Sochi (Rusia), 6 feb (dpa) – Habrá 40.000 personas en el estadio Fisht, entre ellas varios líderes internacionales, pero a la «fiesta» de Vladimir Putin faltarán muchas de las personas más influyentes del mundo. Sin embargo, gracias a algunas presencias incómodas el morbo no escaseará en la ceremonia inaugural de los Juegos de Sochi.
«Creo que todo el mundo va a entender mejor a la nueva Rusia», dijo Putin en los días previos a los Juegos. Esa «nueva Rusia» es el resultado de años de transformación desde la desaparición de la Unión Soviética a comienzos de los 90.
Rusia es un país totalmente nuevo, sí, pero algunas de esas novedades no gustan a la comunidad internacional. La más polémica de ellas es la ley «anti-gay» que firmó el propio Putin en 2013 para castigar lo que el gobierno considere «propaganda homosexual».
Numerosas organizaciones internacionales, entre ellas el Comité Olímpico Internacional (COI) o Naciones Unidas (ONU), y países de gran influencia en el mundo, como Estados Unidos, Alemania o Francia, condenaron la ley que prohíbe manifestaciones homosexuales delante de menores.
La crítica a la ley se ve como la principal causa que motivó a varios líderes internacionales a declinar la invitación para ocupar mañana una silla en el estadio Fisht, a orillas de Mar Negro, para presenciar la ceremonia inaugural de los primeros Juegos de invierno en Rusia.
Barack Obama, presidente de EEUU, Angela Merkel, canciller alemana, y su presidente, Joachim Gauck, François Hollande, presidente francés, o David Cameron, jefe de la cámara británica, serán las grandes ausencias en Sochi.
Por contra, otros muchos dirigentes mundiales, algunos rodeados también de polémica, sí presenciarán lo que se espera que sea una muestra de todos los logros de la nueva Rusia liderada por Putin, conocido en su país como «el señor de los anillos (olímpicos)», que también consiguió la concesión del Mundial de fútbol 2018.
El chino Xi Jinping, el turco Recep Tayyip Erdogan, el japonés Shinzo Abe, el ucraniano Viktor Yanukovich el holandés Mark Rutte serán algunos de los 40 jefes de estado y primeros ministros que asistirán a la cita que comenzará a las 20:14 horas locales.
El primer ministro italiano, Enrico Letta, fue criticado por sus planes de acudir a la ceremonia. El diario «Corriere della Sera» instó a Letta a hablar «alto y claro» sobre los derechos humanos en Rusia.
«Los Juegos son para los atletas y para el deporte. Los atletas deberían contar con el respaldo de los políticos», hizo un llamamiento el presidente del COI, el alemán Thomas Bach.
Sin embargo, los atletas Estados Unidos, uno de los países más potentes en los Juegos invernales, no contarán con mucho «respaldo» en Sochi.
El país norteamericano enviará a la apertura y al cierre de los Juegos de una delegación de bajo nivel político, encabezada por Janet Napolitano, ex secretaria de Seguridad Nacional de Obama y que actualmente no ocupa ningún puesto en su gabinete, ya que dejó el gobierno para presidir la Universidad de California.
Napolitano no estará sola: a su vera se sentarán el campeón olímpico de patinaje artístico Brian Boitano y la doble medallista en hockey Caitlin Cahow, ambos declarados públicamente homosexuales.
Junto a ellos no estará -como estaba previsto- la reconocida activista por los derechos de la comunidad LGTB Billie Jean King. La leyenda del tenis anunció el miércoles que no podrá asistir por una enfermedad de su madre.
Numerosas organizaciones defensoras de los derechos homosexuales prometen manifestaciones durante los Juegos por todo el mundo. No será así en Sochi, donde la «zona de protestas» habilitada por el COI y permitida por Putin aún no recibió ninguna petición.
Por Ignacio Encabo