ahogando. En esa ocasión el abogado defensor también presentó un recurso para que no fueran utilizados medicamentos alternativos.
El tema genera recelo incluso entre los que apoyan la pena de muerte. Varios estados están analizando por eso volver a utilizar la silla eléctrica o el pelotón de fusilamiento. De todas formas, las propuestas presentadas hasta el momento, como en Virginia o Wyoming, fracasaron por el rechazo del Parlamento.
Los defensores de los derechos humanos esperan, en cambio, que se mantenga otra tendencia: en los últimos años, New Mexico, Connecticut y Maryland abolieron la pena de muerte.
Por Marco Mierke