Jerusalén, 18 mar (EFE).- «Sin punto y aparte», último documental del director argentino-israelí Sergio (Shlomo) Slutzky, lleva esta semana a España la «revolución truncada» de los jóvenes judíos que fueron víctimas de la dictadura de Jorge Rafael Videla en Argentina.
Narrado en primera persona en una reivindicación personal contra el «sentimiento de culpabilidad» que el cineasta arrastra desde entonces, el filme expone la represión militar a través de un grupo de jóvenes judíos de Córdoba, militantes de movimientos sionistas socialistas que, en 1976, acabaron en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
«Se puede ver como un homenaje, pero más que ello, como una deuda que tenía con mis compañeros muertos y conmigo mismo», dice sobre esta producción, que llega a España por primera vez después de haber sido proyectada en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Ecuador, Polonia e Israel, en varios festivales y por televisión.
Sexta obra de un autor que suele centrarse en una temática judía con proyección en Argentina e Israel, «Sin punto y aparte» recoge los testimonios de varios supervivientes y sus familiares, algunos de los cuales viven hoy en España.
La película analiza los dilemas que estos jóvenes tuvieron y el precio que pagaron por la elección de «dónde hacer exactamente su revolución: en Argentina o en la añorada Israel», a la que Slutzky emigró el mismo año del golpe.
«Eran jóvenes muy idealistas, creían que la revolución estaba ahí, y su elección (de tomar las calles argentinas) fue por la urgencia del momento, y no tanto por una decepción del sionismo que debía haberles trasladado a Israel», afirma el guionista y director en una entrevista con Efe antes de viajar a Madrid.
Nacido en Buenos Aires en 1956, Slutzky conoció al grupo en un «kibutz», durante una misión de ayuda a Israel tras la Guerra del Yom Kipur de 1973, experiencia en la que -dice- ya avistó el espíritu combativo de muchos de ellos y su identificación con la lucha de clases en América Latina.
«Yo estoy en paz con mi decisión», afirma el también guionista del documental, «lo cual no significa que no sufra una sensación de culpabilidad frente a mis compañeros muertos en Argentina».
Coproducido con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) de Argentina y del Canal 1 de la televisión israelí, el documental será proyectado el día 20 en Barcelona y el 24, aniversario del golpe de estado de Videla, en la sede de Casa Sefarad en Madrid.
Slutzky, que filmó las imágenes en Israel, Argentina y España, comienza la introspección con el proceso judicial en 2008 al general Luciano Benjamín Menéndez, comandante de la Zona Norte durante la dictadura y responsable de la represión en Córdoba, donde murieron varios amigos de quien también es corresponsal del diario Clarín en Tel Aviv.
«Es otra forma de contar la dictadura. En este caso se hace a través de un grupo judío», señala al recordar que 2.000 de los 30.000 desaparecidos fueron de esa religión, una cifra muy alta para la proporción de esta comunidad en la sociedad argentina, que no llegaba al 1 por ciento.
El cineasta, que eludió la persecución por haber emigrado a Israel, se adentra en los entresijos más personales de su decisión, interpretada por algunos de los miembros del grupo como una «traición» a sus ideales.
Sin embargo, la «aliyá» (emigración de judíos a Israel) no era para él sino parte de la misma ideología, «el proyecto de revolución» al que se había encomendado cuando ingresó en uno de los históricos movimientos socialistas judíos que florecieron en Europa oriental y, más tarde, en Argentina.
Sobre la actual situación en Israel, es consciente de que la paz sigue siendo la asignatura pendiente, y ni que hablar del proyecto socialista.
Con la perspectiva que le ofrecen los más de 30 años transcurridos, explica que «el documental expone que ni ellos ni yo logramos ni la paz ni el socialismo».
«Pero tampoco pusimos punto y final a nuestros ideales, y para nosotros la lucha continúa», proclama en un mismo suspiro.
Slutzky, que estuvo en prisión en 1983 por negarse a servir como reservista en el Líbano, ocupado entonces parcialmente por el Ejército israelí, agrega que uno de los momentos más felices de su vida lo vivió en 2011.
Fue cuando vio a cientos de miles de «indignados» israelíes salir a las calles a luchar por sus derechos y una vida digna, como lo hicieron los de diversos países de Europa, lo que le trasladó a las protestas de otra época y lugar, aunque sin sus dramáticas e irreversibles consecuencias.
Elías L. Benarroch.