El Greco más real se concentra en Toledo

6044502w(dpa) – Doménikos Theotokópoulos (1541-1614) no era un artista torturado ni místico, no era católico y posiblemente tampoco creyente, no era su astigmatismo lo que le hacía alargar las figuras y siquiera se le llamó nunca El Greco mientras vivía en España.

Muchos son los falsos mitos que existen sobre el artista y que pretende romper «El griego de Toledo», la muestra central del Año de El Greco por el cuarto centenario de su muerte, que abre mañana jueves sus puertas en la ciudad castellano-manchega.

Presentar a un Greco más real alejado de las construcciones producto de una historiografía decimonónica es el objetivo declarado de la exposición organizada por la Fundación El Greco y comisariada por Fernando Marías, uno de los principales estudiosos del artista en todo el mundo, que podrá verse en el Museo de Santa Cruz de Toledo hasta el próximo 14 de junio.

Pero la muestra también pretende saldar una importante deuda de Toledo con el artista, que pese a vivir y crear durante 37 años en la ciudad, nunca fue protagonista de una exposición en la misma.

Una deuda que se salda ahora con las 77 obras reunidas en esta muestra -llegadas de 31 ciudades de 11 países y prestadas por coleccionistas y grandes museos- y que sumadas a las del resto de espacios habilitados con motivo del IV Centenario y las que posee el museo de El Greco, harán que durante tres meses Toledo concentre 125 obras del pintor, cerca de la mitad del total de su creación artística.

“Toledo tenía que ser el eje vertebrador”, constató Gregorio Marañón, presidente de la Fundación El Greco, al presentar la muestra en la ciudad española. Este año se celebra el cuarto centenario de la muerte del artista, pero es sólo el segundo que se conmemora, tras el de 1914, tras ser rescatado del olvido.

Hoy la visión que se tiene el artista es muy diferente a la de entonces, gracias a los centenares de documentos que han salido a la luz y a 20.000 palabras aparecidas de su puño y letra, que permiten echar abajo la construcción de historiadores y literatos sobre el artista y ofrecer una visión más real.

“No podemos saberlo todo sobre el artista”, señala el comisario Marías. “Pero sí sabemos que El Greco no era católico ni toledano, era un griego que nunca quiso ser español (…) y que nunca habló bien nuestro idioma. Además los toledanos siempre lo consideraron un extranjero”, contó en entrevista con dpa. “Su conversión en El Greco, con una forma italianizada de su nombre, y el intento de españolizarlo son producto de una historiografía nacionalista de finales del siglo XIX”.

“Dar ojos, mirada y palabra al pintor” es la intención de esta muestra, que pretende poner delante todo lo que se conoce sobre El Greco y dejar que el espectador juzgue por sí mismo a través de sus obras.

Pero también a través de sus propias palabras, dispersas en citas del artista que salpican las paredes del espacio expositor y que desvelan, por ejemplo, su admiración por Tintoretto – “el quadro de Tintoreto a echo del ospital en San Roqco es la mayor pintura que ay en el mundo”, dice en la especie de “itañolo” que hablaba, plagado de faltas de ortografía- o su opinión menos positiva de Miguel Ángel -”en la scultura aver alegado Micael Ángel toda perfeción… pues con los colores no a hecho nada”-.

En la muestra, El Greco empieza a descubrirse a través de sus retratos, que van desde el suyo propio hasta el retrato de su hijo y el de la ciudad de Toledo. Y continúa con las obras de su primera época, sus lienzos y tablas religiosas, pinturas devocionales que le valieron un gran éxito popular, que no institucional, pues numerosos fueron sus pleitos con instituciones compradoras de la época.

En su estancia en España deja también en evidencia su faceta de retratista, como se aprecia en la exposición. “El Greco es el primer pintor en España que hace una galería de sus contemporáneos”, destaca Marías. Pero además, hace una importante aportación al retrato, al incorporar el carácter y la psicología del personaje.

Obras en las que no cambia de identidad, sino en las que va acumulando su experiencia, fusionando su base bizantina y sus aprendizajes en Venecia y en la Roma clásica y que finalmente se precipitan en Toledo.

Tampoco es cierta su imagen como pintor oscuro. “El Greco disfruta con la belleza, algo que iba contra los criterios de la iglesia de la época”, apunta Marías. Por eso, lejos de lo que se piensa y de sus numerosas creaciones religiosas, es cuestionable su fe religiosa, pese a la imagen que se ha “vendido” de él.

Su intento de crear personajes más bellos es también lo que le llevó a alargar sus figuras, afirma Marías, desmintiendo que se debiera a un problema de astigmatismo. “Atribuirlo a un problema de visión es no reconocer una decisión creativa que tomó conscientemente”.

El Greco como creador de “instalaciones multimedia” es el leitmotiv de la tercera parte de la exposición, integrada por “obras globales», retablos en los que integraba pintura, escultura y arquitectura que tienen su punto culminante en la “Adoración de los Pastores”.

Y el artista no deja de sorprender en la cuarta sección como “pintor de lo invisible” e inventor de mundos alternativos.

Y al final, queda el color, de tal intensidad que permanece imborrable en la retina del espectador. Como afirma Marías: “Los colores de El Greco nos comen”.

Por Raquel Miguel