Santiago de Compostela, 14 ene (EFE).- El lucense Iván Prado es una ‘nariz roja’ capaz de crear alquimia en el público. Desde 2002, ‘Pallasos en Rebeldía’ promueve caravanas solidarias bajo el liderazgo de este hombre de 39 años que con solamente 7 soñaba «reunir un millón de pesetas» para repartirlo entre los pobres.
Se mueven por lugares poblados por personas que, en principio, no tienen demasiadas razones para sonreír. Su ‘payaso’ desprovisto de ropa brota en ocasiones para demostrar que la humanidad está desnuda ante las injusticias. Ocurrió en octubre de 2013, frente al muro que Rabat mantiene en los territorios ocupados del Sáhara occidental y, antes, en el de Cisjordania.
El 26 de abril de 2010, Iván Prado fue expulsado de Tel Aviv, hasta donde había viajado para continuar ruta y preparar el Festiclown Palestina. Su deportación, por la carga simbólica que conlleva, saltó a los periódicos de todo el mundo y todavía, en la actualidad, hay cabeceras que recuerdan este episodio.
Los servicios secretos israelíes alegaron que se le impidió la entrada por «sospechas» sobre sus vínculos con organizaciones terroristas palestinas. La Embajada en España cursó una queja.
«Eran infundados esos temores y les ha salido muy caro lo que han hecho», cuenta en una entrevista con Efe este promotor de decenas de «acciones escénicas» internacionales que piensa seguir «pariendo más lecciones de dignidad» por su sueño de un planeta en el que «quepan todos los mundos».
Así, en los campos de refugiados del Líbano está organizando otro ‘Festiclown’. De hecho debería estar allí, pero tras los dos grandes atentados registrados en Beirut le han solicitado que lo pospusiese.
«Cuando se produjeron estos ataques, yo estaba allí», comenta con una indignación palpable en su rostro, y pese a todo lo que ha visto confiesa que desde siempre ha creído que la vida es como «un racimo de regalos y posibilidades».
¿Por qué? «Porque lo único inevitable en nuestra existencia es la felicidad, que siempre nos va a perseguir. Por mucho que uno se esconda, que le ponga problemas, dificultades… La felicidad está ahí, esperando a que te abras a ella y a que, simplemente, dejes que fluya».
Él recibe y proporciona «chutes» de entusiasmo. De ellos informa en los comentarios que escribe y que siempre cierra con la misma expresión. En lugar de «continuará…» opta por «… pero eso, ya es harina de otra tortilla».
En Brasil impulsa un espacio nuevo de circo social, en las favelas de Río de Janeiro. En 2012, en el país azteca el ‘Festiclown Wirikuta’ llevó la solidaridad al pueblo WiKahira, que ve a las multinacionales tomando su territorio para la construcción de minas.
También está la escuela indígena zapatista de clown, la emisora, la «flor» plantada en el Festival Internacional de Cine del Sáhara…
«La conciencia social la he tenido desde pequeño», rememora este gallego, recién llegado de México, donde asistió a los actos del veinteavo aniversario del levantamiento zapatista desde Oventic, entre la niebla que protege los Altos de Chiapas.
A su mente llega una frase que escuchó en su ciudad, de la que se fue antes de cumplir la mayoría de edad, con 17: «En Lugo se dice que, lo que importa, es lo importante».
Le gusta recordarla, por lo mucho de verdad que encierra. La primera vez que la oyó era un crío que «lloraba por las noches» cuando veía a la gente pidiendo por la calle.
El primer viaje largo de Iván Prado fue en 1993 a Cuba. Su activismo cobró fuerza cuando llegó a las pantallas de todos los televisores la Guerra del Golfo y, después, en Chiapas «empezó todo».
Desde entonces «he dado unas cuentas vueltas».
Su familia lo lleva como puede: «Resistiendo. Soy hijo único. Mis visitas son a destiempo, en cualquier momento… sorpresivas. Saben mi motivo, la necesidad de tomar conciencia de que somos una gran red de seres humanos como pueblo, país y humanidad».
‘Narices rojas’ existen en todas las culturas. «Encontré payasos en las culturas de los indios de América, en la cultura mediterránea, en la chinesa… El pueblo nos convoca para verse en un espejo y recordar que también se es estúpido, imbécil… y que no pasa nada. Al contrario. Eso nos recuerda lo magnífico que es estar vivo».
Iván Prado pide «muchas cosas» a este 2014 y una de ellas es «menos intrusismo» porque «en la actualidad muchos políticos están haciendo el payaso, el payaso de terror».
Con una erudición despojada de todo engreimiento, concluye a modo de consejo: «Solo hace falta una salida común que es la de recordarnos como ciudadanía. Entendernos como un tejido, una posibilidad de ser felices juntos, y organizarnos. El mundo puede ser más divertido y más humano».
Ana Martínez.