HELSINKI (dpa) – Dejando de lado todos los sufrimientos, la guerra siempre ha sido motivo para que el ser humano diera lo mejor de sí. El rey de Suecia, por ejemplo, mandó construir una de las fortalezas isleñas más imponentes de la época: Sveaborg, el castillo sueco, frente a las costas de lo que hoy es Helsinki, la capital de Finlandia. La fortaleza tenía que defender a Suecia de la potencia marítima rusa.
Después de la ocupación por parte del imperio zarista, la fortaleza pasó en 1918 a manos de Finlandia y desde entonces se llama Suomenlinna, la fortaleza de los finlandeses. Hoy, cuando no parece existir ninguna amenaza de guerra, las pequeñas islas constituyen un idílico refugio veraniego para los habitantes de Helsinki. Debido a su singular arquitectura, Suomenlinna forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Cuando el transbordador atraca, una bruma resplandece en la luz de la tarde. El mar brilla como un espejo roto y un suave viento sopla tierra adentro. Los turistas pasean por la zona con un helado en la mano, mientras que cochecitos para niños traquetean sobre los gruesos adoquines de las aceras. Mientras que los visitantes ven los lugares de interés, los finlandeses se entregan al ocio en la parte sur de la isla de Kustaanmiekka. Se tumban entre las antiguas murallas de arena y toman un baño de sol de primavera.
Son sobre todo los cañones oxidados los que recuerdan que Suomenlinna fue utilizada durante mucho tiempo para fines mucho menos inofensivos. Cuando Finlandia aún pertenecía a Suecia, en estas islas estaba basada la flota real sueca y dentro de la fortaleza había destacadas tropas. Francia, país aliado a Suecia, pagó en los primeros 18 años unos 90 lingotes de oro para financiar la ampliación de la fortaleza. La obra se hizo a imagen y semejanza de Gibraltar, que entonces era considerada una fortaleza inexpugnable.Suomenlinna fue un projecto de prestigio de la Corona sueca. Se necesitaban unos 7.000 hombres para defender el complejo fortificado. El dique seco del astillero probablemente fue el mayor del mundo en aquella época. En el siglo XVIII, Suomenlinna se fue convirtiendo poco a poco en el segundo centro urbano de Finlandia. Comerciantes y artesanos se establecieron en la isla, hasta que en algún momento vivían en esta ciudad-fortaleza 4.700 personas.
Los suecos se vieron obligados a retirarse pronto: en 1809, Finlandia se convirtió en parte del imperio ruso. Después de la Guerra de Crimea (1853-1856), la importancia militar de Suomenlinna fue decreciendo. Entre otros motivos porque se había llegado a la conclusión de que los bancos de arena constituían una protección mucho mejor que gruesos muros y fortificaciones. Habrían de pasar otros 100 años para que la fortaleza fuese entregada a los finlandeses en 1918.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se reconstruyeron en el astillero buques soviéticos. Finalmente, en la década de los 70, el Ministerio de Cultura de Finlandia asumió la regencia. Hoy parece poco probable que Suomenlinna cambie nuevamente de amo por alguna invasión militar. Sólo un ejército de turistas invade en verano las islas llenando los callejones meticulosamente señalizados.
Sin embargo, son sobre todo los finlandeses los que valoran su isla históricamente importante frente a las costas de la metrópoli. En las islas viven de forma permanente 850 personas. Quien quisiera abandonar la ciudad para establecerse en estas islas necesita suerte y paciencia: por cada vivienda hay unos 50 solicitantes y por cada habitante hay unos 820 visitantes al año.
Información básica: Suomenlinna
Cómo llegar: en avión a Helsinki y desde el mercado en el puerto, en transbordador a Suomenlinna. El viaje dura unos 20 minutos.
Hay visitas guiadas en varios idiomas por las islas. En verano conviene reservar antes.
Informaciones: Visit Helsinki (Tel.: 00358/9/31 01 33 00, E-Mail:tourist.info@hel.fi).
Por Philipp Laage