Melbourne, 18 ene (dpa) – Nadie debía acercárseles, y mucho menos tocarlas. No en vano son vitales en la vida de una de las máximas estrellas del deporte. Por eso es que las seis llegaron a Australia celosamente custodiadas y cómodas, muy cómodas en su asiento de la clase «business».
Tan valiosas son, que a nadie se le pasó por la cabeza despacharlas a la bodega para que cruzaran medio planeta junto a centenares de maletas. Al fin y al cabo, no hay nada más importante en la carrera de un tenista que su raqueta, y Roger Federer no es la excepción.
Tras un año de dudas, el ex número uno del mundo vuelve a estar en paz con la prolongación de su talentoso brazo. Se siente ya tan cómodo con la nueva como con la anterior, aunque con el modelo que está estrenando este año pueda ir más allá que con aquella a la que fue fiel durante una década.
«Bueno, sigue siendo una raqueta de tenis», bromeó hoy cuando el estadounidense Jim Courier le preguntó por el tema, intentando quitarle importancia.
Es sólo una raqueta, pero por algo a Federer no le resultó nada sencillo hacer el cambio. Tras un complicado proceso en el que probó, dudó, cambió y volvió a cambiar, el suizo comenzó la temporada 2014 con un nuevo modelo de raqueta, más grande y con algunas modificaciones respecto de la anterior.
Es parecida a aquella, pero diferente. El aro de la anterior medía 90 pulgadas. La nueva, 98, la misma medida que utilizan dos de sus principales rivales, Rafael Nadal y Novak Djokovic, y el tamaño estándar de la mayoría de los jugadores en el circuito.
«El tenis cambió en los últimos años en cuanto a las raquetas, los encordados. Esta me da un poco de potencia extra en el servicio, en los golpes de fondo», explicó hoy. No sería un asunto menor si así fuera: el servicio y la derecha fueron históricamente la base del juego de Federer; si ambas ganan en potencia, el suizo sólo podrá obtener beneficios.
Federer es la principal figura de Wilson, la marca de raquetas que utiliza y a la que hizo trabajar intensamente durante un 2013 en el que problemas en la espalda afectaron su juego y apenas ganó un torneo menor. Para un jugador de su nivel, dueño de una cifra récord de 17 títulos de Grand Slam, aquello era muy pobre.
Probó el nuevo modelo en julio en los torneos de Gstaad y Hamburgo, pero los resultados fueron especialmente malos, ya que perdió con el alemán Daniel Brands y con el argentino Federico Delbonis, dos jugadores que en condiciones normales difícilmente vencerían al suizo.
«Se necesita tiempo para adaptarse a una nueva raqueta», dijo a dpa Tony Godsick, agente del suizo. «Esta raqueta es del mismo tamaño de aquella que probó en Hamburgo y Gstaad, pero con cambios. Tras aquellas dos semanas Roger le dio sus impresiones a Wilson, y ahora tenemos el resultado».
El resultado, dice Federer, es bueno. Le permite competir con un arma similar ante jugadores cinco o diez años más jóvenes y cada vez menos respetuosos con su historia, cada vez más hambrientos por quitarle oportunidades y torneos.
«Yo no soy uno de esos jugadores que dicen ‘juego con esta raqueta, y ya está’. No, pero tampoco estoy enloquecido por saber todos los detalles. Le dije que estaba muy pesada, muy liviana y esas cosas. Ellos lo fueron ajustando».
No sólo la raqueta se fue ajustando al gusto de Federer, también lo hizo el encordado. Un equipo especializado de Wilson voló a Suiza a principios de 2013 con el primer prototipo para que Federer lo probara. El siete veces campeón de Wimbledon dio allí mismo su parecer, los especialistas se encerraron en la habitación de un hotel a hacer los cambios. Y otra vez a probarla.
Pero los problemas de espalda que afectaron desde marzo al suizo complicaron el desarrollo del nuevo prototipo. Preocupado por su físico, que nunca lo había traicionado, Federer decidió quitarse presiones y volver a su vieja raqueta.
Hasta que llegó el final de temporada y la posibilidad de probar con calma y tiempo la nueva raqueta. Completamente negra y sin indentificación ni marcas, parece entenderse cada vez mejor con su «jefe», aunque la historia no está cerrada aún: Federer tiene seis raquetas en Australia, cuando normalmente lleva diez a los torneos. Falta algo de sintonía fina. La raqueta, cree, puede ser aún mejor.
Por Sebastián Fest