La red de suministro frena el avance de los motores alternativos

Das Versorgungsnetz für alternative Antriebe hat noch LöcherBERLÍN (dpa) – La carga era antes un problema sólo para los coches con maleteros pequeños, pero hoy es un aspecto decisivo para los vehículos eléctricos.

¿Dónde está la estación de recarga más próxima a casa o al lugar de trabajo? Esa es la pregunta decisiva que se hace el conductor que planea comprarse un coche eléctrico. Todo gira en torno a la infraestructura para el suministro. También otros motores alternativos se enfrentan con el mismo problema.

Los conductores que siguen usando vehículos con motor de combustión tradicional no tienen de qué preocuparse debido a la enorme cantidad de gasolineras. Incluso cuando el piloto de reserva está en emergencia, hay autonomía suficiente como para encontrar una estación de servicio en la que repostar.

Tampoco suelen tener problemas los propietarios de un vehículo propulsado por gas licuado, cuya autonomía está además entre los 400 y 700 kilómetros, con la ventaja además de que son ambivalentes y funcionan también con gasolina.

Mucha más planificación requiere un trayecto largo con un coche con gas natural, sobre todo si el conductor no requiere recurrir a la cara gasolina disponible en el segundo tanque, por lo que es bueno decidir antes la ruta en función de los puestos de repostaje.

El gas natural CNG (Compressed Natural Gas, gas natural comprimido) es el más limpio entre los combustibles fósiles. Es casi neutro en las emisiones de CO2 siempre que se queme 100 por ciento biogas natural. A pesar de todo, este tipo de motor no termina de arrancar por el temor a explosiones, pese a que los tanques están diseñados a prueba de accidentes.

En comparación con la gasolina, el coste del repostaje con gas natural es de la mitad, aunque este tipo de vehículos cuesta un poco más a la hora de comprarlos y su autonomía es de 400 a 500 kilómetros, la mitad de un diesel moderno.

La reducida autonomía y la insuficiente infraestructura frenan aún más la expansión de los vehículos eléctricos. Para quien no tenga en casa un garaje o al menos una entrada con enchufe, no tiene sentido comprarse un coche eléctrico, pues el número de estaciones públicas de carga es aún muy reducido.

En Alemania, por ejemplo, que es un país avanzado en la movilidad eléctrica, hay 4.400 estaciones de recarga para unos 10.000 vehículos. Y hay que tener en cuenta que la carga cuesta en el menor de los casos 20 minutos y en el peor, varias horas. Además, las estaciones existentes no se suelen encontrar en áreas residenciales, donde los coches podrían ser recargados cómodamente de noche.

A todo ello hay que añadir que la autonomía no alcanza más de 100 o 150 kilómetros. Sólo el Nissan Leaf y el Tesla S superan los 200.

En cuanto a la autonomía, una solución podrían ser los vehículos eléctricos que cargan hidrógeno. Los fabricantes asiáticos están desarrollando coches cuya corriente se genera a bordo por medio de las pilas de combustible: Toyota anunció para 2015 una berlina de viaje que con una recarga completa alcanza los 500 kilómetros.

Ese es el valor del que habla Hyundai, que ya ha empezado con la producción en serie del vehículo con pilas de combustible basado en el ix35. El problema está de nuevo en la infraestructura, ya que no existen muchas estaciones de carga, aunque el número crece.

El coche de hidrógeno tiene una ventaja y un inconveniente. Cargarlo cuesta apenas tres minutos, muy poco en comparación con los eléctricos, que pueden tardar horas. El problema es que los vehículos con pilas de combustible son mucho más caros. Toyota habla de que su nuevo modelo de hidrógeno costará entre 70.000 y 80.000 euros (de 95.000 a 110.000 dólares).

Por Stefan Weißenborn